Consecuencias (IV)

Sentimientos encontrados de miedo, incertidumbre, culpa y deseo atormentaron a lady Kirbridge cuando su frente tocó el frío espejo. La calidez de su respiración pronto empañó la pulida superficie, cubierta por el rocío de los vapores del baño. Mientras ponía las manos por encima de la cabeza y separaba los muslos se mordió los labios, reprimiendo un gemido de anticipación. Esperaba con impaciencia un merecido castigo, Su castigo; unos azotes sobre su piel ya maracada y todavía caliente. El dolor no le importaba.

Desde aquella posición no podía verle, pero podía notar su poderoso aroma envolviéndola, el calor que su cuerpo desprendía y se transmitía al suyo debido a la cercanía. Cuando lord Kirbridge puso una mano sobre su cadera desnuda, ella se estremeció abrumada por la sorpresa. Cerró los ojos, sintiéndose invadida por el potente recuerdo de lord Kirbridge el primer día en que Él la besó, la abrazó y la acarició hasta hacerla perder la razón. Eso había sido algo que, misteriosamente, no había vuelto a sueceder y ella nunca supo porqué lord Kirbridge no había vuelto a colmarla de atenciones.

Los dedos del hombre recorrieron suavemente la curva de su cintura y su otra mano se unió en el camino ascendente por su espalda. Retiró cuidadosamente el cabello húmedo de su nuca dejándolo caer sobre su hombro y su pecho y recorrió la línea de su columna hasta el final, dónde sus nalgas resaltaban brillantes con un tono violeta muy apetitoso. Depositó un beso entre sus hombros y Lady Kirbridge dejó escapar un jadeo ahogado.

- Te adoro... - murmuró atrapando su oreja entre los dientes. Ella se limitó a sollozar angustiada por la culpa y sumida en un nuevo torrente de placer. Cuando lord Kirbridge extendió algo frío por sus cicatrices, ella protestó. No recibió por ello ningún castigo y eso la atormentó; necesitaba sentir su mano caliente golpeándola y dejando un rastro de fuego sobre su piel porque solo así sentiría que todo iba bien entre ellos. No podía evitar sentirse inquieta por este cambio tan radical en su esposo.

Lord Kirbridge cubrió de caricias la espalda de la mujer, aliviando el picor de los azotes. Un suave hormigueo se extendió por la piel y ella comprendió entonces que, en lugar de atizarle como debería haber hecho, aplicaba con ternura un aceite calmante que desprendía un suave aroma a rosas. Luego, con mayor cuidado, dedicó especial atención a sus muslos, acariciando decididamente el interior de estos, rozando azarosamente su tierno sexo para provocar intensos ramalazos de deseo en el cuerpo de la mujer. Con grandes movimientos cubrió sus nalgas de aceite, acariciando cada una de sus marcas, enmascarando sus movimientos con dulces caricias hasta que, sin previo aviso, llevó los dedos a su estrecha cavidad.

- Oh... - lady Kirbridge contuvo el aliento cuando sintió como el dedo de su esposo la invadía. Impregnado de aceite, no le costó mucho esfuerzo hundirlo profundamente para empezar a masajearla delicadamente. El escozor se alivió con presteza, pero lord Kirbridge no parecía tener intención de frenar las caricias en aquel lugar. Cuando ella, incapaz de soportarlo, emitió un lamento de placer, Él aumentó la intensidad y lady Kirbridge se aplastó contra el espejo incapaz de respirar con regularidad.

- Me agrada comprobar que todavía estás dilatada, mi amor... - murmuro su esposo con voz profunda. Ella se sintió húmeda y le temblaron las rodillas. Cerró con tanta fuerza los dedos alrededor del marco del espejo los nudillos se le volvieron blancos y empezó a gemir de nuevo al compás de aquellas caricias, dejando marcas de vaho que crecían cuando exalaba y desaparecían cuando se enfriaba el ambiente. - Mmm... Dilatada y más que preparada para que te haga mía por aquí detrás.

Las palabras de su esposo sonaron deliciosamente posesivas y lady Kirbridge se estremeció de puro deseo con los ojos llenos de lágrimas de emoción. Escuchó un zumbido y supo con total certeza que lord Kirbridge se había quitado el cinturón. Con un trémulo suspiro, lady Kirbridge pensó que la azotaría cuando hizo restallar el cuero contra el espejo y ella gritó. Pero lo que hizo Él fue simplemente atarle las muñecas juntas y cerrar el puño detrás de su cabeza agarrándola del pelo. La apartó con violencia del espejo y la lanzó al suelo. Lady Kirbridge se prestó a caer de rodillas y hundió la cara contra los azulejos del baño terriblemente asustada. Lord Kirbridge se cogió las manos detrás de la espalda y se envaró, mirando fijamente a su esposa con el semblante serio desde su elevada posición dominante.

Durante cinco largos minutos, Él no dijo absolutamente nada y lady Kirbridge empezó a preocuparse. Sabía que su esposo se estaba controlando, que no terminaba de liberarse por completo y ella desconocía la manera de proceder en estos casos. Con gesto tembloroso, gateó con dificultad hasta los pies de lord Kirbridge y sin tocarle con las manos ni lanzarle una mirada, depositó un beso en sus lustrosos zapatos. Él no se apartó y lady Kirbridge se sintió muy aliviada; cubrió de besos los pies de su Amo con devoción.


Él retrocedió un paso y ella le siguió. Lord Kirbridge sonrió por el desafío retrocedió de nuevo y contempló con orgullo como ella le seguía. Lentamente, continuó caminando de espaldas hasta abandonar el cuarto de baño y entró en la habitación. La espalda de su esposa se veía brillante por el aceite, roja por los azotes y las curvas de sus músculos y sus huesos se marcaban por el esfuerzo de gatear con las manos atadas. Sus nalgas y sus caderas se contoneaban al ritmo de sus pasos y demasiado ansioso por poseerla, volvió a agarrarla de pelo para arrastrarla a trompicones hacia la cama.

La hizo caer de bruces contra el colchón, observando sorprendido como ella ni se resistía ni cambiaba la posición después de haber caído. La atrajo hasta el borde para que pudiera poner los pies en el suelo y separó sus piernas golpeandole el tobillo con el pie. Ella ni siquiera se resistió, solo gimió, frotándose al suave edredón para acomodarse lo mejor posible y que Él la poseyera a su gusto. Se arrancó la ropa con desesperación y se aferró a sus caderas. Ella levantó las nalgas con ansiedad. Lord Kirbridge se controló de nuevo cuando ya levantaba la mano para descargar un azote por su osada insinuación.

- ¿A quién perteneces? - preguntó, resoplando por la nariz, con la voz inflamada por el deseo.

- A ti... - susurró ella con un suspiro, con la boca pegada al edredón. Gimió ansiosa sintiendo el calor de su esposo entre los muslos expuestos.

- ¿Y quién soy Yo? - bajó la mano hacia su redondo trasero, pero no llegó a golpearlo, simplemente la puso encima de su nalga con la palma abierta. Lady Kirbridge sintió cómo su humedad empapaba la tela que tenía debajo y mordió el edredón, agarrándose a él con las manos cuando lord Kirbridge rozó su sexo con la punta ardiente de su espada.

- Mi Amo... - gimió ella apenas sin voz.

Él se estrechó a la mujer haciendo que sintiera la calidez y la dureza de su miembro mientras dirigía su extremo hacia el lugar dónde nacia su sexo, presionando contra el dolorido botoncito hasta escuchar como un aullido surgía de sus labios hinchados y mordía el edredón con fuerza. Lord Kirbridge ya no podía pensar con claridad, sentía como ella temblaba bajo su cuerpo, como su dulce néctar cubría su miembro duro como una roca. Se movió, frotando su sexo a los suaves pétalos de ella, torturándola y sufriendo las consecuencias de postergar el momento. Subió una mano por su espalda y se aferró a su pelo, tirando de la cabellera para que levantara la cabeza. Él se inclinó hacia delante, pegándose a la espalda de lady Kirbridge, admirando la textura aceitosa de su piel.

- Dilo otra vez. ¿A quién perteneces? - gruñó en su oído, removiéndose entre los muslos calientes de su esposa, a punto de atravesar sus defensas. Necesitaba escucharla una vez más... solo una vez más.

- A tí, mi Amo...

Se hundió en ella antes de que hubiera terminado de hablar y los dos gimieron a la vez pillados por sorpresa. Ella empezó a jadear con ansiedad y él, movido por su entrecortada respiración, respiró con ella y acompasó unas profundas embestidas al ritmo de sus sonoros jadeos.

- Repítelo... repítelo - masculló colmándola de placer.

- A tí... a ti... mi Amo... A... ti - balbuceaba lady Kirbridge con los ojos llenos de lágrimas y la voz quebrada. - Oh, mi Amo, a tí... - su voz se cortó y de sus labios solo surgieron lamentos ahogados.

Lord Kibridge se volvió agresivo y aferró el rostro de lady Kirbridge con ambas manos, apretándose dolorosamente a su cuerpo con cada movimiento, haciéndola gritar de dolor y de placer. Besó amorosamente su frente sin dejar de penetrarla, obligándola a retorcerse bajo su cuerpo y llevándola al límite hasta que escuchó sus asfixiados gemidos y entonces, le dio permiso.

- Córrete, mi dulce esclava...

Lo hizo con una violencia tal que no tardó en arrastrar a lord Kirbridge con ella hasta que los dos se elevaron hasta las puertas del Paraíso y ante sus ojos ninguno vio otra cosa que no fueran puntitos brillantes. Lady Kirbridge se estremecía sin control y él no dejó de hundirse en ella desesperadamente, descargando toda la tensión y toda su lava ardiente en las cálidas aguas de su anegado sexo hasta que finalmente, ella se derrumbó agotada. Él le retiró el pelo del rostro y la miró a los ojos con el rostro encendido, besándola mientras su placer seguía en latente en ellos.

- Todavía tienes la piel un poco irritada, porque Crawford es un hombre muy desconsiderado. Dejaré que te recuperes, mi amor y entonces... entonces seré yo quién cubra tu piel de marcas que lucirás con orgullo - acarició sus muslos cubiertos de suave aceite y ella gimió como protesta, con los párpados caídos por el cansancio y el placer. - No, pequeña, quiero disfrutar de tu cuerpo hasta que se haga de noche. En ese momento, te dejaré descansar... - con el corazón desbocado, lord Kirbridge la besó amorosamente. - Te quiero.

- Y yo a ti, mi Amo - gimió lady Kirbridge con una sonrisa.

9 intimidades:

  1. Bueno, he tirado la casa por la ventana y la culpa es de este resfriado que he pillado T_T

    Así que esta entrada está escrita desde la fiebre por lo que disculpo antes de nada de lo mal que está, ains... u.u

    Un saludo ;)

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  2. ¿Mal?, ¿has dicho que este pedazo de capítulo está mal?. Mira, no me hagas enfadar, eh?, jejeje. El día k aparezca en este blog algo escrito "mal", es x k no ha sido cosa tuya, jejeje.

    Me encanta la relación k tienen estos dos y ya estoy ansiosa por saber cuando Lord K se apropiará de su parte trasera, jejeje.

    Un beso guapa y k t mejores!, muak!!!

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  3. Mal dice....la fiebre te ha dejado tocada!!!
    Esto no es darle una vuelta a la tortilla es darle diez. Pero a mi cada vez me pone más, y parecía que nada podría superar a Lord Crawford, buaaaaa que no, menudo descubrimiento Lord Kirbridge.

    Fantástico como siempre.

    Un besazo Paty.

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  4. Anónimo13:00

    Espero que te recuperes pronto del resfriado, y me uno a lo dicho por las chicas, esta entrada está realmente muy bien escrita, le has dado un buen empuje al tema del BDSM, realmente te ha quedado muy bien.

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  5. Menuda consecuencia, Paty...
    Sigue con fiebre, por favor XDDDD!!!!!!!!

    Ainsss... qué calor ¿no?......

    Buen finde, pluma linda =)

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  6. Gracias por vuestras palabras de ánimo :)

    Dulce, no estaba al 100% de mis capacidades. Por eso no tuve en cuenta nada de nada y lo escribí todo sin pensar en las... ¡Consecuencias! Jajaja, me encanta usar el título xD

    Seishi, ¿hace mucho calor por ahí? :D

    Hola princesa. ¡Esa era la consecuencia! Encontrarse con un dominante más dominante que el anterior :) (¿será eso posible?)

    Hola Kelly, gracias por tus ánimos. Esto no ha sido más que una práctica, esperemos llegar a tener la suficiente imaginación para no caer en los tópicos.

    Hola Sweeet! Respirando hondo y abanicate. Sabes que a medida que avance y profundice entre estos personajes la temperatura subirá más y más, ¿no? Avisada quedas :D

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  7. Anónimo19:33

    Por fin Lady K. ha llegado a su Destino. me froto las manos imaginando lo que le (nos) espera ahora que el cochero ocupa su sitio en el pescante.

    Disculpa el retraso, Paty. Cosas de la vida.

    Un beso desde La Luz

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  8. Hasta con fiebre eres increíble... Me has dejado muda,sin articular un ohhh!!!!... Me encantan las fotos!!!!

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