Lord Kirbridge se deleitó con aquella fresa más de lo necesario, pensó lady Kirbridge al ver, por fin, el movimiento de los músculos de su garganta presionar contra el nudo de la corbata cuando se la tragó. Luego, sonrió satisfecho y acercándose a ella lo suficiente para que sintiese el calor y la suavidad que desprendía su traje, posó las manos sobre las caderas desnudas de su esposa. Un calor abrasador se extendió por la piel de la mujer, subiendo hasta su cabeza y bajando por su vientre.
- Simplemente deliciosa, mi amor - susurró el hombre con todo el convencimiento del mundo en la voz. Ella enrojeció hasta las orejas y se mordió los labios, sintiendo que le faltaba aire y espacio en aquel enorme salón.
- Comer con la boca llena es de mala educación - pensó divertida; cuando lord Kirbridge empezó a reir, se percató de que lo había dicho en voz alta y trató de excusarse.
- Pues entonces seré absolutamente maleducado - insinuó, para seguidamente arrodillarse frente a ella y plantar un beso sobre su monte de Venus. La habitación empezó a dar vueltas a su alrededor. - Mantente erguida, con la falda levantada, no te sostengas ni siquiera sobre mi.
Agarrándola de las caderas la atrajo hacia su boca. Ella no pudo ni respirar cuando la lengua de su esposo se deslizó por la parte interna de sus muslos y lamió con dedicación la humedad que resbalaba entre sus piernas, antes de hundirse entre sus carnes palpitantes, presionando violentamente contra su zona sensible. Un grito de asombro rompió la quietud del salón, lady Kirbridge encogió los dedos de los pies y apretó los puños, arrugando todavía más el vestido que sostenía por encima de la cintura. Su lengua, su lengua tan rugosa, tan húmeda, tan dura, esa que previamente había estado en su boca; sus dientes, que acababan de morder una fresa, ahora mordían... a ella, sus dientes la mordían a ella. Se volvió loca en apenas treinta segundos.
Para entonces, húmeda y temblorosa como estaba, lord Kirbridge se puso en pie y se relamió los labios. Luego, metió la mano entre sus muslos y penetró sin compasión. Todo iba demasiado deprisa para ella, las piernas se le doblaron y se sostuvo sobre los hombros de su marido, jadeando pesadamente.
- Estas caliente, pequeña; caliente y suave, como una fresa cubierta de chocolate - le murmuró al oído sin dejar de penetrarla profundamente, llevándola rápidamente al orgasmo, sosteniéndola entre sus brazos. - Llevas todo el día frotándote los muslos, sintiendo lo sensible y receptivo que está tu sexo ahora; te he visto acariciarte los pechos mientras te cambiabas de ropa para la cena y esta mañana, mientras leías en el jardín, te has mordido los labios y tocado las piernas. ¿Pensabas en mí?
- Sí - gimió con los ojos cerrados y el rostro desfigurado por el placer. - Amo, sí...
- Desnúdate - exigió. Ella asintió con un jadeo y sacó su vestido por encima de la cabeza, dejándolo caer a sus pies. Lord Kirbridge se inclinó para besarla, penetrando en su boca con la misma decisión con la que penetraba su suave sexo. Saciado con sus dulces gemidos, se inclinó un poco más para alcanzar sus pezones, que mordisqueo lascivamente. - Mmm... cerezas. Tus pezones son como cerezas - canturreó mientras chupaba alegremente sus coronas.
Lady Kirbridge apenas podía respirar, un calor abrasador le quemaba las entrañas y unas gotas de sudor le resbalaban por la espalda. Su esposo abandonó durante un momento sus pechos y alargó la mano libre hacia la mesa para coger otra fresa. A ella se le entumecieron los sentidos de la impresión. Lord Kirbridge deslizó la fresa por sus pechos húmedos y sensibles y dibujó un camino hasta su boca, ordenandole en silencio que abriera los labios. Ella obedeció y se la comió. El sabor ácido y dulce estalló en su paladar, se mezcló con las caricias de su sexo y con la presión que los dientes del hombre ejercían contra sus pezones. Cuando tragó la fruta, él hundió el rostro en su cuello y la mordió, tocando en su interior un punto exacto en el que todo estalló.
Se deshizo entre los dedos de lord Kirbridge; no pudo frenar la corriente de placer que la recorrió como un rayo. Gritó y se corrió sobre la mano del hombre con tanta violencia que le clavó los dedos en los brazos para no caerse al suelo de la impresión. Él intensificó las caricias, prologando su agonía durante tanto tiempo que a lady Kirbridge empezó a darle vueltas la cabeza por el exceso de oxígeno, el cuerpo empezó a dolerle y las lágrimas saltaron de sus ojos con punzante necesidad.
Mientras ella palpitaba, él la empujó suavemente sin que su orgasmo se hubiera detenido. Retirando la mano despacio, la situó exactamente sobre el vértice de la mesa y la empujó hasta tumbarla sobre la superficie, dejando que su sexo reposara contra el ángulo recto del mueble. Lady Kirbridge emitió un gemido sin porder controlar sus estremecimientos, su espalda estaba cubierta por una capa de brillante sudor y su corazón golpeaba contra el pecho. Lord Kirbridge, sin decir absolutamente nada, la ayudó a descansar los brazos sobre mesa y separó sus piernas hasta dejarlas en la posición correcta. Valeria controló la respiración al sentir la esquina de la mesa presionándo contra su pubis, la mirada de su marido en el trasero levantado y las puntas de los dedos rozando el suelo; a eso se le sumaba la humedad que resbalaba entre sus pétalos mojados y empapaba el mantel. ¡Qué horror!
- Lo siento - se disculpó con un hilo de voz, casi sollozando al darse cuenta de que había tenido un orgasmo sin haber recibido permiso.
- No lo lamentes, amor mío, te he regalado ese orgasmo. Y espero que lo hayas disfrutado porque el siguiente tardará una eternidad en llegar...
Su última palabra fue acompañada por una palmada picante en una de sus nalgas. Lady Kirbridge se estremeció con un jadeo y cerró los ojos, notando como el calor se arremolinaba justo en la zona golpeada y, al instante siguiente, se licuaba derramándose por su pierna, enviando un poco de calor a su sexo expuesto.
- Cuenta - exigió él, dando un azote en el mismo lugar.
- Uno... - gimió ella, cerrando los puños con fuerza.
- No, no, ese era el segundo, mi amor - lord Kirbridge emitió una risa profunda y azotó su otra nalga con fuerza.
- Tres - dijo entonces lady Kirbridge.
- No te oigo, mi amor. Relájate, relájate... - acarició sus dos nalgas con mucha suavidad, amasando el calor que crepitaba bajo su piel hasta que se tranquilizó. - Empieza otra vez.
- Uno - jadeó la mujer cuando la mano abierta de lord Kirbridge impactó contra su nalga derecha. - Dos... tres... cuatro... - empezó a contar. No había dolor, solo un hormigueo constante, pequeñas explosiones de calor que se incrementaban con cada nuevo azote. - Cinco, seis, siete... o-cho, n-n... d-ddiez...
- Te has saltado uno - corroboró lord Kirbridge. - Empieza otra vez.
¡Plas! El azote resonó por todo el salón, llenando las mejillas de lady Kirbridge de un intenso carmesí. La sangre y el calor se acumulaban en sus dos curvas traseras, como dos cerezas maduras.
- Nnnno... - balbuceó. Lord Kirbrdge acaricio su dolorida curva enrojecida, la derecha, ya que la izquierda le ardía un poco menos y empezó a palmearla con rapidez, plas plas plas, a un ritmo tan veloz que lady Kirbridge no fue capaz de seguirle.
- ¡Cuenta! - exigió con dureza.
- Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seissieteochonuevediezaaah - la numeración salió a borbotes de sus labios hinchados, entremezclada con sollozos. Un nudo se acumulaba en su vientre y cuando lord Kirbridge dio el último golpe - Once... - ella estuvo a punto de tener un orgasmo.
El proceso se repitió en su otra nalga y para cuando el hombre hubo saciado su deseo de azotarla con las manos, el trasero de lady Kirbridge lucía rojo como un tomate. Tenía el sexo empapado y todo su cuerpo temblaba, con la sangre espesada en las entrañas. Sostenía sus piernas con los pulgares de los pies y los puños cerrados arrugaban el mantel; por debajo de su pubis, sobresalía el vértice de la mesa, picudo y anguloso. Lord Kirbridge se desabrochó la corbata con lentitud y la depositó cerca de la mirada de su esposa. Ella tembló y gimió, lamiéndose los labios, sintiendo el trasero al rojo vivo.
- Me encanta esta vista... - murmuró él con la voz ronca. Deslizó un dedo por la curva de sus nalgas, deteniéndose entre ambas, justo encima de la entrada de su sexo. Ella contuvo el aliento. - Dime una cosa, amor mío, ¿cuánto te gusta sentirme justo aquí? - preguntó lord Kirbridge, presionando, pero sin entrar, la yema de su corazón contra su entrada trasera. Cuando ella quiso responder, su otra mano penetró su sexo y lady Kirbridge solo pudo emitir un gritito. - ¿Es aquí dónde te gusta más? - insinuó presionando de nuevo el dedo en su entrada trasera. Una sensación de quemazón hizo que la mujer clavara las uñas en la mesa y elevara el trasero en una muda invitación. - ¿O es aquí? Dímelo, por favor... ¿Aquí o aquí? De tu respuesta depende que te folle primero en un lugar o en otro.
Su exigencia enfebreció a lady Kirbridge, sentía sus dedos firmes y grandes cubriéndola por todas partes. Y la esquina de la mesa presionaba demasiado contra su sensible pubis. No podía negar que ahora, con todo su sexo depilado y liso, podía sentir las caricias de una forma más intensa; obscenamente intensa y mucho más placentera. Sumida en sus propias sensaciones, al no recibir la respuesta deseada, lord Kirbridge retiró el dedo del interior de su sexo y azotó su preciosa nalga con dureza.
- ¿No me has oído?
- Lo... siento - gimió ella con los ojos empañados, seguido de un sollozo. El golpe había dolido especialmente. - No he entendido lo que me has preguntado...
- Ay, ay, ay, mi amor... voy a tener que enseñarte a prestar más atención.
Una dama al acecho de Esther Hatch (Proper Scandals #1) narrado por Sonia
Román
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Sinopsis:
¿Una gran belleza puede ser una desgracia? Para Grace, sí, la envidia que
genera en otras mujeres hace que la vean como enemiga. ¿Será encontr...
Hace 6 días
Creo que estoy mareada......un poquito de aire...un poquito de agua...
ResponderEliminarMadre mia, sin aliento estoy...creo que Lady Kirbridge no es la única a la que se le disparan los sentidos.
Fantástico Paty, realmente provocas mucho. Un besazo.
Genial como siempre! Estaba deseando leer la continuación y me ha encantado!
ResponderEliminarEso sí, me dejas con deseo de más y más...
Un beso muy grande ;)
Sin palabras...
ResponderEliminarCon calores...
¡Uff! Intenso, intenso.
¿En resumen?
Apoteósico ^^
Espectacular!! Me encanta!
ResponderEliminarUn besazo!
Obviamente, la respuesta correcta, es en ambas por igual.
ResponderEliminarMe ha gustado especialmente la parte donde Lord Kirbridge describe los deslices de su esposa durante el dia, ha otorgado de una mayor ansia y contencion por parte de Lady. Como si llevara sufriendo durantes las ultimas 24 horas, y ahora que esta siendo sometida por su marido, obtiene alivio.
Un gusto leerte!
Mmmmmmmmmm.....
ResponderEliminar"Comer con la boca llena es de mala educación"
Es así?? XDDDDDDDDD!!!!
Ya ya, no digo nada! XDDD!!!
Pues que te digo???? Habría que enseñarle a muuuuuuuuuuuuuuuchas personas que la comida y las mesas sirven para muuucho más que una simple cena o almuerzo, y que los ángulos y los números no sólo son importantes en las matemáticas jejeje.
Deli, as usual ;)
Te espero con más.
Muakssssssssssssssss! Buena semana!
Espectacular, sublime, delicioso... ¿más?, no creo que haga falta decirte de nuevo lo fabuloso que escribes querida, jejeje
ResponderEliminarPor cierto, me pregunto yo... ¿que respuesta dará nuestra querida Lady Kirbrige?. Estoy deseando conocerla...
Saludos querida y feliz comienzo d semana!, muak!
Paty, nos subes la temperatura..
ResponderEliminarEste capitulo de principio a fín me ha ido emocionando(por no decir algo más)
Miedo y gusto me va a dar ese adiestramiento cada vez más duro e implacable de Lord Kirbridge...
Un saludo!! :)
Cuanto juego dan esas fresas! Y sobre la mesa elegante del salón? Una fantasía hecha realidad. Que intensidad de historia de verdad!Que potente es este lord.Besikos guapetona! Gracias por esta historia
ResponderEliminarDelicioso
ResponderEliminarPor favor,cual era la pregunta???... Definitavente no se con cuál de los dos me quedaría!!!... Que delicia de capítulo.
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