Obedeció. Por cuarta o quinta o sexta vez obedeció el mandato de lord Crawford. Tardó unos segundos, unos segundos eternos, en concentrarse y reprimir el anhelo por obtener alivio. Comenzó a moverse. Despacio, lento, para que Crawford se diera cuenta del esfuerzo que estaba haciendo por satisfacer sus peticiones. Él dejó la mano completamente quieta, la palma abierta sobre su sexo y el dedo corazón erecto, listo para estimular todas las zonas por las que ella quisiera rozarse. Le estaba dándo la libertad para gozar como quisiera, pero no le daría la satisfacción del alivio.
- Muevete con brío, corazón. Eres un animal hermoso, compláceme con la vista y con el tacto, quiero sentir cómo te mueves para Mí.
Lady Kirbridge movió las caderas a un ritmo completamente irregular. Estaba nerviosa, avergonzada, acalambrada, agotada física y mentalmente. Pero moverse libremente para acariciarse contra una mano dispuesta para ello resultaba muy estimulante. Lo primero que sintió fue el intenso roce de sus pliegues contra la base de la mano, encharcándola con su excitación. Sentía cómo se le escapaba la humedad entre los dedos. La punta de su dedo completaba la tarea, presionando contra zonas más profundas. Lady Kirbrigde apretó los labios para acallar sus gemidos, encontrando por fin un ritmo más o menos estable, sintiendo el dedo crispado de Crawford clavarse entre sus labios hinchados con cada movimiento.
Tenía los ojos cerrados por mandato de Él y no iba a abrirlos; ni siquiera sabiendo que le tenía justo enfrente y que estaba mirándola, viendo como su cuerpo temblaba y se movía, observando como ella se excitaba con más intensidad y se movía para frotarse con mayor satisfacción.
- Vamos, ¡vamos! Haz que Mi dedo se hunda dentro de tí. Yo no lo voy a mover, muévete tú, corazón. ¡Venga!
Sus palabras la espoleaban. Perdida toda decencia, dignidad o decoro, lady Kirbridge simplemente se dejó llevar. No era fácil, no era nada fácil conseguir que su dedo penetrase si él no hacia fuerza hacia arriba; tuvo que hacer presión hacia abajo para que por fin, tras varios intentos, el dedo entrase sin resistencia. Ninguna resistencia. Suspiró de gozo, pero apenas si podía sentirlo hundido entre sus carnes y era algo que anhelaba.
- No he dicho que pares... ¿Lo he dicho?
- No, señor - respondió solícita, moviéndose y retorciéndose sobre su mano, con el sudor bajándole por las sienes debido al nerviosismo y la frustración por no lograr lo que se proponía. Empezó a mover las caderas con ansiedad, hacia delante y hacia atrás, buscando la manera de recorrer más zona, la forma de hundir su dedo más dentro, la manera de gozar con más indecencia. A veces el dedo se escapaba y, sin querer, presionaba contra la base del artilugio de su trasero, haciéndola temblar. Se frotó ansiosamente, cada vez con más intensidad, a la palma de la mano para satisfacer su necesidad, buscando su dedo, complaciéndose, excitándose. Y Crawford la azuzó con palabras cargadas de tensión.
- Sigue, corazón, sigue... muy bien, muy bien, mm... estás tan suave, tan húmeda. Quiero sentirte más hondo, quiero tocar más dentro, haz que toque más dentro, ¡venga! Retuercete, remuévete, estremécete...
Ella no podía soportarlo más. Todo su cuerpo se agitaba y temblaba. Quería terminar ya, quería que su dedo se hundiera en sus entrañas. En lo más hondo de su ser, incluso, deseaba que Él no se limitara a acariciarla únicamente con uno de sus voluptuosos dedos.
- ¡Quieta! Oh, sí, quieta... Cuán dulce y tierno es tu interior, como tiembla, cómo ansía palpitar, ¿quieres terminar ya?
- No... no, señor.
- ¿Y cuándo quieres tener un orgasmo? No dejes de moverte mientras respondes.
- Cuando... cuando usted diga, señor...
- Bien, muy bien...
Lentamente, Crawford extrajo la mano de entre las piernas de lady Kirbridge. Ella sollozó. Con dedos húmedos recorrió el vientre de la mujer para después bordear uno de sus doloridos pechos, haciendo que la pincita se moviera y enviase un latigazo de placer a su entrepierna. Lady Kirbridge gimió. Crawford dibujó el arco de su clavícula siguiendo la suave curva para, finalmente, ascender hasta sus tiernos labios. Ella abrió la boca dócilmente; recordaba lo mucho que le agradaba que él metiera los dedos en su boca. Le gustaba que metiera sus sabrosos dedos en todas las partes de su cuerpo. Crawford penetró su boca, acariciando suavemente su lengua y ella lamió la humedad.
- ¿A qué sabe? - exigió saber.
- No... no lo sé, señor... - respondió lady Kirbridge con temor. Lo pensó tanto tiempo que se estremeció de pánico. Ella solo quería chupar sus dedos tan deliciosos, tan dulces, tan pasionales. Pero si no respondía los sacaría de su boca y no podría disfrutar de ellos. - ¿A mí...? - respondió sin dejar de morderlos.
- Sabe a tí, corazón. ¿No te das cuenta? Sabe a cachorrilla en celo, a tierna cachorrita excitada... Ahora, mi perrita lujuriosa, pon la frente en el suelo y las manos en la nuca.
El nuevo adjetivo del vocabulario de lord Crawford no sorprendió a lady Kirbridge. Le sorprendió no ofenderse por que la hubiese llamado perra lujuriosa y se asustó al sentirse más excitada todavía. ¿Qué cotas de excitación podría llegar a alcanzar? ¿Existiría un límite? ¿Había sobrepasado ese límite? ¿Y porqué no se sentía humillada por aquel insulto gratuito? Se horrorizó por desear que la llamase otra vez así.
Se inclinó hacia delante para hundir la cara en la moqueta y se agarró las manos detrás de la nuca. Sentía el sexo insensibilizado de tanto estímulo, pero su estrecho camino trasero estaba en auge, estaba cada vez más sensible y se sentía insaciable, deseoso de ser usado por Él. Ella estaba deseosa de ser utilizada.
Sintió el calor que desprendía el cuerpo Crawford en su trasero levantado, expuesto. Eran dos curvas perfectas unidas en su centro, como formando un corazón, de cuya concavidad sobresalía la base de un juguete. El lord tocó esa cosita de su trasero y el chispazo de placer hizo temblar a lady Kirbridge; los nervios de su trasero estaban en sincronía con los de sus tiernos pezones y fueron a implosionar justo en su clítoris. Ella se aguantó. Lo reprimió. Una vez más, contuvo el orgasmo; a punto estuvo de darse de cabezazos contra el suelo para aguantarse. Tuvo miedo. Si finalmente Crawford le permitía acabar, si le daba permiso para aliviar el placer contenido, el orgasmo iba a ser de dimensiones épicas. Corría el riesgo de desmayarse otra vez. No se sentía preparada para algo así otra vez.
Las manos de Crawford acariciaron sus caderas. Le azotó una nalga con la mano. Hasta ese momento no se había dado cuenta del dolor de culo que tenía. Desde sus hombros hasta sus rodillas, el recuerdo de los varazos le hormigueó la piel y los músculos de su trasero palpitaron de ansiedad.
- Tienes un culo precioso. Comparable con la hermosura de tus pezones, corazón - murmuró Él, estirando una mano hacia sus pechos. Dio un leve tironcito a la cadena que unía las pincitas y lady Kirbridge vio las estrellas, gimiendo de angustia. - Dime, ¿no te gustaría sentir llenos tus dos agujeritos?
En ese momento, Crawford se hundió en ella de una sola vez. Ella gritó por la impresión, por la sorpresa de sentirse, de repente, llena de Él. De sentirse completamente llena, llena tanto por delante como por detrás. Crawford se retiró lento, con languidez. Pudo notar su miembro duro, rígido, deslizándose por las profundidades de su cavidad. Estaba tan caliente que le quemaba hasta el alma. Volvió a hundirse en ella con un movimiento a fondo. - Ah, que suave estás, qué caliente, qué mojada... corazón, estás bien abierta para mi y eso me complace. Lo sientes, ¿verdad? Sientes eso metido en tu culito rozarse conmigo. Yo lo siento, tienes unas paredes muy finas, corazón...
El vientre de lady Kirbridge se retorció. Sí, lo había sentido, para hasta que él no lo había dicho no había sido consciente de eso. Crawford se retiró lento otra vez, sus manos acariciaron la espalda de la mujer siguiendo la línea de su columna y cuando notó que ella se estremecía, regresó de sopetón a su interior. El proceso se repitió hasta provocarle a lady Kirbridge una nueva oleada de frustración y rabia; lo único que podía hacer era someterse a sus movimientos, sentir sus embestidas. Fueron suaves al principio, llenaban todo su ser. La presión creció cuando Crawford dejó de llevar las manos por su espalda y se afianzaron a su cintura. Sintió como se agarraba a ella con fuerza y del envite se clavó en lo más hondo, presionando a la vez el juguetito de su culo que se hundió más de lo que ya estaba. Esta vez su grito resonó por toda la habitación y ya no pudo dejar de lamentarse. Crawford atacó sin piedad, con fuerza, golpeandola con su cuerpo, ejerciendo una desmedida presión en su trasero. Los envites de Crawford presionaban el juguetito de su culo, haciéndola estremecer, arrancándole dolorosos lamentos. El remolino de su vientre saltaba, rugía, burbujeataba y se retorcía. Se sentía frustrada por someterse así, se sentía utilizada, humillada, vejada... El dolor se mezclaba con el placer, se camuflaba en gozo, en deleite, en satisfacción absoluta. Se avergonzaba de sí misma por dejarse usar como una muñeca, pero sobre todo, se avergonzaba de disfrutar de los placeres de Crawford. Las acometidas del hombre se volvieron duras y más profundas. Lady Kirbridge dejó de respirar y se dobló por la mitad cuando él alcanzó un lugar muy profundo.
- Te tengo, corazón... - susurró con travesura. Y arremetió contra ese lugar. Los gritos de la mujer se transformaron en ahogados lamentos, en aullidos, en jadeos suplicantes, en estrangulados sollozos. Intentó alejarse clavando las uñas en la moqueta y empezó a reptar. Este era su límite. Apoyó el torso en el suelo y las pinzas hicieron presión sobre sus delicados pezones, el estómago se le revolvió, empujando el placer contra su clítoris. Crawford la agarró con fuerza de las caderas para que no escapara. - Muevete conmigo, corazón... búscame como yo te busco... - jadeó él, con la voz, por primera vez en toda la noche, ahogada por el placer y el cansancio. Escuchar su maravillosa voz cargada de placer envió una nueva ola de calor a su sexo y a sus pezones. Él le azotó el trasero con impaciencia. - ¿A qué esperas? ¡Haz lo que digo!... Haz lo que digo... ¡Vamos, perra, hazlo!
Lo hizo. Lo hizo porque tenía que hacerlo. Se apresuró a hacerlo. Su voz la dominó otra vez. Lady Kirbridge afianzó las manos en el suelo y sin dejar de llorar y lamentarse, movió la cadera al ritmo que Crawford imponía, un ritmo demoníaco que era imposible de seguir.
- ¿Estás lista? - rugió Él. ¿Lista? ¿¡Lista!? ¿Lista para qué? ¡No! No lo estaba, no lo estaba, no lo estaba... No estaba lista para morir...
- ¡Sí, señor! - fue todo lo que salió de su garganta. No recordaría nunca haber dicho eso.
- ¡Pues hazlo!
Explotó. Eso fue lo que hizo ella. Explotar. Implosionar. No un diminuto fuego artificial, no. Una bomba nuclear que borraba continentes, ese tipo de explosiones que luego dejaban hongos de miles de kilómetros de altura. Tuvo una duración infinita para ella, máxime cuando Crawford, aún a pesar de que ella seguía latiendo y bombeando sangre, prolongaba su delirio sin dejar de penetrarla con todas sus fuerzas, arrancándole los lamentos y los gritos y los aullidos más salvajes de la noche.
Lady Kirbridge no había dejado de temblar cuando se dio cuenta de que la historia volvía a repetirse. No sentía Su cálido nectar en el interior, ni bajando por sus piernas, ni sentía que Él se hubiese relajado. Crawford seguía en tensión, los dedos crispados y hundidos en la carne de sus caderas, su miembro duro, hinchado y al rojo vivo clavado en sus entrañas. ¿Había hecho algo mal? ¿Acaso había malinterpretado su órden? ¡Oh, dios! ¿Se había equivocado? ¿Y si no era eso lo que Crawford había dicho que podía hacer?
Una dama al acecho de Esther Hatch (Proper Scandals #1) narrado por Sonia
Román
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Sinopsis:
¿Una gran belleza puede ser una desgracia? Para Grace, sí, la envidia que
genera en otras mujeres hace que la vean como enemiga. ¿Será encontr...
Hace 6 días
Dios!, k polvazo!!!. Como se lo montan estos dos!!!, jajaja. Kerida Paty, me ha encantado como todo lo k escribes. Adoro esa manera d describir tan detalladamente cada movimiento, gesto, sensación... En definitiva, me has complacido con creces, t felicito. Ahora m toca esperar a ver k le ha pasado a la mujer k siente k algo mal ha hecho... Habrá malinterpretado la orden de su señor?.
ResponderEliminarHasta el prox. Capi. No lo sabremos, asi k a esperar. Hasta entonces!, muak!!!
No. no.
ResponderEliminarEs que yo no aprendo.
Vuelvo y vuelvo a estas horas.
Lunes 8am... y sola.
Mal mal...
jijijijiji
Por favoooooooooooooooooor!!! Dime qué más pasaaaaaaa!!!!! jajajaja!
Sí, Dulce, hay que esperar. Es que así leéis con más ganas... Pero vaya, que estos dos se lo montan muy bien y esto no es nada para todo lo que le va a suceder después a Lady K y a Lord C. ¿Nadie se preguntó nunca que fue de Lord K? Ahí lo dejo...
ResponderEliminarSorry, Sweet. Pero miralo por el lado positivo, esto no terminará así como así. El próximo día leelo por la noche, juju...
Un saludo ;)
Lord k es el chofer?, mira k yo sí he pensado en él y siempre he creido k en algún momento aparecería y participaria en el juego... Eso sería digno d leer jajaja. O t refieres al marido d ella?, la verdad es k debe d estar preguntándose donde demonios está ella y x k se demora tanto, jejeje... A no ser k él haya contratado a este macho dominante pa k "discipline" a su señora... Todo es posible!, jejeje.
ResponderEliminarTa otra bella!, muak!!!
Sorpresaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!! Ya toyyyyyyy, jaja.
ResponderEliminarBueno, paso a dejarte mil gracias por estar ahí, por tus palabritas y por todo. Y...ufffff tengo que ponerme al día, tengo lecturas pendientes. Será un placer volver a leerte.
Ah y enhorabuena por el añito de blog, el día de mi cumple!!jaja, que casualidad.
Un abrazo fuerte Paty y nuevamente gracias.
... y vuelvo a repetirme. ¡Dios, qué rabia me da!, pero es que después de leer los dos últimos capítulos sólo se me ocurre felicitarte por tu fantástico estilo.
ResponderEliminarSabes que coincidimos plenamente en esa búsqueda íntima dentro de los pensamientos y las emociones de los personajes. Quizá por eso Me resulta tan deliciosa la lectura de cada uno de tus textos.
Echo de menos, por poner algún pero, esa misma intensidad introspectiva en la mente de Crawford. Un reto complicado, lo sé, por su género y por su rol, pero que puede ofrecerte, como escritora, muchas satisfacciones íntimas. ¿No crees?
Marcho maravillado por el ritmo, la intensidad, la profundidad y el estilo... como siempre.
Repitiéndome...
Buenas tardes, acabo de saber que debo seguir este fantástico juego de relatos y uff estoy aterrada.. Acabo de llegar a tuyo y me ha encantado.
ResponderEliminarEspero poder estar a vuestra altura.
Un cálido beso