Renacimiento (IV)

El coche se detuvo frente a la mansión. Era noche cerrada, la luna brillaba en un cielo oscuro cuajado de estrellas; la temperatura resultaba agradable pero era notablemente fría, lo suficiente como para que la piel desnuda se erizase cuando el señor Kirbridge abrió la puerta trasera del automóvil para ayudarla a salir. Lady Kirbridge se deslizó por la fría tapicería del Rolls Royce y puso un pie envuelto en zapato de tacón negro sobre la grava del camino de entrada, que crujió bajo el peso. Cuando salió al aire nocturno sintió un intenso escalofrío, parte por el frío, parte por la vergüenza de estar totalmente desnuda y al descubierto. Echaba de menos estar dentro del coche dónde hacía calor y dónde lord Kirbridge la había desnudado y provocado un par de orgasmos de camino a casa con sus lujuriosos dedos, dejándola con un irrefrenable anhelo de saciar su hambre con algo más profundo que unas caricias.

- No - dijo lord Kirbridge posando el pulgar sobre los labios inflamados de lady Kirbridge cuando ella quiso suplicarle por tercera vez que la penetrara, porque su sexo imploraba de necesidad a pesar de haberse sacudido varias veces aquella noche; y por encima de todo quería sentir el calor abrasador de su esposo enterrado profundamente en ella. Se había vuelto insaciable y lujuriosa en apenas una semana y sólo él sabía cómo aplacar sus más oscuros deseos. - Todavía no, mi amor.

Ella tuvo que volver a reprimir el deseo, era la misma respuesta de siempre y sabía que él prefería que no volviera a protestar. Podía pasarse toda la noche pidiendo alivio, pero cuanto más lo hiciera menos estaría dispuesto él a concederselo y probablemente acabaría azotándola para después negarle el orgasmo. Callar y obedecer era lo que él deseaba que hiciera en ese momento, así pues, ya encontraría ella otra ocasión en la que discutir unos cuantos asuntos, cuando no sintiera dolor por la ausencia de caricias masculinas. Con ternura, lord Kirbridge envolvió el cuerpo de la mujer con el abrigo de pieles; el roce sobre sus zonas sensibles, sus pechos, arrancó un suave suspiro de la garganta femenina que fue correspondido con la risa profunda de lord Kirbridge.

- Camina delante de mi.

Ella agachó la mirada, con las redondas mejillas brillando con un intenso color rojo y los labios temblorosos. Se dirigió hacia la puerta delantera de la mansión Kirbridge mientras su esposo se demoraba un momento entregando una propina al discreto chófer, que condujo el automóvil para guardarlo en la cochera. Lord Kirbridge se puso el sombrero y con el bastón de ébano en la mano siguió a su esposa observando la desnudez de sus piernas y sus estilizados tobillos, deleitándose con la certeza de que ella estaba impaciente. El señor Cross atendió su llegada abriendo las puertas de la casa y cerrándolas a medida que las cruzaban. Al pie de la escalera, lord Kirbridge despachó al mayordomo, que desaparició silenciosamente por una puerta de servicio para ocupar su lugar en las zonas destinadas a los criados. Se aseguró de que nadie, bajo ningún concepto, subiera las escaleras hasta las habitaciones de arriba.

Lady Kirbridge giró el rostro para admirar, una vez más, a su soberbio esposo, su magnífico perfil recortado en el contraluz de la lámpara del vestíbulo. Se mordió el labio inferior enviando una punzada de deseo directamente a su vientre, sintiendo un doloroso placer entre las piernas por culpa de la anticipación. No había tenido suficiente con el viaje en coche. Ni siquiera se sentía ya molesta por haber sido utilizada en público. Incluso había olvidado que Crawford también habia participado en ese juego tan depravado. Ahora sólo tenía pensamientos para lord Kirbridge, pensamientos lascivos mientras estudiaba su atractivo cuerpo envuelto en pura elegancia de seda y algodón. Se había humedecido sólo con verle vestido de traje, como si nunca lo hubiese visto así antes. Desvió la mirada interesada por la prominente curva de los pantalones y luego vagó por sus manos y la recta longitud del bastón de madera rematado con un óvalo espirado de márfil veteado de gris. Otro oscuro pensamiento le cruzó la mente y Él captó la atención que ella le prestaba. Lord Kirbridge ladeó la cabeza esbozando una sonrisa siniestra y poderosa, ocultando sus ojos bajo la sombra que proyectaba el borde del elegante sombrero. Cambió el bastón de mano y extendió la diestra hacia lady Kirbridge.

- Quítate el abrigo. No hace frío aquí - demandó. Una oleada de calor impactó entre las piernas de milady cuando escuchó su petición. Se giró para enfrentarle, pero él movió la cabeza negando. - Dame la espalda. Quiero tener una vista privilegiada de tu culo. 

Lady Kirbridge tragó saliva costosamente y obedeció emitiendo un jadeo. Él tenía la mano extendida, en cuanto la prenda se deslizó por las caderas de la mujer estrechó la distancia que los separaba para coger el abrigo. Apenas había un palmo entre los dos cuerpos y ella sentía un calor abrasador en la espalda, un picante hormigueo que entumecía sus músculos. El corazón le golpeó en el pecho con fuerza, como si fuese la primera vez que estaba desnuda delante de un hombre y una pregunta se formuló en su boca más rápido de lo que se formó en su mente.

- ¿Vas a azotarme?

Se arrepintió cuando lo dijo y apretó los labios, esperando que sólo hubiese sido un pensamiento, que él no la hubiese escuchado. Las rodillas le temblaron al sentir que lord Kirbridge se acercaba, que la tela de sus pantalones casi rozaba su desnudo trasero; sus pechos, ya sensibles, se endurecieron hasta el límite de lo dolorosamente incómodo. Lo había oído.

- ¿Con esto? - preguntó poniéndo el bastón delante de los ojos. Ella jadeó y bajó la cabeza para ver como la poderosa mano sujetaba la vara con firmeza, resaltándose cada hueso y cada tendón de unos dedos gruesos y poderosos, cerrándose alrededor del tallo estrecho de un bastón negro de pulida superficie.

- N-no quería decir... - vaciló, tratando de pensar en algo, con los ojos abiertos fijos en la mano dura e implacable. Irremediablemente, la humedad de su sexo la traicionó.

- Sé lo que querías decir - lord Kirbridge apretó el bastón a la garganta de lady Kibridge, haciéndola retroceder un paso hasta chocar contra su cuerpo. Ella fue rápidamente consciente de la enorme presión que se ejercía en el interior de los pantalones de su esposo. Ella deseaba que se liberase, todavía le ardía la mano al recordar lo grueso y firme que había estado en el coche. Presionando con el bastón en su cuello, la obligó a levantar la cabeza y le murmuró en el oído. - Si te azotase con esto, acabaría haciéndote sangre o rompiéndote algún hueso y no quiero que eso pase. Te azotaré, descuida, pero si lo hago quiero hacerlo con la mano para sentir cómo se te calienta la piel con cada golpe, cómo te estremeces de gusto y cómo te tiembla el cuerpo cuando mi mano impacta sobre tu carne. Ahora, arrodíllate, pon las manos en el suelo y empieza a subir las escaleras hasta que yo te diga que te pares. 

Lady Kirbridge cerró un momento los ojos para mantener la compostura. Un angustiante cosquilleo entre los muslos la puso alerta de la terrible humedad que se deslizaba entre sus piernas, algo que era incapaz de contener. Había cambiado mucho su forma de ser en los últimos días, su cuerpo reaccionaba por ella y, para proteger su cordura y su dignidad, se negaba a pensar fríamente en lo que hacía. Simplemente reaccionaba a los impulsos y eso podía ser malo, porque la única medida que tenía era el límite que su esposo podía ponerle. Él parecía saber exactamente lo que le gustaba, era como si pudiese leer su mente a través de su cuerpo, así que lady Kirbridge tenía que confiar en que lord Kirbridge sabría cuidarla y la protegería incluso de sí misma. ¿No?

Lentamente se fue agachando hasta ponerse de rodillas a los pies de lord Kirbridge, cerrándose en banda a los pensamientos que la abrumaban. Él mismo le había dicho que no pensara, simplemente que actuara y que sintiera. Abrió los ojos y observó el primer escalón; se mordió los labios para reprimir un gemido al sentir la mirada del hombre sobre ella, aleteando a una altura superior a la suya. Con lentitud, gateó hasta la escalera y empezó a subir contoneándose involuntariamente como un desierto de dunas cambiantes, exponiéndose de forma sensual ante la mirada ardiente del lord, que le quemaba cada centímetro de piel con los ojos. El corazón le latía con tanta potencia en las costillas que rápidamente se quedó sin respiración y sus jadeos ahogados podían escucharse retumbar por todas las paredes. No estaba haciendo un gran esfuerzo, lo agotador era la certeza de saberse observada, la certeza de tener la mirada de lord Kirbridge puesta en las gotas brillantes que brotaban de su sexo y resbalaban entre sus muslos. ¡Ni siquiera la estaba tocando!; y ella ya sentía palpitaciones, contracciones de sus músculos.

Él puso un pie en el primer escalón cuando ella tan sólo había podido cubrir los seis primeros. La presión de la situación la hizo acelerar el ascenso, pero lord Kirbridge tocó su trasero con el extremo superior del bastón y la paralizó. Oyó una risa corta y profunda, el pomo redondo se deslizó entre sus nalgas y presionó entre ellas con suavidad. Lady Kirbridge profirió un grito de impresión.

- No he dicho que te detengas. Sigue subiendo, quiero verte bien ese sexo tan suave y húmedo que tienes. ¿Por que estás mojada, verdad, mi amor? 

- Sí, amo - musitó ella, sintiendo que brotaba más néctar desde sus íntimos recovecos. No había vuelto a llamarle así desde la noche en que su vida cambió para siempre, desde que volviera de casa del noble y depravado Crawford con la angustia de sentirse infiel y sucia para luego ser dominada por lord Kirbridge. ¿Qué clase de juego mental era este? Merecía una explicación a estos cambios tan radicales en su comportamiento y su vida, porque se sentía perdida y confusa.

- Así me gusta - alabó el hombre presionándo más fuerte con el bastón, tanto como para causarle placer pero sin llegar a penetrar su delicada cavidad trasera. Valeria emitió un gemido seguido de un jadeo ahogado y se apresuró a subir el resto de los escalones, seguida muy de cerca por lord Kirbridge y su bastón de mando. - Cuando te golpeo no busco hacerte un daño  físico irreparable sino que seas consciente de que te encuentras en mis manos, ¿comprendes? - hablaba él mientras ascendían. - Por supuesto, a veces, querré castigarte por tu desobediencia. Disciplinarte. Otras, simplemente, desearé azotarte porque me apetece. Y, como ha ocurrido hace apenas unos instantes, otras veces serás tú la que desee ser azotada. Pero, en cualquiera de estas situaciones, eso sucederá si yo quiero que suceda. ¡Quieta!

Lady Kirbridge frenó en seco a dos escalones de la primera curva. El hombre retiró el bastón y atizó un golpe a sus dos nalgas con firmeza y precisión. Ella gritó más por la sorpresa que por verdadero dolor y una onda de calor atravesó su trasero para impactar bajo su vientre. Inhaló aire con un sollozo y dejó escapar un gemido ronco, inclinándose hacia delante para exponer otra vez sus nalgas, dejándolas a merced de la mano implacable de su marido. "¡Otra vez!" pensó para sí misma, en una súplica silenciosa. Quería que volviera a azotarla así. Pero luego deseó otra cosa y al instante se vio abrumada por sus propios deseos. No sabía qué quería y eso le provocó un sentimiento frustración y rabia que dejó escapar en otro sollozo. 

Una mano firme sobre su cadera la devolvió a la realidad. Con lentitud, lord Kirbridge se arrodilló tras ella en el mismo escalón en el que descansaban sus rodillas y se inclinó hasta cubrirla con su cuerpo. Lady Kirbridge fue consciente de la tensión bajo la ropa de su marido y suspiró en forma de lamento. Sintió, incluso, que su humedad mojaba la tela de su pantalón.

- Mírame - le exigió cogiéndola suavemente del mentón para que girase el rostro. Parecía insensible a las emociones que a ella la desbordaba. Le miró por encima del hombro, perdiéndose en sus ojos grises como dos espadas. - Si hay algo que desees, no dudes en decirmelo. Si hay algo que no puedas soportar, hazmelo saber. No me refiero a una pequeña molestia, no protestes por algo insignificamente que pueda aliviarse con rapidez, hablo de algo que verdaderamente sea un tormento insoportable para tí.

- Ya sabes lo que quiero - masculló con ansiedad. Luego se dio cuenta de que había sido demasiado brusca y trató de corregir su actitud. - Por favor, Amo... te necesito... no puedo soportarlo más...

Se sintió humillada por tener que suplicar algo así, le daba vergüenza decirlo con las palabras exactas y su vacilación se transmitió en sus palabras. Lord Kirbridge sonrió con verdadera fiereza y se irguió tras ella con soberbia, con una mano anclada a su cadera. Con deliberada lentitud se quitó el sombrero, clavándole una mirada dura y penetrante.

- Separa las rodillas.

Aún se estaba asegurando sobre el escalón cuando su inflamado botón fue atrapado entre los dedos de lord Kirbridge. Un aluvión de sensación brotó desde el centro de su sexo expandiéndose a todos los rincones de su cuerpo. Deslizando la otra mano por su espalda, lord Kirbridge presionó entre sus omóplatos para que se recostara sobre la escalera, deslizando los dedos empapados hacia atrás.

- Estás tan caliente que pareces a punto de explotar - murmuró con voz ronca. - Dime, amor mío, qué es exactamente lo que quieres. Dilo.

- Por favor... Amo, por favor... - susurró ella, buscando las palabras concretas entre brumas de placer. Al sentirse invadida por dos dedos, perdió el hilo de lo que quería decir y todo arrebato de vergüenza se esfumó de un plumazo. - Fóllame... ya. Por favor... 

Era imposible negar un deseo así. Sus dedos abandonaron la sedosa cavidad, sus manos se aferraron al interior de sus muslos para separarle las rodillas de un tirón firme. Lady Kirbridge clavó las uñas en el mármol del escalón y apretó la mejilla contra el borde de otro. El miembro suave, caliente y palpitante de su Amo fue liberado de la prisión de tela y se abrió paso dentro de ella con un empujón violento. Hasta el fondo. De una sola vez.

- Oh... sí - sollozó ella, sintiéndo que se le agolpaban las lágrimas en los ojos. Los dedos de lord Kirbridge se crisparon cuando la agarró por la cadera y se deslizó suavemente para salir por completo; embistió tan fuerte que la empujó un escalón arriba y ella gritó plena de éxtasis.  Repitió el movimiento dos, tres veces y de pronto ella vio puntos blancos delante de los ojos.

- Estás temblando, mi amor y apenas acabo de empezar - gruñó el hombre morbosamente divertido. - Quiero que te corras - demandó.

Ella no pudo evitar hacerlo, algo dentro de ella explotó contra sus deseos y su sexo empezó a latir alrededor de la dura erección de su esposo, acompañado por un profundo suspiro. Apenas había podido disfrutar de la sensación de tenerle dentro cuando él abandonó su interior. Se sintió mal, casi mareada por la angustia de haber tenido un orgasmo tan rápido y tan poco placentero. Y él... oh, por dios, ni siquiera había acabado. Lord Kirbridge se inclinó de nuevo sobre ella para darle un beso en la cabeza y le habló al oído.

- Levantante y corre. Corre tan rápido como puedas porque cuando te alcance, no te voy a soltar, perra. Te voy a desollar el culo a golpes, te lo juro, cómo no eches a correr ahora mismo. Tienes cinco segundos de ventaja. Uno.

La excitación se disparó otra vez en ella.

- Dos - lady Kirbridge se agarró a los escalones y reptó para salir de debajo de lord Kirbridge, el cual se puso en pie para arrancarse la chaqueta, enrrollando la corbata en su puño.

- Tres - su voz resonó cavernosa en el cerebro de la mujer. Subió a trompicones hasta el primer piso y se lanzó a la carrera por el pasillo. ¿A dónde ir? La habitación, el baño, el cuarto de invitados, el salón...

- ¡Cuatro! - gritó él desde abajo. Lady Kirbridge entró en la habitación y cerró la puerta, corriendo hacia... ¿hacia dónde? ¿Y por qué se había puesto a correr? Un momento, un momento...

- Cinco - rugió y ella pudo escuchar sus pasos apresurados subiendo los últimos escalones. La puerta que acababa de cerrar se abrió de golpe para dar paso a un lord Conrad Kirbridge irreconocible.

18 intimidades:

  1. Uf!, que capítulo más intenso!, se me ha puesto el corazón acelerado a mi también de ver a la pobre Valeria corriendo y huyendo de su esposo, y luego, cuando éste aparece, vas y lo cortas ahí!, jo!. ¿Que ha pasado que Lord Kirbridge se ha puesto tan furioso?, ¿que piensa hacerle?

    ResponderEliminar
  2. Nooooooooooooooooooooooooooooooooooooo, no no no no noooooooooooooooooo, porque me dejas asi? porque?!!!!

    Dios Paty, me vas a matar y como me voy a dormir de esta manera?.

    Puedo decirte sin equivocarme que es el mejor capítulo que he leido, me gustan hasta los puntos y las comas, lo que acabo de leer no tiene nombre, estoy que me resbalo del sofá que ya es decir.
    Un regalazo de Reyes, graaaaaaaaaaaaaaaaaaaaacias, eres maravillosa, esta historia es... maravillosa.

    Un besazoooooooooooo.

    ResponderEliminar
  3. Pirox19:39

    Pilla-pilla version extrema!... Lo siento, chiste facil.

    No puedo evitar pensar que Kirbridge y Crawford estan cortadas por el mismo palo, pero son bastante difentes. Crawford es cruel y dominante pero mas controlado, mientras que Kirb es mas fogoso y violento, con necesidad de sentirse en control. Sangre fria, y sangre caliente, por resumir en varias palabras.

    ResponderEliminar
  4. Me gusta tu forma de relatar,por cierto,no seas mala y no nos dejes así...queremos más.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  5. Esta muy bien el blog, no lo conocía hasta ahora, me pasaré más a menudo a leerlo. Aprovecho para felicitarte el 2012, un saludo!!

    ResponderEliminar
  6. Hola! Conocí tus relatos a través una amiga, una princesita que anda por estos lugares jeje. Me gustó mucho el primer capítulo y no dudé un segundo en pedirle más y más, y me dio este lindo espacio por el cual debo felicitarte.
    Me he leido todos los capítulos de Renacimiento en una tarde (cosa que deberé hacer con más calma porque creo que de la emoción perdí el rumbo y me salté algo seguro)y me encantó! Ahora empezaré a leer los demás mientras espero el siguiente!
    Sé que te lo habrán dicho muchas veces, pero una más seguro que no hace daño: ERES UNA BRILLANTE ESCRITORA!!! Gracias por compartir tu don! Un beso grande

    ResponderEliminar
  7. Mi falta de tiempo crónica me impide estar pendiente de los blogs, de leer muchas cosas que me gustaría, de comentar cosas. Y aunque ya te había leído y me has parecido una de las más brillantes escritoras que uno se pueda encontrar por estos "cibermundos", hoy, precisamente hoy, me he hecho seguidor de tu blog.

    Al igual que aleera, te diré que tienes una princesita representante, embajadora, amiga, entusiasta, fan... que muchos días por la mañana, cuando da novedades a su Amo, con su adorable y contagioso entusiasmo le dice: "He leído a Paty y aún estoy emocionada". Es de justicia por tanto darte las gracias por emocionar a mi sumisa con tus relatos y las felicitaciones por tan brillante forma de escribir.

    Un saludo

    Príncipe Celta

    ResponderEliminar
  8. Uffffffff!!!
    Ese tipo de juegos mentales en los que te encuentras atrapada sin saber si, hacer o no hacer será lo correcto o adecuado, es algo a lo que Mart me tiene demasiado acostumbrada, jeje.

    Este capítulo en particular me deja con ganas...

    Me gusta en exceso cómo escribes, creo que por ello no te leo bajo cualquier circunstancia o momento, menos aún si el día pinta tristón. Me gusta estar reposada cuando te leo, no tener más nada en la cabeza que las imagenes que tus palabras van poniendo.

    Por eso disfruto tanto mi paseo por tu espacio.

    Y ahora... QUIERO MÁS!!!!!!

    Gracias, Paty.
    Por lo que nos regalas con tus letras y a mí, personalmente, por la compañía tuya de la que siempre disfruto, sean días luminosos u oscuros.
    Gracias por todo ello.

    ResponderEliminar
  9. DIos mío, Paty, totalmente bestial, de verdad. Eres una maravilla, que pedazo de capítulo, y que pedazo de historia. Y en que punto lo dejas! Tú si que sabes mantener la tensión, me has puesto el corazón en un puño con la huída. Cómo me gustaría tener una editorial y publicar joyitas como ésta.
    Un besazo!!

    ResponderEliminar
  10. Hola Dulce! ¿Parece furioso? Yo más bien diría que se siente apasionado, el peligro hace que Valeria salga huyendo sin pensarlo demasiado... con sus consecuencias :D

    ¡Un beso!

    ResponderEliminar
  11. Hola princesa :3 Duerme como mejor puedas, pensando que pronto sabrás cómo continua la historia o pensando tu misma una nueva continuación :D

    Gracias por tus palabras, un besito :3

    ResponderEliminar
  12. Hola Pirox!! Sí, tu apreciación es muy acertada, para mí esos dos hombres son totalmente distintos y cada uno somete a Valería según su naturaleza. Crawford es paciente, Kirbridge apasionado y dominante.

    Gracias por pasar ^_^

    ResponderEliminar
  13. Bienvenido, patxi, tranquilo que esto no quedará sin conclusión :)

    ResponderEliminar
  14. Hola David, igual que a patxi, bienvenido ^_^

    ResponderEliminar
  15. Bienvenida, aleera, pasa y acomodate. Aprecio que leyeras los episodios pasados, son los primeros que escribí y seguramente sean un poco flojos. Pero bueno, yo voy mejorando conforme avanzo por esta historia tan interesante.

    Espero verte más veces por aquí, ¡un saludo!

    ResponderEliminar
  16. Bienvenido, señor Celta, un honor conocerle por fin :3 Su querida pricesa también me anima mucho a escribir, gracias a ella y seguidoras como ella, tengo ánimos para seguir escribiendo y superándome. Gracias a ti y a tu princesa por tener tiempo de leer mis escritos ^_^

    Un saludo!!

    ResponderEliminar
  17. Sweeeet, querida! Me alegra que encuentres parecidos reales en este relato, eso significa que no voy tan desencaminada a la hora de conseguir lo que quiero transmitir. Me alegra mucho que tengas tiempo de leerme y no puedo sino emocionarme al recibir tantos halagos y ánimos de tu parte. Gracias a tus comentarios puedo seguir ecribiendo!!

    Espero que esos días negros hayan pasado y vuelvas llena de energía.

    ¡Un besazo!

    ResponderEliminar
  18. Hola querida hada ^^ ¿Cómo va todo? Agradezco el entusiasmo y el voto de confianza sobre lo de la editorial, ¡es muy emocionante! jajajaja.

    Un beso!!

    ResponderEliminar

¿Qué te ha parecido esta intimidad?