Estaba tan aturdida que no fue capaz de reaccionar. Todavía estaba impresionada por la inesperada y fulminante aparición de lord Kirbridge, al cual no esperaba tener que enfrentarse hasta dentro de unas horas, a la hora del almuerzo. Aparecer de esta forma durante su baño, rompiendo la burbuja de tranquilidad en la que se había sumergido ella misma para protegerse, alteraba completamente el rumbo de los acontecimientos.
- ¿Q-qué has dicho? - balbuceó con la boca abierta y las manos aferradas a los extremos del cinturón de la bata.
- He dicho que no te cubras, que dejes la bata abierta para que pueda verte - repitió el hombre con extrema suavidad. Valeria tragó saliva, intentando deshacer el nudo de la garganta.
Lord Kirbridge vestía el mismo traje que había llevado aquella noche en la fiesta de la que ella se había excusado para irse con Crawford, salvo que había perdido la corbata y el cuello de la camisa estaba aflojado; en la mano llevaba la chaqueta. Parecía cansado, como si no hubiese dormido en casa toda la noche, igual que ella; pero tenía la mirada firme y decidida. Si ella había estado con Crawford, ¿dónde había estado él?
Consciente de la renuencia de la mujer, lord Kirbridge penetró en la estancia sin vacilación, inundando la habitación con su devastadora presencia. La fragancia azucarada de las sales fue rápidamente neutralizada por el aroma a madera recién cortada, a cuero y a miel que él desprendía, un aroma que abrumó los débiles sentidos de lady Kirbridge. Fue como un golpe directo a su vientre que a punto estuvo de doblarla por la mitad. Una bola de fuego descendió hasta el interior de sus muslos y estalló entre ellos enviando una onda expansiva a sus piernas. Se sorprendió de tan inesperada reacción y sobre todo, se sorprendió con la ligereza con la que su marido invadió su espacio personal en cuestión de segundos, como una ola estrellándose contra las rocas de un acantilado, clavándole una mirada tan intensa que era imposible apartar la vista de sus ojos.
- Quiero que lo hagas, pequeña. Quiero que obedezcas - insistió. A ella le temblaron las piernas, lord Kirbridge nunca había empleado semejante tono con ella. - Solo tienes que soltar ese nundo que hay alrededor de tu cintura. Hazlo. Ahora.
Con manos temblorosas, sin poder apartar la vista de los penetrantes ojos de su marido, deshizo el lazo del cinturón. Vio como él curvaba los labios en una sonrisa satisfecha, una sonrisa que nunca había visto en él. Un escalofrío le recorrió el espinazo. Era consciente de que en cuanto retirase la tela de su cuerpo, él vería las marcas de su piel, las cicatrices de la aplicada disciplina de lord Crawford. Pero lord Kirbridge no parecía sorprendido por nada, ni por su vacilación, ni por su confusión, ni por nada. Siempre había sido un hombre con un férreo control sobre sus emociones, un control más allá del límite normal de un ser humano; nunca, jamás, había perdido los estribos. Y esta situación no parecía ser una excepción, pues mostraba una expresión totalmente indescifrable. Tal actitud irritaba profundamente a lady Kirbridge, él siempre era comedido, siempre controlado, siempre... frío. No era como el ardiente Crawford, quién a pesar de ser otro hombre de emociones controladas, era tan arrogante que en su soberbia se veía obligado a actuar con una vehemencia aniquiladora.
- La bata. Ábrela. Ya - las órdenes fueron cortas y precisas. La presionaba, pero no la apremiaba. Algo dentro de su mente le dijo que lord Kirbridge no dejaría de insistir calmadamente hasta que ella hiciera lo que él había mandado. Sabía perfectamente que ese hombre tan obstinado, tan tranquilo, podía pasarse el día entero esperando que ella obedeciera. Con el miedo pegado a la piel, lentamente, lady Kirbridge separó ambos lados de la prenda. No pudo evitar mirar al suelo, incapaz de sostenerle la mirada a su marido por más tiempo, mientras desnudaba sus pechos, su vientre y sus piernas. - Buena chica - alabó lord Kirbridge. - Pero no quiero que bajes la cabeza, a menos que yo te lo diga.
Puso un dedo bajo su barbilla, levantó su rostro y presionó los labios contra los de su esposa, dejándola totalmente fuera de juego. Eran cálidos, fuertes, sabrosamente masculinos. Antes de que ella pudiera pensar, la besó con suavidad, humedeciendole los tiernos labios sabor a melocotón. Ella suspiró, presa de una angustiosa inquietud, ¿desde cuando lord Kirbridge sabía besar así de bien?
- Conrad... - gimió su nombre como si no le conociera de nada.
- Tienes los labios hinchados y calientes, pequeña - respondió el lord sonriendo. Cubrió su mejilla con una mano fuerte y sólida y le acarició el labio inferior con el pulgar hasta que ella, sin pensarlo, abrió la boca en una sorda invitación. Pero lord Kirbridge consideró que, por el momento, no iba a concederle ningún regalo más. La miró de nuevo a los ojos, siendo consciente de su confusión y encantado de ver como su esposa se debatía internamente. - Voy a hacerte una pregunta, mi amor, y quiero que seas sincera - dijo pausadamente, para que ella entendiera. El miedo bailó en las pupilas de la mujer. - Confía en mi, responde sinceramente, sin temor.
De pronto lady Kirbridge sintió la mano de lord Kirbridge en el vientre. Jadeó por la impresión, mirándole llena de confusión. No pudo apartar la vista ni cuando Él rodeó suavemente uno de sus pechos con la enorme mano. El roce le provocó un intenso mareo, todavía estaba sensible, dolorida y aquella caricia le traía recuerdos que ella solo quería olvidar. Con el dedo índice, lord Kirbridge acarició su lastimada punta, arrancándole un débil lamento de entre los labios.
- ¿Estás lista para responder? - ella asintió, con lágrimas en los ojos, parte por el agudo placer que prodigaba su dedo, parte por que sospechaba cual iba a ser su pregunta. - Solo quiero oirlo de tus labios, nada más. ¿Con quién has pasado la noche?
- Con lord Crawford - respondió con un sollozo, a modo de confesión, antes incluso de que lord Kirbridge hubiese terminado la frase. El miedo arraigó con más fuerza en su corazón cuando descubrió que eso no sorprendió en absoluto a su marido. Nada sorprendía a lord Conrad Kirbridge.
- Ahora responde con un sí, o con un no - atrapó su pezón con dos dedos y pellizcó dolorosamente. Ella gimió. - ¿Disfrutaste?
- Sí.
- ¿Mucho?
- ... Sí.
- ¿Lo bastante como para desear que te someta otra vez?
- Creo... Ay, ay...
- He dicho que solo respondas con un sí, o con un no - repitió lord Kirbridge con dureza, presionando más su pezón. - No dudes. ¿Sí o no?
- Sí, sí - imploró ella.
Lord Kirbridge enterró los dedos entre los cabellos de la mujer y la obligó a abrir la boca para sumergirse en ella. El beso se volvió profundo, en algo tan íntenso que borró de un plumazo todas las dudas de lady Kirbridge. Envolvió su lengua con la suya, como si no tuviera nada mejor que hacer en las próximas horas y con un ansia devoradora, el hombre engulló los suspiros de su esposa. Ella se apretó contra él, abrazándolo ávidamente, sintiendo como sus pechos desnudos se rozaban dolorosamente contra la tela de su camisa. Emitió un lamento desde lo más hondo de su ser.
- Calma, calma, pequeña - dijo lord Kirbridge al cabo, respirando en sus labios, sin dejarle espacio para respirar.
- Conrad... - volvió a gemir ella, con el anhelante deseo de encontrar respuestas a aquella locura de placer que se la estaba comiendo viva.
- ¿Si? ¿Hay algo que quieras preguntarme?
- ¿Por qué lo sabes? - preguntó. La cuestión no era cómo había podido lord Kirbridge averiguarlo, sino la razón por la cual sabía exactamente lo que había pasado. Lord Kirbridge era perro viejo, era como si hubiese hecho propia la expresión "Más sabe el Diablo por viejo, que por Diablo"
Por toda respuesta, lord Kirbridge rodeó su cintura con ambos brazos y apretó el pecho contra el cuerpo de su esposa. Al instante lady Kirbridge sintió la inmensa y abultada excitación de su marido. Se le escapó un suspiro de asombro. La boca de lord Kirbridge se deslizó por su mejilla hasta golpearle la oreja con su aliento cálido al hablar.
- Porque yo estaba allí, amor mío...
Un océano de niebla de Elizabeth Bowman - Narrado por Arancha Del Toro
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Sinopsis:
El mundo se ha terminado para Gillian ahora que él la ha abandonado. Es
cierto que una niña ha nacido de los dos. Pese a eso, ella no puede co...
Hace 3 días
Guauuu!, "Por que yo estaba allí, amor mío...", k fuerte!!!, y como ella había estado con los ojos vendados, no se había percatado de ello!!!, jajaja.
ResponderEliminarPaty, me encanta el giro k tá tomando la historia jejeje. Aunke para serte sincera, me gustaría ver a Valeria haciendo un trio con estos dos machos dominantes, eso sería la guinda del pastel!, jajaja
Bueno reina, voy a mirarte eso del correo (k acabo d conectarme d nuevo y aún no lo he hecho) y ya te digo, vale?.
Venga, un besito y hasta otra!, muak!!!
Buff! que giro toman los acontecimientos, cuenta cuenta que estamos enganchados.
ResponderEliminarbien por tu trabajo, Un abrazo.
Díos mio, no tengo vocabulario suficiente para expresar lo mucho que me gustó.
ResponderEliminarHola!! acabo de descubrir tu blog gracias al club de las escritoras y me ah gustado muchísimo!! ya hice mi votación, aunque no creo que gane mi elegida :(
ResponderEliminarSin embargo me parece una idea increible que le des la oportunidad a tus lectores de decirte lo que quieren leer. Va ganando la bella durmiente, si gana definitivamente quiero ver lo que escribas ya que mi escritora favorita Anne Rice ya ah sacado algo de la bella durmiente con temática erótica, sería genial conocer tu visión sobre ese mismo tema ^_^
Ya te sigo!!!
Besos!!
Wow... impresionante.
ResponderEliminarMuy sensual, con un toque justo que te mantiene pegada desde la primera frase hasta la última, me ha encantando.
Besos
Hola Dulce, esta historia tiene muchos más giros de los que esperas... ¡y este es solo el primero! xD Sobre tu sugerencia... creo que lady K moriría de un infarto si tuviese que centrarse en las órdenes de dos personas como lord C y lord K xD
ResponderEliminarHola roskyy, igual que le digo a Dulce, los giros de los acontecimientos van a ser muchos de aquí en adelante :D
Bienvenida Ingrid, exprésate como puedas,¡me servirá de ayuda para futuros relatos! :)
Bienvenida Nina, no te preocupes, esto es solo el comienzo, ya que pretendo escribir más de un cuento. He leído el primer libro de la trilogía que Anne Rice escribió sobre la Bella Durmiente, la verdad es que está muy bien, me ha servido de ayuda para comprender un poco más el tipo de temática que emplea ;)
Hola Kelly, como he dicho antes, esto es solo el principio, de momento solo hay tensión, en el momento que llegue la acción a lady K le dará un pasmo tremendo :P
Besos ^^
Escribes de puta madre.
ResponderEliminarEl final estupendo.
Aunque con una semana de m&%$% no he dejado de venir y leerte, aunque tengo una última página que no me aparece con el post respectivo, seré yo??? :(((((
ResponderEliminar(Como siempre, encantada con tu pluma, Paty)
Buen finde!!!!!
PERO QUE FUERTEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE (sigo leyendo...)
ResponderEliminar"- Porque yo estaba allí, amor mío... "
ResponderEliminarmadre mía...vuelvo a leerlo y me sigue sorprendiendo.
Sí, sí, ¿resulta sorprendente verdad? Pero es que esta historia merecía un giro con estilo... y lord Kirbridge tiene mucho de eso :P
ResponderEliminarMe encanta!! Creo que Lord K me pone más cachondaque Lord C. Ay Dios!
ResponderEliminarNoooooo! Tenas! He quedado boquiabiertaaaa!
ResponderEliminarOMG!!!... Mira que ya lo había leído pero no por ello dejo de sorprenderme... No se quien me gusta más!!!.... Increíble!!!!
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