No hay nada más gratificante para una seriéfila que encontrar una serie que no te puedes quitar de la cabeza. Es como los eclipses o las alineaciones planetarias, sucede cada mucho tiempo, pero cuando sucede, no dejas de recordar ese momento. Leí por ahí hace más de medio año que estaban preparando una serie de ciencia ficción y fantasía sobre viajes en el tiempo, y el autor del artículo decía que iba a ser como Doctor Who (serie de culto de la que hablaré cuando me ponga al día) en versión española. Me hizo gracia la comparación, incluso tuve tiempo de reírme al imaginar algo así, pero estoy segura de que a los creadores no les hizo demasiada.
No nos vamos a engañar, estamos en España, las series de calidad brillan por su ausencia. Es muy difícil que una serie española me enganche y no será porque no lo he intentado, que no le he puesto empeño, porque me gustan las series y me da igual de dónde sean. He visto muchos casos en los que el primer episodio es brillante, incluso la serie se desarrolla dentro de su normalidad con soltura y brillantez, y engancha. Pero con el paso del tiempo el guión se va quedando cojo, se repite la fórmula y hay personajes que no atrapan, que sobran, y aprietas dientes y piensas que no pasa nada, que puedes seguir viéndola porque te gusta, que cambiarías muchas cosas pero que te gusta. Pero estos personajes y sus historias empiezan a ser absurdos, los actores empiezan a perder el norte, te preguntas quién les aprobó la carrera de interpretación y que si nadie se da cuenta de que su sola presencia está destrozando la serie. Son caras bonitas que les han dicho que son guapos y que valen, y da igual si no saben hablar, basta con lanzar una mirada a cámara y punto. Pues mira, no. Aquí, en España, las personas queremos algo más que eso. Las últimas series estrenadas son iguales, quizá no en forma, pero sí en argumento. Todas, a la fuerza, se parecen unas a otras y eso cansa. Los espectadores no somos idiotas, somos gente con sentimientos y pensamientos, con ganas de sentirnos emocionados y no porque haya una historia de amor entre sus protagonistas. Existen muchas emociones además del romanticismo y en España, el romanticismo de las series es de culebrón, se alarga tanto que en el momento del clímax, te sientes completamente indiferente.
Lo que hace falta en una serie es dejar trabajar a los que saben hacerlo, a los que disfrutan haciéndolo, a los que tienen ideas y arriesgan. No me gusta ver en una serie al actor o actriz del momento, guapos como soles, hablando a cámara con monólogos mientras pestañean con expresión tormentosa. Eso está muy visto. Quiero que me cuenten una historia, quiero que me enganche, quiero que haya un problema y que haya que solucionarlo. Quiero aventura. No quiero tener que cambiar de canal porque la protagonista siga llorando porque el protagonista se ha ido con otra.
En fin, me desvío del tema principal. Puestos en situación, vengo a hablar de "El ministerio del tiempo" y la voy a definir en una sola palabra: seriaza. ¿Esperabais un destripe monumental? Pues no, lo anterior es solo para explicar mi desilusión ante los crímenes cometidos contra las series españolas en general y para que os deis cuenta de que esta es una de las mejores series que he visto en los últimos años. Y ya no hablo de series españolas, hablo de series en general, que incluso Doctor Who pierde a su lado (salvando las distancias, David Tennant sigue siendo David Tennant) por la calidad de sus guiones.
El ministerio del tiempo es una institución gubernamental encargada de preservar el pasado y protegerlo de aquellos que desean alterarlo. Para evitar que la historia de España cambie y, por tanto, lo haga el presente, el ministerio envía patrullas especiales a impedir que cualquiera que haya descubierto la forma de viajar al pasado pueda utilizarlo en su propio beneficio o en el beneficio de su país. Y para viajar a través del tiempo utilizan algo tan sencillo como una puerta. El ministerio posee unas puertas que conducen a distintas épocas y a través de estas, los agentes viajan a un año concreto cuando se produce una anomalía que debe ser corregida.
Dejando a un lado la complejidad de las paradojas temporales ("El tiempo es el que es") o sobre si debería estar o no mejor ambientada, esta serie es uno de los productos audiovisuales más increíbles que he visto en los últimos años. No me importa si hay paradojas porque no es una serie de ciencia ficción; no me importa si no esta bien ambientada porque no es una serie histórica. Es una serie sobre muchas historias, una serie de calidad que combina aventura, fantasía y humor. No veo que falle la ambientación, es una serie en la que cada capítulo va a estar ambientado en un momento diferente de la historia e incluso esos cromas que se aprecian de fondo están integrados de tal manera que no he sabido que eran de mentira hasta que he visto los making off. ¿Paradojas temporales? Es suficiente con que viajen al pasado a través de puertas, eso tampoco es importante. He oído, y me parece muy extraño, que es excesivamente política. Jolín, somos España y tenemos siglos de historia detrás, ya basta de machacarnos y pensar que somos la última mierda de Europa (golpe sobre la mesa). Esta es nuestra Historia. Hay gente que quiere cambiarla. Nadie toca lo que es nuestro. Punto. Volviendo a la reseña, las posibilidades del argumento principal son infinitas. Siglos de historia detrás y momentos concretos que podrían cambiar todo lo que conocemos, aunque también lo que somos ahora. "Nuestra historia no es la mejor, pero es la que es" dice el director del ministerio.
Lo que más me gusta de la serie, además de una idea genial y una calidad técnica insuperable, son los personajes. Unos personajes que son el alma de la serie, unos personajes sin los cuales realmente no habría aventura ni habría serie. Porque a través de ellos, a través de sus ojos y sus experiencias, nosotros los espectadores somos los que nos emocionamos. La patrulla protagonista la forman tres personajes completamente diferentes, diseñados perfectamente para englobar las características clásicas que todo grupo de aventuras debe formar. De este modo tenemos a Alonso Entrerríos (Nacho Fresneda), un soldado de los tercios de Flandes del siglo XVI, poco comunicativo y con una voluntad inquebrantable. Es el soldado, el patriota capaz de dar la vida por su país, el guerrero que no tiene miedo ante nada (excepto subir en barco) y que es capaz de llevar las riendas de la situación en momentos de peligro. ¿Se nota que es mi favorito? Nacho Fresneda, me has enamorado. Luego está Amelia Folch (Aura Garrido), una de las primeras estudiantes universitarias en Barcelona en el siglo XIX. Adelantada a su tiempo, inteligente y con memoria fotográfica, posee grandes conocimientos de Historia y literatura, lo que la convierte en el cerebro del grupo. Y el líder natural, Julián Martínez (Rodolfo Sancho), un paramédico del SAMUR de nuestros días asolado por la muerte de su esposa en un accidente. Espabilado, temerario y con sentido del humor. Es su naturalidad lo que da solidez al grupo, lo que los mantiene unidos.
Pero es que además de los personajes principales, tenemos nuestros propios personajes. Personajes históricos, como Velázquez o, el protagonista del segundo episodio, Lope de Vega. Personajes que conocemos de oídas, que los hemos visto en los libros, que nos daba pereza estudiarlos y que ahora, gracias a esta serie, todos nos hemos vuelto locos por saber un poco más de ellos.
¿Y qué hay que decir del guión? ¿De los diálogos divertidos y frescos? Gracias al personaje de Julián, que es el hombre de nuestro tiempo, empatizamos con la historia. Sus bromas y sus referencias al cine y a la música, sus chascarrillos y sus comentarios tan naturales en algunas situaciones, nos acercan a los personajes. Encontramos en él a un personaje que podría ser cualquiera de nosotros y sus pensamientos se parecen mucho a los nuestros. Mientras vemos a los personajes de Alonso y Amelia sufrir en épocas demasiado alejadas de la suya, Julián acepta de inmediato la situación, descubriendo que por muchos años que pasen, la naturaleza humana sigue siendo la misma. Y la naturaleza humana de los españoles, tampoco cambia.
En fin, puedo seguir hablando de la serie largo y tendido, hablar de la excelente calidad técnica, de las increíbles interpretaciones de sus actores, del fabuloso cásting que tiene, de las bromas y referencias tan divertidas que suceden también en segundo plano (el pobre Velázquez tratando de pintar como Picasso, increíble). Pero esta reseña me está quedando un poco demasiado larga así que para ir cerrando, quiero decir que esta es una de las mejores series que he visto. Me encanta. No puedo dejar de decirlo. Es genial. Esta noche ponen el tercer episodio. No me lo voy a perder. Me declaro ahora mismo #ministérica. ¿A qué estáis esperando para verla? Encended la televisión, maldita sea. Cada minuto merece la pena.
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