La oscura naturaleza de la bestia (cap. 19)


Escuchar de los labios de Blanche el relato de su noche de pasión con Wolf le revolvía las entrañas. Aquel estúpido entrometido había grabado su esencia bajo la piel de su mujer y Robert solo pensaba en que quería arrancar el veneno del cuerpo de Blanche, empezando por los recuerdos que ella desgranaba con la voz entrecortada.
No es que quisiera saberlo todo, lo hacía por una estúpida necesidad, las palabras y recuerdos de Blanche era la única prueba que podía tener de que bajo él, en esa cama, era ella Blanche quién se estremecía de placer y no el espíritu de su maldición.
Robert notaba el sudor bajándole por la espalda y el pecho, mientras contemplaba los efectos que la tortura sexual tenía sobre Blanche. Puede que Wolf tuviera razón y Blanche se sintiera infeliz e insatisfecha, pero en aquel momento, desnuda y temblorosa sobre la cama, maniatada y empapada, lo que Robert le estaba haciendo, la presión a la que la estaba sometiendo, le encantaba. Odiaba hacerla sufrir de esa manera, en contra de su voluntad, pero quería compartir ese momento con ella. Quería que comprendiera todo lo que se había perdido, que descubriera todo lo que se habían perdido por culpa de Cordera.
Blanche se quejó y protestó, pero movió las caderas pidiendo más. Robert sabía que de un momento a otro empezaría a suplicar, no porque la Cordera tomara posesión de su cuerpo, sino porque su esposa no podía resistirse al placer. Él lo sabía, sabía lo mucho que le gustaba el sexo, lo habían disfrutado con creces antes de que todo se fuera a la mierda.
Le acarició las nalgas, ella hablaba sobre el apartamento de Wolf, pero Robert no escuchaba los detalles, solo se aseguraba de que continuaba con él, de que absorbía las caricias que él le proporcionaba. Alargó la mano para coger la almohada y la colocó bajo el vientre femenino, dejando su trasero levantando a la altura que deseaba. Ella apenas podía controlar los temblores, su sexo estaba hinchado y rojo, sus muslos ruborizados y brillantes.
Le dio una palmada en una de las nalgas, dejando la marca de su mano encima de la rojez que había dejado Wolf. Blanche gimió, moviendo el trasero hacia él, y Robert sonrió con ternura, dándole una nueva palmada en el otro lado.
—No dejes de hablar, Blanche.
Con un profundo suspiro, se acercó a su cuerpo y la penetró, sintiendo en su propia piel la violencia de la vibración provocada por el juguete que tenía alojada en su ano. La fina pared de músculos que separaba los dos canales le permitió apreciar lo dilatada que estaba, lo ansiosa, empapada y excitada que se sentía. Y a eso se le sumaban las contracciones y los estremecimientos que la recorrían. ¡Joder! Era tan bueno que se le erizó el vello de los brazos.
Porque era Blanche la que se convulsionaba de placer.
—Robert... me vas a matar... —murmuró ella, como si se estuviera ahogando.
Él sí que sentía que se iba a morir. Si Blanche lo abandonaba por aquel arrogante lobezno, se moriría de pena. Había sacrificado mucho por ella, no deseaba tirar por la borda años de convivencia y el amor apasionado que habían tenido en su juventud y del que ahora volvían a disfrutar. Sería una mierda difícil de tragar.
No estaba obrando bien y lo sabía. Drogar y atar a su mujer no era lo correcto, pero era el único recurso que se le había ocurrido en un momento de absoluta desesperación.
Cogiéndola por las caderas, se retiró hasta casi salir por completo, y volvió a embestir, sumergiéndose en ella con una firme acometida. Blanche lanzó un gritito corto antes de volver a jadear. Robert repitió el movimiento, haciéndola gritar cada vez más fuerte a la vez que iba cada vez más lejos. Aceleró el ritmo, sumergiéndose cada vez más deprisa, poco a poco, acariciando a Blanche profundamente, hasta que se hundió por completo y Blanche gruñó, arañando las sábanas.
—Sigue hablando, no te detengas...
—Robert... por Dios... Estás loco... —Él cerró los ojos y comenzó a embestirla sin descanso—. ¡Oh! ¡Dios!
—¡Sigue hablando! —rugió, acelerando los movimientos hasta que encontró un ritmo agradable y apasionado que puso a Blanche en tensión.
Su mujer chilló tratando de elaborar frases coherentes. Robert suavizó la potencia de sus acometidas para que ella pudiera hablar y retorció las caderas, provocando dulces roces en el cuerpo de Blanche.
—¿Y qué pasó al final?
Ella resopló. Tenía el cuerpo bañado de sudor. Aunque la tenía sujeta por las caderas su piel estaba tan resbaladiza que apenas podía agarrarla sin que se le escurriera.
—Follamos... —murmuró ella—. En su cama...
Robert afianzó las rodillas sobre el colchón, empujando los muslos de Blanche para separarlos aún más, notando que se tensaba por las correas que la sujetaban.
—Sigue...
Blanche se lo contó todo, aunque apenas podía entender lo que decía, pues la rabia, la culpa y la frustración lo ensordecían. El corazón le retumbaba en la cabeza y sus entrañas ardían, el sexo femenino estaba apretado, resbaladizo y la vibración provocaba calambres en cada una de sus terminaciones nerviosas.
Robert permitió a su bestia tomar el control para entregarle a Blanche la mejor experiencia de su vida. Sí, en el fondo quería demostrarle que él también podía follar con ella como en sus más oscuras fantasías. Nunca se había avergonzado de sus gustos, pero la Cordera se había llevado todas sus caricias y Blanche necesitaba las suyas. La tensión se apoderó de su cuerpo y sus movimientos se volvieron más enérgicos, más profundos y más salvajes. Blanche se retorció sin dejar de temblar, abandonándose al placer y sucumbió al orgasmo estremeciéndose sin control. Robert se recreó en sus contracciones sumadas a la vibración, disfrutó del temblor de sus muslos y saboreó los agudos y prolongados gemidos que exhaló mientras duraba aquel eterno clímax. Cuando placer se desvaneció, Robert no se detuvo y continuó, haciendo hervir la sangre de Blanche. Al principio ella solo podía limitarse a recibir las acometidas de Robert, pero pronto se unió a la fiesta alanzo las caderas para seguir su desenfrenado galope.
—Ah, mi amor... me vuelves loco —ronroneó él. Alargó la mano para cogerla por el cabello y la obligó a girar la cabeza para mirarla a los ojos y perderse en ella.
Se sintió aliviado al comprobar que seguía siendo Blanche.
—Robert... no pares, por favor... —suplicó ella.
—¿Quieres más? —preguntó, respirando una bocanada de aire ardiente.
—¡Sí!
—¿Qué más quieres?
—A ti... Más fuerte... más rápido... Oh, Dios, Robert...
Entre jadeos y resoplidos, Blanche aulló de placer. Robert notó que el clímax amenazaba con absorber toda su energía, pero siguió embistiendo a Blanche, golpeando su interior con apasionadas acometidas, sintiendo que el orgasmo subía como la espuma. Se hundió tan dentro de ella que comenzó a golpear el punto más profundo de su cuerpo y notó que se estremecía con más violencia que antes.
—Sigue conmigo —murmuró—Sigue conmigo, Blanche.
—Robert —exhaló ella.
Sus ojos se velaron cuando el orgasmo arrasó con ella. Sus contracciones lo apretaron como un puño. Robert tembló sintiendo como un escalofrío le bajaba por la columna, se concentró en sus testículos y recorrió toda su erección hasta explotar en un potente clímax. Con un rugido primitivo, Robert se vació por completo en el interior del cuerpo de su esposa, con ardientes chorros que se desbordaron entre las piernas de Blanche y resbalaron por la suave piel de sus muslos. Ella gritó echando la cabeza hacia atrás, exclamando lo eufórica que se sentía, mientras el vibrador continuaba en su ano alargando el orgasmo de ambos de un modo brutal.
Mareado, Robert se dejó caer sobre la espalda de Blanche, apoyando las manos en el colchón para no aplastarla, mientras observaba como ella se sacudía. Su cuerpo era el de una diosa, acalorado y hermoso, pálido y con olor a fresas. Detuvo la infernal vibración del objeto apagándolo con el mando a distancia y fundió el torso al cuerpo de su esposa, notando su aterciopelada piel sudorosa y su sexo ceñido en torno a él.
Era ella. Había hecho el amor con Blanche. ¡Por la Diosa! No recordaba la última vez que había estado así con ella, con su cuerpo sudoroso y satisfecho debajo del suyo, sin que la maldición se interpusiera entre ellos. Había sido demencial, tenía el corazón tan acelerado que amenazaba con salirse de su pecho, pero estaba eufórico.
El picante aroma de la lujuria flotaba en el aire. Robert permaneció dentro de Blanche durante todo el tiempo posible, no deseaba abandonar su calor. Le besó los hombros, el pescuezo y le apartó los húmedos mechones de cabello para besar sus mejillas. Ella suspiró y ladeó la cabeza para beber de sus labios. Robert se sumergió en su exuberante boca y acarició su traviesa lengua, cegado por la lujuria y el amor que sentía por ella.
Liberó las muñecas de Blanche. Sin dejar de besarla, le acarició los brazos, los costados y metió las manos entre el colchón y el cuerpo de su mujer para cubrirle los pechos. Ella se retorció, gimiendo, cuando pellizcó sus sensibles pezones, duros como piedras.
—Blanche —jadeó él en su oído. Necesitaba llamarla para estar seguro de que era ella.
—Robert —respondió su mujer.
El alivio hizo crecer de nuevo su excitación, seguía siendo su mujer. Hundió las rodillas en la cama y la atrajo hacia él mientras se alzaba, arrodillando a Blanche frente a él. Deslizó las manos por su vientre y le cubrió el sexo con la palma para acariciarle el clítoris. Blanche dejó caer la cabeza sobre su hombro y agitó las caderas.
—¿Te gusta? —preguntó él mordisqueándole la oreja.
—Sí...
Sin dejar de masturbarla, comenzó a embestirla con fuertes acometidas hasta que el orgasmo los reclamó a los dos. Ella ardía, sudaba y se retorcía, sumida en aquel paroxismo de lujuria. Robert arrancó las correas de sus pies, la tumbó sobre la cama y le dio la vuelta para tenerla de frente. Quería mirarla a la cara para observar su expresión desfigurada por el placer.
Sin dejar de mirarla a los ojos, deslizó el juguete de su ano hacia afuera y lo sumergió de nuevo hasta el fondo. Ella siseó, aceptando con agrado aquel juego, y alargó las manos para cogerle de la cara y besarle. Robert la penetró sin descanso, con mucha dulzura, dilatándola hasta provocarle un nuevo orgasmo. Mientras ella se estremecía casi sin fuerzas, apartó el juguete de su cuerpo y se pegó a ella, acariciando sus pliegues con su erección. Cuando estuvo empapado con sus jugos, colocó la rígida longitud en el estimulado orificio y lo atravesó sin dificultad.
—Dios, Robert... —sollozó ella.
Perdido en un mar de sensaciones, Robert comenzó a moverse estimulando a Blanche sin descanso hasta que tuvo un orgasmo. Sintiéndose insatisfecho, provocó otro y otro más sin dejar de atormentarla con profundos envites, inundándola con su semilla por todas partes hasta dejarla bañada con su esencia.
Había perdido la cabeza. Por ella. Por Blanche. Su naturaleza primitiva era la que azotaba sus músculos, quizá el instinto de procreación o el de domino. Cada movimiento que ejercía para satisfacer a Blanche era una proeza, todos sus miembros temblaban recorridos por mil calambres. Pero para su esposa nada de eso sería suficiente, pues Robert no dejaba de pensar que quería recuperar el tiempo perdido. Y estaba dispuesto a seguir las horas que hicieran falta para que Blanche tuviera claro que él seguía amándola, a pesar de haberle sido infiel.
Él también había sido infiel a Blanche. Con la Cordera, con ese espíritu maligno que había robado la felicidad de su mujer.
Detuvo las embestidas cuando el cuerpo de Blanche se quedó laxo debajo del suyo. Le apartó el cabello de la frente empapada y besó sus ojos, su nariz y sus labios. Ella le correspondió con una tímida caricia de la lengua, antes de deslizar las manos por sus brazos y hundir los dedos en su carne. Robert se estremeció cuando la bestia latió en su interior y miró a Blanche a los ojos.
—¿Sigues conmigo? —preguntó con la voz áspera.
Ella le enfocó con la mirada, con las pupilas oscurecidas por el placer y los ojos cargados de picantes lágrimas.
—Sí... Sigo aquí... ¿qué estás haciéndome? —susurró con una nota de pánico en la voz.
—Te estoy amando como mereces, Blanche —respondió.
Abandonó su interior, observando como ella se encogía sobre las sábanas, temblando al borde del desmayo.
Pero Robert no estaba dispuesto a detenerse, su mirada cayó sobre la colección de objetos que se habían desperdigado por la cama. Algunos se habían caído. Era muchos, todos diseñados para ofrecer una variedad diferente de placer en diferentes grados. Era su oscura perversión, la que Blanche no conocía y que Cordera disfrutaba. No podía hacerle a su esposa lo mismo que le hacía al espíritu que la dominaba, ella se asustaría y correría a los brazos de Wolf. Tenía que ir más despacio.
Permaneció quieto durante cinco minutos, Blanche parecía haberse quedado dormida, agotada. Debía llevar horas sin dormir, sin descansar. Quiso tumbarse junto a ella para volver a hacerle el amor. Una vez más, la última vez.
Pero no lo hizo. A pesar del agotamiento y la rigidez muscular que sentía, cubrió a Blanche con la sábana y salió de la habitación. Si quería seguir follando con ella, los dos necesitaban energía. Echó un último vistazo a su figura antes de dirigirse a la cocina. Igual que el instinto reclamaba el cuerpo de su mujer, reclamaba alimento. En cuanto los dos se recuperaran, Robert volvería a atarla. Pero esta vez no la iba a soltar.



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6 intimidades:

  1. Ni en el mas infinito de mis pensamientos me podría imaginar que mas placer podría sentir una mujer... quien estuviera en del lugar Blanche...

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  2. Una parte de mi cerebro llego a pensar que esta sería la típica historia de la mujer casada que vive en la monotonía y que un día un ardiente y seductor caballero le hace conocer placeres inimaginables, y que su marido es un papanatas más preocupado por el que por ella, pero la verdad es que con estos últimos capítulos me has hecho trizas todo en mi cerebro. Me he no sólo encantado, estoy enamorada de esta historia.
    Le has dado un giro sorprendente que me fascinó, muchas pero muchas felicidades, no sólo está llena de exotismo y lujuria, le estas dando matices que me sorprende entre más la leo.

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  3. Anónimo12:52

    Hola me gustaría saber si me permites compartir tu blog en mi grupo de facebook...

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  4. Anónimo21:01

    Otro capítulo genial, como todos!!
    Espero que consigas terminar la novela a finales de este mes por NaNoWriMo.

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  5. Alucinante! Me gusta esta entrada.

    https://lunavalencianablog.wordpress.com

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  6. Anónimo0:15

    Me tienes en ascuas.
    Mientras esperamos, sólo desear felices fiestas. :-)

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