Rendición

Lady Kirbridge despertó horas después, muchas horas después, entre suaves sábanas de algodón blanco y mullidas almohadas de plumas, en una enorme cama de estilo clásico. Se removió pesadamente, con un gemido convaleciente prendido entre los labios, sintiendo la tela rozarse a su piel desnuda, sensible por el dolor y por el placer. Se mordió los labios al sentir los muslos todavía húmedos.

Descubrió que estaba sola. El autor de las atrocidades sufridas durante la noche no estaba allí. De hecho, ni siquiera le había quitado las muñequeras, ni las tobilleras, ni siquiera las medias enrrolladas a las rodillas, ni el collar apretado, ni la larga cadena de plata. Por fortuna, las puntas de sus pechos habían sido liberadas de las pinzas. Cuando se miró los pezones apartó la vista de inmediato. Las mejillas se le enrojecieron y su sexo se estremeció con suavidad. Presentaban un cojor rojo intenso, como el de una manzana y eso le dio tanta vergüenza como recordar, fragmento a fragmento, todo lo que Crawford había hecho con ella.

Un olor delicioso inundó sus sentidos; al lado de la cama había una bandeja con exquisita comida y de pronto se sintió más hambrienta que nunca. Se sentó en el borde con mucho esfuerzo, con el cuerpo lleno de calambres. Tendría agujetas el resto de la semana. El mes entero. Un año por lo menos. Estaba agotada. Cuando alargó la mano hacia una rebanada de pan de leche con mermelada de frambuesa, se detuvo. ¿Y si Crawford no quería que comiera? ¿Y si eso contravenía sus deseos? Un momento, ¿estaba ya pensando en obedecer todas sus órdenes cuando solo era un amante? Oh, cielos, demasiadas cosas en las que pensar...

Descubrió una notita escrita a mano sobre un vaso de zumo de naranja.

"Acércate a la ventana"

No fue fácil hacerlo. Poner los pies en el suelo era relativamente sencillo; sostener su peso con las piernas, no tanto. Las rodillas, enrojecidas, se le doblaban solas. Se le escaparon unas lagrimitas de angustia pensado de qué manera y en qué condiciones iba a llegar a su casa; y sobre todo, qué clase excusa iba a presentarle a lord Kirbridge sobre su aspecto y su ausencia durante toda una noche y parte de la mañana. No tuvo el valor de mirarse en el espejo de la habitación cuando pasó por su lado.

La ventana ofrecía unas vistas del jardín dónde una soberbia piscina de mármol y aguas azules brillaba con el sol del amanecer. Se sintió tentada de sumergirse en aquel mar tan delicioso. Un destello sobre el agua centró su atención: en ese momento, lord Crawford salía de la piscina. Los músculos de su espalda y sus brazos se remarcaron por el esfuerzo como si estuvieran hechos de piedra al subir a pulso por uno de los bordes; las líneas brillaron con el sol, refulgiendo sobre su piel levemente bronceada. Llevaba un bañador muy pequeño que le sentaba de maravilla, ese tipo de bañadores que solo hombres como él podían vestir sin que resultaran ridículos por su escueto tamaño. A lady Kirbridge se le aceleró el corazón al pensar que aquella prenda no podía contener la grandiosidad de Crawford y se hizo aire con una mano al sentir las mejillas calientes. Su sexo dejó escapar un brote de humedad que la hizo temblar.

Un señor con levita se aproximó hacia Crawford para tenerle una toalla: el mayordomo. Lady Kirbridge se sintió avergonzada. ¡Se había olvidado del servicio! Sintió deseos de salir corriendo de allí al pensar en lo que el servicio, las doncellas, los criados y demás miembros de la mansión habrían escuchado por la noche. Por no hablar del señor Ford, el lujurioso chófer, que seguramente habría estado pensando en ella. Cielos, cielos, tenía que salir de allí.

Pero no pudo hacerlo. Mientras el mayordomo se retiraba al interior de la mansión, lord Crawford se puso la toalla sobre los hombros y miró hacia la ventana, atrapando a lady Kirdbridge bajo el influjo de su penetrante mirada. Ella sintió el impacto de la poderosa confianza que él tenía de sí mismo, de su soberbia y de su arrogancia; y sobre todo, sintió el dominio que él ejercía sobre ella, un dominio que la empujaba a estar cerca de él. Con una sonrisa deslumbrante y llena de picardía, lord Crawford le hizo un gesto firme camuflado en órden directa: baja aquí y baja ya.

En contra de lo que ella había creído, asintió sumisamente.

Luego llegaron los conflictos emocionales, la división de opiniones y el aturdimiento. Bajar hasta la piscina a la de ya significaba bajar tal y como iba vestida. Implicaba caminar desnuda por la mansión. Sabía qué eso era lo que Crawford le estaba exigiendo, que la estaba poniendo a prueba. Sabía qué eso era lo que Él deseaba, lo a Él le complacería. ¿Estaba segura de querer complacerle en todos los aspectos? No estaba nada segura. Pero no podía obligarla a hacer nada que no quisiera, así que lady Kirbridge creyó estar en posición de hacer, al menos, una petición a lord Crawford; estaba en su derecho por todo lo que él le había hecho pasar durante la noche. Se armó de valor y salió de la habitación.

La mansión de Crawford era soberbia y elegante. La decoración tan sublime que a punto estuvo de morir de placer al contemplar con más calma todos los detalles. Incluso se sintió más húmeda, cómo si el hecho de ver la hermosura de muros, columnas, suelos y demás decoraciones fuese comparable con sentir uno de los dedos de Crawford rozando su entrepierna. La comparación hizo brotar más néctar entre sus muslos y tuvo que sostenerse sobre una columna para reunir fuerzas antes de proseguir el camino hasta el jardín trasero.

Tuvo que orientarse a ciegas. No encontró a nadie del servicio para preguntarle cómo se llegaba hasta el jardín, cosa que en parte agradeció y en parte maldijo; pero finalmente, mediante intuición, llegó al ventanal acristalado del ala este de la mansión, por el que se filtraba la luz matutina dibujando mosaicos en el suelo frío por el que ella caminaba descalza. Estaba todo tan limpio que refulgía como oro bruñido. Con mucho cuidado, lady Kirbridge abrió la puerta y accedió al frondoso jardín. Sus pies se hundieron en la espesa y fresca hierba, las ramas de algunos árboles le rozaron las mejillas y los hombros y los arbustos acariciaron sus muslos. 

Él estaba esperándola. Aquella era la primera vez que lo veía sin la venda, a pleno sol, casi desnudo. Sí, lo había visto otras veces, en algunas fiestas de sociedad y, por supuesto, había hablado en alguna ocasión con él. Pero ahora sentía una terrible vergüenza y era incapaz de mirarle fijamente.

Era dolorosamente apuesto. No irradiaba la belleza de un hombre hermoso, no tenía las facciones perfectas, ni era endiabladamente bello. Era un hombre de rostro firme, poderoso, la frente amplia, ojos penetrantes, mandíbula recia. El cabello negro, normalmente peinado, estaba revuelto y húmedo; pequeñas gotas se deslizaban por su cuerpo de proporciones robustas y elegantes. Peligro. Todo él era peligroso. Su cuerpo era peligroso, su mirada era peligrosa, su cuerpo era peligroso. Mientras caminaba hacia él notaba como su sexo se inundaba más copiosamente. No podía creer que tuviera fuerzas para seguir excitándose. No con todo lo ocurrido por la noche.

Él le tendió una mano y ella la aceptó. El contacto provocó un nuevo estremecimiento en su sexo, que palpitó de anticipación. Crawford la atrajo hacia su cuerpo, la abrazó y la besó. Lady Kirbridge sintió que se le doblaban las piernas. Su piel estaba fresca por el agua, su cuerpo firme, tan masculino, tan dominante; sus manos le rodearon la cintura y le acariciaron la espalda mientras sus labios la besaban con dulzura y decisión. Su boca era hipnótica, sus labios duros y firmes, su lengua ardiente. No podía pensar en nada más que su boca. Ni siquiera se imaginó que esos labios o esa lengua hubían saboreado, lamido y besado su sexo.

Lord Crawford se apartó para dejarla respirar, mirándola intensamente en completo silencio. Ella se estremeció de angustia al mirarle a los ojos, al verse reflejada en sus fuertes pupilas, a ver como Él la miraba con un deseo irracional. Se sentía muy avergonzada y le ardían las mejillas. El silencio era incómodo, casi doloroso. Sintió que se acaloraba por la tensión. Él no hablaba y ella sabía, por alguna maldita razón, que Él no quería que hablase; así que si Crawford no le daba permiso, ella no podía hablar. ¿Por qué se doblegaba de esta manera?

Sin decir nada, se agachó frente a ella. Ahogó un jadeo con todas sus fuerzas. Crawford simplemente le retiró el cuero de los tobillos. Luego, las muñecas. Después, la cadena de plata. Le dejó únicamente el apretado collar. Ella tragó saliva.

- Date un baño en la piscina. El agua está fría, pero es muy refrescante. Chapotea cuanto quieras, yo te diré cuando tienes que salir.

Y esperó a que cumpliera su orden. Lady Kirbridge tendría que dejar las preguntas para después.

9 intimidades:

  1. Oh, un relato sin nada... de nada. ¿Estará perdiendo facultades? :D

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  2. Jajaja, ¿como dices eso Paty?, dudo que alguna vez lleges a perder facultades, jejeje. Ahora me pregunto yo... ¿que tendrá Lord Crawford preparado para ella?, y ¿k hará su marido cuando la vea llegar después de su larga ausencia y con esa pinta?. K ganicas de saberlo ya!, jajaja.

    Saludos guapa y gracias por regalarnos un día más un capi fascinante, Gracias!!!.

    Xao!!!

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  3. NOoooooooooooo!!!!
    Es sólo el merecido descanso... por lo pronto....
    jejejeje.

    Buen finde, Paty!!!!

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  4. Anónimo21:49

    Jejeeee a cierta princesita que en el post anterior se declaraba abiertamente una fan de estos momentos le va a encantar.

    Pero no digas que no ocurre nada, porque ambos sabemos que sí: mis primeras fotos al otro lado del Rubicón.

    Como diría Rick, esto puede ser el inicio de una larga amistad.

    Besos desde La Luz.

    PD: ¿Te sientes en la obligación de seguir atando cabos?

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  5. Hola Dulce. Sí, creo que es bueno dosificar tanta intensidad para evitar un colapso en los lectores. En algún momento tenían que descansar, ¿no? :P

    Sweet, se merecen más que un descanso: DOS descansos xD D

    Señor, tengo la insana costumbre de atarlo todo y no dejar cabos sueltos. Pero es posible que deje algo en el aire para después; ya que estoy escribiendo una especie de miniserie, me gustaría saber en qué piensan los lectores y si recuerdan todos los pequeños detalles :)

    Un saludo ^_^

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  6. Hola Paty querida!, paso a darte la buena noticia de que he recibido noticias de Karol y me ha dicho que el Miércoles te hizo el envio. Así que estáte atenta y pendiente, si transcurren un par d semanas y no has recibido nada, hazmelo saber, vale?. Ya sabes k Correos no es infalible y puede extraviar algún pedido que otro... Saludos y besos, muak!!!.

    P.D.: Ah!, y no olvides avisar cuando lo tengas ya en tu poder!, jeejej, Xao!!!

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  7. Hola, Paty!!

    Una vez más, te felicito por tu talento al escribir. Ha sido como estar allí!!
    Ahora, me pregunto, ésta es una historia que viene de antes?? Buscaré para comenzarla a leer en orden.

    Besos!!

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  8. Hola Maga!! Muchas gracias por tus palabras ^_^

    Sí, la historia viene de antes. Si te apetece leerlo desde el principio, como consejo para encontrarlo todo, ve a la pestaña de Series que hay en la parte de arriba y encontraras los enlaces a todos los capítulos. La historia comienza con Reinicidencia, después Disciplina y por último Rendición. La serie Consecuencias va justo después de todo lo anterior.

    Disfruta de la lectura, ¡un saludo!

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  9. Bueno, bueno, ya sabemos como es con exactitud nuestro Lord. Me ha gustado mucho que dijeras que no era endiabladamente bello ni tenía las facciones perfectas, eso le da mucha más credibilidad al personajes, y sigue haciendo que se me caiga la baba.
    Un capítulo perfecto, nos has adentrado de maravilla en la casa del lord... Estoy muy intrigada con que va a pasar ahora, así que me leo el siguiente muy rápido, jeje. Besos

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