Caprichos - [Adictos a la escritura]

Buenos días. Hoy traigo un nuevo relato breve para el grupo de Adictos a la escritura, en el cual el personaje principal tenga una costumbre que solo lleva a cabo en navidad. Espero que os guste.

Caprichos

Se hace llamar Capricho. Ni siquiera utiliza su nombre real, su nombre verdadero, como si revelarlo pudiera provocar que yo tuviera el control sobre su voluntad como dicen algunas leyendas que sucede con los seres mitológicos. Tiene parte de razón, no puedo dejar de pensar en ella ni en cual será su nombre, ansío conocerlo todo de ella, ansío poder llamarla como merece y no suspirar la palabra Capricho cuando el placer nos envuelve.

El sol del primer día de invierno entra por la ventana, por la franja que ha quedado entre las dos cortinas. Una línea de luz que parte en dos el cuerpo de Capricho justo a la altura de su estómago. Está desnuda, con los pies enredados en las sábanas, un brazo por encima de la cabeza y la otra mano sobre su pecho. Sus senos redondos suben y bajan con su respiración tranquila y relajada, está profundamente dormida. Está agotada y satisfecha, lo veo en la sonrisa que se le forma en los labios. Su piel ha comenzado a perder el bronceado de verano, pero todavía conserva una leve tonalidad oscura y hay zonas de su cuerpo en las que todavía puedo ver las marcas de la pasión. Sus pechos tienen pequeñas zonas enrojecidas por los besos que le dí, en la curva de sus caderas hay huellas de mis dedos, la sujeté con tanta fuerza para que no pudiera escapar de mí que ahora le han quedado marcas, una hilera de cuatro puntos en cada lado que me hace hervir la sangre con el recuerdo.

Me acomodo un poco mejor en la silla, un escalofrío me recorre el vientre y baja hasta mi agotado pero insaciable sexo, que responde endureciéndose ante la visión de la diosa que descansa en mi lecho. Me pasaría horas mirándola, contemplándola, grabándola a fuego en mi mente para no olvidarla jamás. En cuanto se despierte se marchará, abandonándome para continuar con su vida lejos de mí. Estoy cansado de sus caprichos, de su impredecibilidad, de su egoísmo. Pero cuando se trata de ella tengo muy poca voluntad y mucha inseguridad, algo que no me sucede cuando la tengo atada y a mi merced, cuando la tengo sobre mis rodillas y soy libre de hacer con ella lo que yo quiera. Un miedo atroz me invade cuando quiero pedirle que se quede conmigo al día siguiente, pero sé que no es lo que ella desea porque tiene cosas más importantes que hacer que estar a mi lado, y también sé que si lo hago, si le digo que la amo y que quiero pasar el resto de mi vida con ella, probablemente no vuelva a verla jamás.

Todos los años sucede lo mismo y siempre me digo que no puedo soportar perderla, que prefiero pasar con ella un día de cada uno de los trescientos sesenta y cuatro que tiene un año, a no poder tocarla, mirarla o besarla en lo que me resta de vida. ¿Quién es entonces el caprichoso? ¿Yo, por quererla a mi lado o ella, por negarme esa posibilidad? Me paso las manos por la cara, la deseo tanto que me duele y no soy capaz de seguir mirándola. Me encierro en el baño, no quiero que me vea y ella tampoco quiere verme. No me mirará cuando se levante y empiece a vestirse y tampoco se despedirá de mí cuando se marche, por lo que aprendí que es mejor esconderme para no sufrir contemplando su indiferencia. Sentado en el inodoro, escucho como se despereza, como bosteza y se estira y como empieza a buscar su ropa.

Sus zapatos están en el baño. Los acabo de ver, acabo de darme cuenta de que están tirados junto a la bañera, a mi lado. Si quiere salir de aquí tendrá que entrar en el baño, no puede salir descalza a la calle. Es muy cuidadosa con sus cosas, siempre las deja a mano para salir rápido. El corazón me retumba en el pecho, ¿es esto una señal o algo así? Oigo como se mueve por mi habitación y maldice, buscando los zapatos. Luego se queda en silencio y sé lo que está pensando. Va a entrar. Va a entrar en el baño y tendrá que mirarme a la cara. ¿Lo hará? ¿Entrará?

El pomo gira y la veo recortada contra el marco de la puerta. Pero no me mira, mira por el suelo buscando lo que necesita para marcharse. Se agacha a mi lado para recoger sus tacones y entonces lo veo tan claro que en un arrojo de inconsciencia, la cojo por la muñeca.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunto con la voz convertida en una amenaza. Es la voz que le gusta, la voz que la provoca.

—Suéltame —susurra sin mirarme. La cojo de la barbilla para obligarla a que me mire y ella intenta evitarlo. No me acobardo, esta vez no y me aprovecho de mi fuerza para lograr lo que quiero.

—No vas a marcharte. Hoy no. Te marcharás cuando te dé permiso para hacerlo.

—Esto no es lo que acordamos —reprocha. Me pongo en pie, sin dejar de agarrarla por la muñeca y por el mentón, para que mi presencia la inunde.

—No, no es lo que acordamos. Pero nada me impide cambiar las reglas. Hoy no vas a marcharte.



8 intimidades:

  1. Bien, yo pensé que al final dejaría que ella se saliera con la suya.
    Me gustó el relato, como siempre muy bien narrado, sin vías lácteas y demás :-P

    Muy felices fiestas, Paty!! Hasta el año próximo. Besos!!

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  2. Hermoso relato, muy bien narrado y con el contenido justo de erotismo.
    Gracias por dejarnos disfrutar de tu buen hacer.
    Que el nuevo año te encuentre igual o más creativa.
    ¡ FELIZ AÑO NUEVO ! : Doña Ku

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  3. fascinante y como siempre te deja con ganas de mas, pero me encanto!!!

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  4. Genial relato, me encantaría saber que pasó. ¡Saludos!

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  5. Muy bueno!! Pensé que ellas se iría descalza y tomaría un taxi :-P
    Impecable!!

    Feliz año!!

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  6. Quizá ahora es cuando sabrá porqué ella se empeñaba en irse. No es lo mismo querer algo o a alguien para siempre, que tenerlo.

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  7. Solo son pequeños relatos ???
    Que alguien me ayude que estoy buscando como loca el segundo capitulo o el primero si es que hay uno :/

    FUE INTENSO... con ganas de mas y ojala haya mas :)

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