Lady Kirbridge cerró los ojos con fuerza. También apretó los labios, encogió los dedos de los pies y cerró los puños en alto. El sudor le resbalaba por el vientre, igual que la humedad de su sexo se deslizaba por sus muslos temblorosos. Le palpitaba la entrepierna a un ritmo pausado y febril. Tenía las piernas separadas, como Él había pedido y notaba su débil posición, la poca defensa que tenía ahora, la forma en que sus carnes temblaban de ansiedad, el frío del ambiente en la punta de su botoncito.
No era eso lo que más dolía, no era esa parte de su cuerpo lo que más alivio necesitaba, no era ese lugar en el que su mente estaba centrada. No podía quitarse de la cabeza los suaves latidos de su otra cavidad, ahora completamente llena por un artilugio completamente desconocido para ella. Era redondo. No, más bien, era cilíndrico, con la punta redondeada. Era largo, más largo de lo que su escasa imaginación creía y grande, tan grande lo notaba profundamente encajado. Realmente el término empleado por Crawford era el acertado: la estaba abriendo. ¿Abriendo para qué? No queria pensarlo, no tenía fuerzas para pensar en ello. Solo era consciente de tener la réplica de un gran miembro masculino metido entre las nalgas.
Crawford se movió. Los oídos de lady Kirbridge pitaban, no podía localizar al hombre, solo sabía que se había movido. ¿Estaba a su derecha? No, porque sentía el calor a la izquierda. ¡Estaba detrás! No, no, no estaba del todo segura. ¿Delante? ¡Oh dios! Se estaba volviendo completamente loca. ¿Dónde estaba? Quería llorar.
- Me encantaría estar dentro de ti ahora mismo... ¿no te gustaría eso? - preguntó. Su voz se movía con él, pero el estado mental de lady Kirbridge era tal que no podía localizarle y se le erizaba la piel de puro terror. Al no recibir respuesta, la mujer sintió un varazo en las nalgas y otro calambrazo de puro placer recorrió su sexo, de un lado a otro, desde dónde tenía encajada aquella cosa hasta su extremo más necesitado.
- Sí... sí, señor - balbuceó.
- Lo estaré, corazón, lo estaré. No dudes que estaré dónde ahora tienes ese juguetito. ¿Te gusta tenerlo ahí? - esta vez no le dio tiempo a responder y le atizó dos golpes. Lady Kirbridge jadeó entrecortadamente, deseando chillar, deseando correrse, deseando acabar ya.
- ... señor...
- No te oigo.
- Ay, sí, sí...
- ¿Sí qué?
- Sí, señor, sí...
- ¿Sí señor qué?
- ... - ella se quedó en blanco completamente, haciéndose esa misma pregunta. Crawford no había estado ocioso, cada palabra suya iba seguda de un fustarazo y solo paraba para escuchar la respuesta de ella. Le estaba dejando el culo caliente y la estaba llevando al límite de su cordura. - ...por favor ... - sollozó debilmente.
- ¿Me suplicas, corazón? - preguntó él con dureza. El latigazo a su trasero fue intenso, picante; encogía las nalgas de forma involuntaria y eso no aliviaba en absoluto la apretada sensación del artilugio metido hasta el fondo entre ellas. Al contrario, lo intensificaba hasta lo indecible. Lady Kirbridge volvió a quedarse sin palabras y recibió el castigo en forma de azotes, perdiéndo la cuenta al undécimo golpe.
- ¡No, señor, no le suplico! - gritó con todas sus fuerzas, sin que por ello él dejase de torturarla con aquel placer camuflado en dolor. Quería más golpes, quería que le pusiera el culo rojo, quería ofrecerle su trasero para que hiciese con él lo que le viniese en gana, quería entregarselo. ¡Zas!¡Zas! y ¡Zas! y más ¡Zas! Sus aullidos era lo único que se escuchaba y ya no le daba vergüenza gritar. Y su estrecha cavidad vírgen estaba cada vez más abierta, más ensanchada... ¡Qué locura! Podía sentirlo, podía sentirla más dilatada. Crawford detuvo la mano ejecutora. Lady Kirbridge se derrumbó, sujetándose de las cadenas para no quedarse colgando.
- ¡Firme! - dijo el hombre. Ella volvió a la posición recuperando el aliento, sollozando, temblando. Se merecia ese castigo y muchos más. Inesperadamente, la mano de Crawford cubrió uno de sus pechos. Ella gimió dolida, hasta ese momento no se había dado cuenta de lo mucho que ardían sus tiernos pezones, de lo mucho que necesitaban alivio, más aún que su atormentado sexo. Se preguntó cuanto tiempo restaba para el final de su castigo. - A riesgo de repetirme, corazón, me encantan tus pezones - susurró. Lo tenía detrás, a la espalda. Ahora se dio cuenta del brazo desnudo rodeándole la cintura para poder alcanzar lo que deseaba. Jugueteó suavemente con la puntita, pellizcando y tirando, muy despacio, sin la rudeza con la que había puesto su trasero en carne viva. - Abre tu boquita - ella obedeció y mordió lo que él le puso en la boca: la vara. Así, con la mano libre, la otra mano de Crawford cubrió el otro pecho y comenzó a masajearlo y a jugar con su montículo. Lento al principio. Duro después. Los leves apretones iniciales se volvieron más fuertes cada vez, y lady Kirbridge mordía con más rabia la vara, con tanta fuerza que pensó por un momento que la partiría en dos. - Están muy duros, corazón. Creo que ha llegado el momento...
¡¡¿El momento para qué?!!
Ni siquiera pudo gritarlo. Crawford apartó las manos, pero no le quitó la vara de la boca. Ella estuvo a paso de escupirla y suplicarle que la dejara marchar. Por Dios y todos los Santos que no podía aguantarse más... Escuchó el sonido de una cadenita, más pequeña que la de su cuello, la cual por cierto notaba fría contra su vientre y su pubis. De pronto sintió un dolor intensísimo en una de las puntitas de su pecho y luego en la otra, y quiso morir cuando comprendió lo que era. El horrible lord Crawford había cumplido su promesa: una fina cadena unía sus dos pezones cogidos con unas pequeñas pincitas.
Las lágrimas volvieron a salir, mezcla de dolor y de un intenso placer. Ahora sentía todas las conexiones nerviosas de su cuerpo, la forma en que sus pezones se unían al placer de su semillita y los calambres que enviaba a la cavidad de su sexo y a la cavidad trasera invadida por un objeto con forma fálica. Esta fase de ser consciente de todo aquello fue como tener un orgasmo, pero sin llegar a tenerlo del todo. Si hubiera tenido en ese instante un verdadero orgasmo se habría dado cuenta y habría cometido un error imperdonable.
Crawford le quitó la vara de la boca. Comprendió entonces que él sabía perfectamente lo que estaba haciendo y que su suplicio no había hecho más que comenzar.
- ¿Hay algo que quieras decirme, corazón?
- No, señor. No - lloró ella la voz preñada de emoción, con un tinte de miedo y anhelo.- Gracias, señor...
El lord volvió a azotarle el culo. Una vez, dos veces... más de diez. Lady Kirbridge sentía el placer recorriéndola en oleadas con cada varazo, desde la punta de los pies hasta las puntas del cabello revuelto. Desde su cavidad trasera hasta la cima de sus pechos. Sus gemidos se mezclaban con lamentos y suspiros, con aullidos, con súplicas veladas. Los golpes dejaron de ser lentos para volverse cada vez más rápidos. La tensión en lady Kirbridge era suprema, se sentía bajo presión y ya no podía concentrarse en aguantar las ganas de correrse o desmayarse. Una cosa u otra terminaría por suceder. El placer se bombeaba a todo su torrente sanguíneo, le temblaban las piernas, los brazos, se le doblaban las rodillas y los codos, algo viscoso se deslizaba entre sus piernas y ya no era capaz de discernir qué era. Ya no sabía si flotaba en un sueño o era real.
- Aún quieres más, estoy seguro... - decía Él, azotando con mano firme sus muslos, sus costados y sus riñones. - Aún quieres que siga azotándote por haber sido tan desobediente... y quieres correrte sintiendo los azotes. Pero no va a ser cómo tu quieras, va a ser cómo yo quiera, aún quedan unos minutos antes del golpe de gracia. De rodillas otra vez, corazón.
La soltó y ella se derrumbó sobre la moqueta. La presión de las pinzas en sus pezones la hizo estremecer, estaba empapada en sudor, temblaba por los calambrazos en todos sus miembros. No sabía bien de dónde sacaba las fuerzas para seguir obedeciendo. Se arrodilló a duras penas y esperó a que Él mandara la forma en que tenía que ponerse.
- La espalda recta, las rodillas separadas. Siéntate sobre los talones... y pon las manos en el suelo.
Al hacerlo, el artilugio en su trasero se removió ligeramente y la aturdió. Era tan deliciosamente firme, la llenaba tanto. La mano de Crawford acarició su muslo y deslizó las medias hasta las rodillas. Con lentitud acarició la parte interna, extendiendo la humedad por todas partes.
- No puedes correrte todavía, ¿lo sabes? Yo sé que no lo harás, porque quieres ofrecerme ese orgasmo que estás aguantando a Mí, y solo a Mí; soy el único de los dos que merece ese orgasmo, ¿lo comprendes?
- Sí, señor - respondió con un hilo de voz.
- Bien, muy bien, así me gusta, corazón, que lo entiedas. ¿Sientes esto? - el dorso de la mano de Crawford se metió entre sus piernas y tocó su hinchada hendidura.
- Sí, señor - gimió con un temblor. Aquello había sido como un golpe en el estómago, el vientre se le encogió y un latigazo de placentero dolor le tiró de los pezones. Uno de sus dedos, no supo cual, se introdujo entre sus pliegues.
- Te gusta esto, ¿verdad? Te gusta que te meta los dedos aquí, igual que te gusta que meta los dedos por detrás...
- Sí... señor...
- ¿Te gustaría que los metiera por los dos lados? ¿Lo imaginas? ¿Imaginas tener los dos agujeros bien llenos?
- Ah... sí señor, me gustaría señor... ay, ay, no, señor, no lo puedo imaginar... no lo puedo imaginar, señor...
- Muévete...
- ¿Señor?
- Muévete sobre mi mano, corazón. Montame la mano... mueve la cadera y juega con mi dedo, búscalo hasta meterlo en tu tierno y húmedo sexo. ¡Hazlo! Quiero ver cómo te mueves...
Una dama al acecho de Esther Hatch (Proper Scandals #1) narrado por Sonia
Román
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Sinopsis:
¿Una gran belleza puede ser una desgracia? Para Grace, sí, la envidia que
genera en otras mujeres hace que la vean como enemiga. ¿Será encontr...
Hace 6 días
Ya...
ResponderEliminarLindo para un sábado por la mañana... no?
Y ahora qué hago yo eh? ehhh? ehhhh? ehhhh??????
Ainssss....
Bad girl ;)
jijiji!
Lindo finde, preciosa!
(Y claro... no me podía ir sin gritar: SIGUEEEEEEEEEE!!!!!! jejejeje)
Uf!, k intenso. Pobre mujer, lo k tiene k aguantar... Cuando llegue el momento va ha estallar en mil pedazos!, jajaja.
ResponderEliminarBuen trabajo bella, eres toda una artistaza... Muak!!!
¿Por qué me haces esto!? No me dejes asi de picada! jaja... Espectacular historia, como todas las tuyas. Sigue escribiendo!! Besos. Lindo fin de semana!
ResponderEliminarSaludos a todas,
ResponderEliminarSweet, ya lo sé, soy mala, pero así os dejo con ganas de volver una y otra vez para leer una nueva entrega :D
Sí, Dulce, esta mujer va a necesitar una semana de descanso por lo menos para poder volver con Crawford de una pieza.
Paola, siento dejarte con ganas de más, pero ten paciencia :D
Diossss! He leído muchas historias de castigos, pero esta, es como ufffff! Es un amo muy duro.
ResponderEliminarMe gusta como escribes, es realmnete bueno y tu vocabulario es excelso.