Renacimiento (III)

Crawford cubrió la desnudez de la mujer con su propio cuerpo, cuando lord Kirbridge se puso en pie, deslizó el vestido por las caderas y los hombros de su esposa vistiéndola de nuevo con tanta rapidez que no parecía haber ocurrido nada. Ella sollozó, todavía temblando, con los restos de un violento orgasmo latiendo entre sus piernas.

- Ya ha pasado todo, déjalo salir - susurró lord Kirbridge con ternura, envolviendo a lady Kirbridge entre sus brazos. Valeria ocultó la cara en el hombro de su esposo llenándole de lágrimas la solapa del traje, a medio camino entre la vergüenza y la rabia, con ganas de darle un puñetazo y a la vez, abrazarle. La voz de lady Hadwick, la anfitriona, se dirigió a sus invitados; se escuchaba lejana, como si estuviese lejos.

- Lamento este terrible incidente, la luz ha regresado, espero que no hayan tenido ningún percance en los minutos que permanecimos a oscuras. Sigan disfrutando de la velada...

Valeria sintió la risa cavernosa de lord Kibridge en el cuello, sus caricias en la espalda la tranquilizaron un poco y se separó de su esposo. Se giró, encontrándose con la brillante y lasciva mirada de Crawford y luego observó a su alrededor, una de las salas de arte de lady Hadwick apartada discretamente del salón principal dónde todos los invitados sacudían la cabeza con asombro y las conversaciones regresaban. Allí solo estaban ellos tres y nadie parecía fijarse en si hacían algo fuera de lo normal. A ojos de todos, la situación era distinta, solo veían a una mujer asustada por la oscuridad siendo consolada por su marido y no horrorizada por haber sido utilizada en público; a oscuras, pero en público.

- Ha sido cosa tuya... - murmuró la mujer con cierto espanto. Otro de los retorcidos planes de su marido. Él sonrió misterioso y seductor.

- Puedes retirarte, Crawford - señaló lord Kibridge sin mirarle.

El hombre lanzó un último vistazo ardiente y posesivo a la mujer, depositó un beso en su frente y se marchó, ajustándose la corbata y alisándose la chaqueta, mezclándose con el resto de invitados como si no hubiese ocurrido nada. Lady Kibridge le vio alejarse, absorta en sus propias reflexiones, pensando en lo que acababa de pasar, confusa. Lord Kirbridge puso un dedo bajo su barbilla y la hizo levantar los ojos para mirarle, depositando un beso sobre sus labios inflamados. Luego deslizó la mano por su cuello en lento descenso hasta rozar sus doloridos pechos por encima del vestido. Ella se arqueó, apretándose a su boca, respirando su aliento masculino con sabor a fruta, a vino.

- Esta noche has aprendido algo importante - susurró él en sus labios, apretándole el pezón entre los dedos. Su otra mano se deslizó por la espalda desnuda y presionó en sus riñones, atrayéndola por la cadera. Lady Kibridge olvidó que quería protestar y acarició la boca de su maquiavélico esposo con la lengua.

- ¿El qué? - indagó, sintiendo que volvía a humedecerse.

- Que debes confiar en mí. En cualquier situación, en cualquier lugar, en cualquier momento, tu placer y tu seguridad es lo primero. Nunca permitiría que te ocurriese algo malo. ¿Entiendes lo que digo?

- Creo... que sí.

- Chica lista. Ve a buscar tu abrigo, te espero en el coche. Tenemos que hablar.

No habían sido sugerencias, su tono destilaba poder e imponía un mandato que exigía ser obedecido. Lord Kirbridge la miró con seriedad, con sus ojos grises penetrando en su conciencia y en su cuerpo. Ella palpitó, como si no hubiese tenido un orgasmo apenas unos minutos antes, deseando estar desnuda otra vez ante lord Kirbridge. Asintió en silencio y se despegó del cuerpo de su esposo con renuencia, sintiendo que necesitaba volver a estar cerca de él para poder vivir. Sobreponiéndose a las emociones que le hervían bajo la piel, lady Kibridge cruzó el salón sintiendo la mirada de todo el que se cruzaba con ella. ¿Se darían cuenta de su excitación? ¿Habrían escuchado sus gemidos? ¿Estarían mirando sus marcados pezones sobre la tela del vestido? ¿Se fijarían en sus labios rojos e hinchados? ¿En sus mejillas acaloradas? Se dirigió apresurada hacia el guardarropa para coger su abrigo, evitando mirar hacia atrás y encontrarse con la expresión enviciada de Crawford, el gesto confuso de Victoria Harland o la mirada de reproche de lady Hadwick. Apenas unos minutos tenía la mano de Crawford metida entre las piernas y su lengua entre los labios y no podía volver a pensar en él, porque se mojaba solo con rememorar su imagien. En realidad, le ocurría lo mismo con lord Kibridge. Ejercían algún tipo de influencia sobre ella, convirtiéndola en un cuerpo débil que se estremecía y palpitaba y respondía a sus primitivas llamadas con exagerada facilidad. Se arropó, sintiendo el roce del vestido sobre los pechos sensibles. Salió a la fría y oscura Eaton Place cubriéndose con el pelaje castaño de su abrigo, con la impaciencia enroscándose bajo su vientre. Un coche negro silueteado en plata por el brillo de la luz de las farolas se detuvo frente a ella, el chófer se bajó del automóvil y le abrió la puerta trasera. Dentro, esperaba lord Kibridge.

- Justo a tiempo, querida - la saludó rodeándole la cintura con el brazo, apretándola a su costado y depositando un beso suave sobre sus labios. El coche se puso en marcha. Conrad no dejó de besarla hasta que ella quiso apartarse para poder respirar. No la reprendió por ello, sólo endureció el tono de su voz. - Quítate el abrigo. Dentro hace calor. 

La certeza de que otra vacilación o negación iría acompañada de un castigo atemorizó a lady Kibridge. Él había prometido no azotarla hasta que las marcas de Crawford hubiesen sanado, pero nada le impedía romper la promesa. Deslizó la gruesa piel por los brazos y depositó la prenda a su lado, los asientos traseros del hermoso Rolls Royce de su esposo eran muy espaciosos. Le miró, expectante, impaciente y atemorizada, dejando volar la imaginación. Él le devolvió la mirada, penetrando en todos los rincones de su cuerpo hasta obligarla a emitir un suspiro sin siquiera tocarla.

- Levántate la falda - pidió acariciándole la mejilla. Con presteza, lady Kibridge aferró los pliegues del Vogue carmesí, bastante arrugado ya, y tiró de él hasta subirlos por encima de la cadera, sentándose directamente sobre la fría tapicería. Se removió incómoda, notando como humedecía el cuero y por un momento pensó que había hecho más de lo que le habían pedido. - No te preocupes por el asiento - dijo lord Kirbridge en tono de advertencia. - Y relájate, harás que se empañen los cristales si respiras con tanta fuerza... - le susurró en el oído. No pudo relajarse, los dedos de lord Kirbridge ascendieron por entre sus muslos desnudos hasta palpar la humedad de su sexo. Ella se arqueó, tapándose la boca para acallar un gemido. Sintió la voz de su Amo susurrándole en el oído, suave y poderosa. - No pienses, sólo siente mis dedos en tu sexo ávido. No pienses en que el hombre que conduce el coche puede oírte o verte, no pienses en otra cosa que no sea mi mano dándote placer. No te cubras la boca, quiero oír los suspiros de surgen de tus labios. 

Lady Kirbridge gimió dejando caer los brazos sobre el asiento. Las caricias de lord Kirbridge fueron suaves, leves roces a sus pétalos sensibles, sin profundizar demasiado en sus dominios.

- Dime, amor mío, ¿qué has sentido esta noche?

- Ha sido... demasiado intenso - susurró quedamente. Él gruñó en su oreja, ella se corrigió deprisa. - ... Amo, ha sido más de lo que podía soportar.

- Nunca te daré más de lo que puedas soportar, ni menos de lo que necesitas. Pero no voy a ir despacio, ni voy a ser suave, he pasado mucho tiempo negando tu cercanía y tu cuerpo desde que nos conocemos, desde que nos casamos. No he podido controlar el ávido deseo que siento por ti, dormir en la misma cama todas las noches, con tu desnudez a mi lado, con tu sexo sediento a un palmo de distancia, fue la mayor de mis torturas; sé que te hice sentir insatisfecha e insegura, y te obligué a buscar una salida a tu necesidad. Por eso, cosas como las de esta noche van a suceder de forma constante, voy a convertir tu vida en un mar de placer continuo, porque te amo y me perteneces. ¿Entiendes lo que digo?

Las caricias del hombre penetraron en Lady Kibridge, que se aferró al asiento separando de forma inconsciente las piernas para permitir más espacio a su marido, conteniendo el aliento. Luego, cuando fue capaz de asimilar la pregunta, asintió; tenía los ojos cerrados y los labios apretados.

- No, creo que no entiendes el alcance de mis palabras, ni la importancia de lo que acabo de decirte. Pero no pasa nada, tengo toda la noche, toda la semana, toda la vida, para demostrarte todo lo que deseo hacer contigo - lord Kirbridge se acomodó al lado de su temblorosa esposa, apretándola a su cuerpo, acariciándola con amor y pasión. El coche avanzaba silencioso por las calles de Londres, el suave ronroneo del motor se transmitía al asiento y lord Kibridge, que permanecía en silencio, la contemplaba con mucha atención. Sin dejar de penetrarla con los dedos de una mano, le retiró los tirantes del vestido y descubrió sus pechos, tocándolos con igual languidez. - Córrete cuando quieras - le dijo.

Y lady Kirbridge se vio envuelta en una algodonosa nube de placer, sabiendo que con esas caricias que lord Kirbridge le proporcionaba, el alivio no llegaría pronto, sino que se eternizaría hasta lo imposible. Clavó las uñas en el asiento, luego una mirada en Él, en sus acerados ojos, descubriéndo en ellos un profundo deseo por ella, un deseo hambriento, posesivo y violento. Se concentró en las caricias, tratando de apartarse de las brumas que apresaban sus sentidos, escuchando el casi silencioso ruido del coche, aspirando el aroma a madera cortada del hombre, sintiendo el calor de su cuerpo e imaginando la curva que tensaba sus pantalones. Esa imagen la aturdió. Dejó de hundir los dedos en el asiento y entonces, él pareció leerle lamente, porque sus labios se curvaron en una sonrisa de lobo.

- Hazlo.

Ella asintió lentamente. Sin dejar de mirarle, apartó la mano del asiento y la puso sobre la pierna de lord Kibridge. Él jugó duro, presionando con mayor intensidad los dedos en su sexo y ella le clavó las uñas en la pierna, enviando un latigazo de placer que no fue capaz de disimular. Lady Kirbridge vio el brillo de sus ojos y eso impulsó su mano hacia arriba, hasta acunar esa curva que había estado imaginando. Lord Kibridge rompió el contacto visual y se metió en su boca, aprisionándole la lengua en un beso voraz y desmedido. Con mano torpe, nerviosa y aturdida por el placer, lady Kibridge fue metiendo la mano en el interior de los pantalones. Era tarea complicada, él no le dio ninguna facilidad y a medio camino entre la frustración y la impaciencia, le desabrochó el cinturón y el pantalón de gala hasta tocar la capa de ropa interior que protegía lo que ella buscaba. Lord Kirbridge emitió un sonido ronco y deslizó la boca por su cuello clavándole los dientes en el cuello. El ramalazo de placer la sacudió como un azote, gimiendo muy cerca del oído de su esposo, metió la mano y se aferró al miembro duro y caliente, anhelando al instante llevarselo a la boca. O quizá meterlo entre sus piernas, no estuvo segura de qué era lo que más deseaba en ese momento.



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Escrito durante el Día#2 del Maratón de Escritura (15-22 de Diciembre 2011)


10 intimidades:

  1. Uf!, k intenso!. No hace falta k añada mucho más. Ya sabes k adoro como escribes, k siempre me siento satisfecha cuando termino d leerte y k nunca me ha decepcionado tus escritos... Asi k, una vez más, t felicito por tu gran talento.

    Saludos y bs kerida Paty y feliz Navidad!, muak!!!

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  2. Anónimo12:49

    Impresionante, como siempre.

    Que disfrutes de unos días felices y que el amor de los tuyos te acompañe y te llene de alegría.

    Un beso desde La Luz.

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  3. Tremendo Paty, tremendo... Ese hombre es capaz de todo...y yo me muero por seguir leyendo su historia.

    Un besazo preciosa y Felices Fiestas.

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  4. Hola guapa!!
    Lo primero,... FELIZ NAVIDAD!!
    Espero que la noche la pasaras genial, con los tuyos riendo, comiendo, bebiendo, y disfrutando; que de eso se trata. Y que el resto de las fiestas lo pases así, ante todo siendo feliz.

    Besos!!

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  5. Hola linda!
    Esta genial, como el resto de la historia y todas tus demas historias que me encantan!
    Y solo puedo decirte dos palabras: QUIERO MÁS!
    Tengo que admitir que quiero un hombre como Conrad ;)
    Besos, preciosa, ten una muy feliz navidad y un muy feliz año nuevo.

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  6. Felices fiestas y muy prospero año nuevo!!
    ya vote por tu blog- lo puedes ver desde ahora - mucha suerte en el concurso-besossss

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  7. Sensacional... Gracias!!!

    Te deseo un Feliz Año!!

    Un dulce beso

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  8. OMG, de verdad que siempre me dejas con ganas de más. Que disparate, me encanta lo que escribes. Y lord Kirbridge promete, desde luego. Un besazo

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  9. Creo que al poder leer la historia de seguido la estoy disfrutando con mas intensidad...al 100%... Totalmente extasiada,como lady K...jijiji

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  10. Una pena que no se vean las fotos que elegiste.

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