Reincidencia (VI)

Lady Kirbridge se mordió los labios incapaz de soportar la espera de otra nueva jugada de su contrincante. Sentía el largo cabello pegado a la frente, el sudor bajando por sus sienes y por su cuello envuelto en blando cuero que además de apretar le daba demasiado calor. Sus muslos temblaban todavía a causa de una reacción involuntaria producida únicamente mediante palabras. Lord Crawford había susurrado en su oído, eso habría bastado en el pasado para excitarla y dejarla tan dolorida que suplicaba por encontrar alivio de la manera que fuese; ahora había ido más allá, ahora la había obligado a caminar por el borde de un precipicio y la había empujando con su dulce aliento.

En silencio, lord Crawford se limitó a dar vueltas alrededor de ella, clavándole los ojos en todas partes, quemándole la piel con la mirada, penetrándola con tanta intensidad como si hubiese hundido los dedos en su tierna cavidad. En respuesta a aquella escrupulosa observación el corazón de lady Kirbridge se acompasó con los latidos de su sexo. Tenía, además, la sensación de que su entrepierna se abría como una flor en primavera con cada nueva palpitación: un pequeño brote que lentamente aflora y está listo para que el polen sea recogido por el aguijón de una abeja. Semejante comparación le provocó una nueva oleada de fiebre. Ni siquiera podía ver dónde estaba Crawford a cada momento, solo podía confiar en sus sentidos auditivos, los cuales estaban ensordecidos por la violencia de sus pulsaciones cardíacas.

- Estoy pensando, corazón. Estoy pensando que estás tan arrebatadora en esa postura que no sé por dónde comenzar - murmuró al fin. Su voz, su dulce y seductora voz, su diabólica entonación, su cruel intención... ¡no podría soportar otra vez! Si Crawford volvía a decir algo como lo de antes iba a desmayarse de puro agotamiento. Sintió sus ardientes dedos subir por las caderas y la cintura, supuso que estaba de nuevo tras ella y lo confirmó cuando la calidez de su respiración rozó su oreja. Se derramó otra vez, no había otra forma de describir la sensación que tuvo cuando la voz cosquilleó en su oído. - No sé qué deseo en este momento más de tí: si tus tiernos labios, tu suave y atercipelado pusbis o tus orgullosos pechos. Y es una elección complicada, corazón... - Los dedos siguieron la línea ósea de sus caderas convergiendo hacia el centro de su cuerpo. Por ambos lados, los dedos de Crawford rozaron los lindes de su pubis directos hacia el interior de sus muslos. Un calor abrasador azotó a lady Kirbridge, los dedos estaban cerca de sus sensibles pétalos y se moría por recibir una caricia, la primera de la noche; todavía no había sido tocada. Crawford regresó hacia arriba, de nuevo a sus caderas y volvió a descender por el mismo camino, repitiendo el recorrido una y otra vez, sin llegar a aliviar en ningún momento la ardiente energía que se concentraba en el sexo de su desesperada víctima. - Es complicado - repitió muy despacio, con la misma lentitud con la que acariciaba esa línea que unía sus piernas con sus caderas. - Me agrada comprobar que te deshaces por mi. Esa humedad que hace brillar tus muslos es fascinante. Quiero que abras más las piernas. -

No fue una petición suave, fue una exigencia, una demanda. Resultaba complicado obedecer, a lady Kirbridge ya le costaba tocar el suelo y separar los muslos la obligaba a estirarse más para sostenerse si no quería quedarse colgada del cuello. Se esforzó en conseguir una mayor abertura como él quería.

- Más... - volvió a exigir, con mucha calma, deslizando los dedos por sus muslos. No podía, sabía que no podía hacerlo, que no tenía las piernas tan largas ni era tan flexible. - He dicho: más abiertas - su voz, su maldita voz se volvió dura como granito y a ella le entró miedo. Se estiró más y de pronto recibió un inesperado azote en la parte baja de las nalgas que le arrancó un suave gruñido de la garganta, lo bastante audible para que él lo oyera. Nuevas gotas de sudor frío se unieron a las de su cuello y bajaron por su espalda. - Creí haber dicho que no podías hablar, ni gemir, ni suspirar - murmuró él muy sombrío. Cuando intentó tragar saliva la garganta se apretó contra el collar. Recibió otro azote en el mismo lugar, más fuerte, más picante. Se mordió el labio para reprimir un gemido. - Mucho mejor así. 

Una mano abandonó las caricias de su vientre para dirigirse hacia sus pechos. Las alarmas de lady Kirbridge se dispararon y se envaró, clavándose los dientes en el labio inferior para evitar un grito cuando lord Crawford apretó su pezón. No fue tan doloroso cómo había sido el pellizco del señor Ford, pero no se limitó a endurecerlo, se recreó en él dando leves apretones, estirando y estimulándolo tan duramente que empezó a jadear, sintiendo una lágrimilla resbalar por la comisura del ojo, humedeciendo la venda que la cegaba. Crawford la liberó y pudo volver a respirar, pero entonces repitió el mismo proceso con su otro pecho y la tortura empezó de nuevo, esta vez aderezada con nuevas palabras en su oído.

- Tienes unos pezones muy tiernos, corazón. Y ahora están duros como diamantes. ¿Sabes?, podría conseguir que brillasen con la misma intensidad de un diamante. Solo tendría que lamerlos, chuparlos, soberlos como sorbería tu sexo y estarían tan tiesos que podría morderlos y no sentirías dolor. Y estarían sensibles, muy sensibles. Ay, corazón, tengo unas diminutas pinzas con una cadenita de plata que me encantaría poner en tus pezones y tirar de ella para que camines detrás de mi... - la mente de lady Kirbridge rebulló de miedo, deseo, peligro y confusión por ser incapaz de descubrir cual era el sentimiento más intenso que la atormentaba. - Pero en este momento lo que más deseo es darte unos azotes, unos buenos azotes en el trasero hasta que tu piel se ponga roja - liberó su cuerpo y se aferró a su trasero con las dos manos, clavando los poderosos dedos en su carne.

Separó sus dos nalgas y ella ahogó un grito de sorpresa cuando la lengua de Crawford rozó su sexo húmedo recorriendo todo el camino trasero, lamiendo aquella parte tan inesperada que se sintió horrorizada y chilló. Eso solo hizo que Crawford insistiera con su lengua y sus labios en aquel orificio aún inexplorado. De forma instintiva aferró el pelo de Crawford con las manos que tenía esposadas a la espalda y trató de apartarlo de ahí, era demasiado violento para soportarlo. Como consecuencia, el hombre penetró su sexo con dos dedos y azotó su trasero con excesiva violencia. Ella volvió a gritar, invadida por la excitación y el pánico. Sabía que acababa de cometer un grave error. No tenía ninguna duda: sería a ser castigada. Sabía que él la castigaría y sabía que merecía todo lo que él le hiciese a continuación.

- Necesitas disciplina, corazón... Creo que es un buen momento para enseñarte quién manda aquí.

Nuevas alarmas saltaron en la mente de lady Kirbridge cuando escuchó su voz transformada en puro acero. Nunca había sido castigada. Nunca. Pero sabía que ahora estaba bajo la dominación de lord Crawford, que le debía entera sumisión y la insurrección se pagaba cara. Identifico horrorizada la procedencia de un zumbante sonido cuando recibió un cintarazo contra el muslo sin que Crawford hubiese sacado los dedos de su sexo. Se trataba de su cinturón. Ahogó un nuevo alarido, lord Crawford movió los dedos dentro de ella con precisión sin dejar de lanzar correazos a discreción contra sus nalgas, sus muslos, sus caderas y las manos con las que ella trataba de protegerse de los latigazos.

Lady Kirbridge se olvidó de la primera regla, no gritar, y se obligó a sofocar sus chillidos más por vergüenza que por obediencia porque sonaban demasiado estridentes. Cuando tuvo los muslos y el trasero al rojo vivo, tan calientes que pensó que se los había desollado, Crawford intensificó las caricias dentro de su sexo. El sudor resbalaba por sus costados y por su vientre, tenía todo el cuerpo entumecido y el dolor de su trasero le recordaba que no tenía que volver a contrariarlo.

El suave cuero del cinturón se metió entre sus muslos, acariciando su pubis y rozando sus sensibles labios. El ardiente dolor fue sustituido por una dulce y mortal satisfacción y la vehemencia del castigo dio paso a una tensa calma, tan tensa como cuerdas de violín.

- ¿Tienes miedo? - susurró él con la suavidad de una pluma y filo de acero. Ella ahogó un suspiro, con los labios temblando, no se atrevía a decir nada. - Responde, corazón, dime sólo sí o no... -  insistió. Ella dijo algo, pero tan debilmente que apenas se escuchó. Los dedos de Crawford se hundieron tan fuertemente en ella que tuvo la sensación de ser levantada del suelo. El cuero rozó su inflamado clítoris con lentitud provocándole un nuevo y desconocido placer. - Más alto, corazón, no te escucho. ¿Estás asustada? Sí o no.

- Sí... - respondió al fin, con un hilito de voz.

- ¿Lo bastante como para pedirme que te suelte y te deje marchar? - cuestionó, acariciandola profundamente con sus dedos, rozando su torturado sexo.

- Sí... - confesó.

- ¿Quieres pedirme que te suelte y te deje marchar?

- No...

Ni siquiera lo pensó, simplemente lo dijo. Maldita fuera su lengua y su mente débil y maldito fuese él por ser tan arrogante y poderosamente soberbio. Las caricias se intensificaron de forma extraordinaria. Fue incapaz de callarse, fue incapaz de reprimir los lamentos que él conseguía arrancarle a base de insoportables y perfectos movimientos acompasados entre sus piernas. Incluso con el dolor atravesándole los muslos, estaba gozando como nunca y las lágrimas resbalaban por sus mejillas.

- ¿Quieres correrte? - preguntó. Ella no le creyó capaz de preguntarle precisamente eso en un momento tal que así, pero lo había hecho. Sintiéndose incapaz de responderle movió la cabeza costosamente para afirmar haciendo sonar la cadena que la aprisionaba, intercalando monosílabos entre gemidos. De pronto sus caricias se lentificaron, se volvieron perezosas, indolentes. El placer se volvió insoportable, pero se dio perfecta cuenta de que esas caricias no la aliviarían ni la conducirían al esperado desenlace. Solo servían para alargar su sufrimiento. - Lo siento, corazón, pero tendrás que ganártelo...

Su mano se retiró y lady Kirbridge sintió deseos de llorar de pura frustración. Sintió la mano de lord Crawford aferrarse al collar de cuero de su cuello y escuchó la odiosa cadena caer al suelo deslizándose por su brazo. Cuando la soltó estuvo a punto de caerse cuando puso los pies en el suelo, sus piernas no la sostenían.

- De rodillas, corazón...

¿¡Qué nueva fechoría pasaba por a mente del infame lord Crawford!?


26 intimidades:

  1. Saludos

    Este pequeño retraso se debe a la programación de las entradas. Espero terminar de estudiar y subir las entradas con buen ritmo a partir de esta semana.

    A disfrutar :)

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  2. Anónimo0:10

    Nunca es tarde si la dicha es buena... como ya habrá averiguado lady Kirbridge.

    Nosotros sabremos aguardar con mayor firmeza y serenidad de espíritu (espero).

    Encantado de leerla,

    Mis Saludos.

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  3. Espléndido... Un capítulo explosivo e intenso... K más puedo decir?.

    Simplemente k esperaré ansiosa la siguuente parte...

    Buenas noches cielo!!!

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  4. Te superas en cada relato.

    Y otra vez de examenes???? buffff, haré gala de mi "paciencia" y "aguante" hasta el próximo relato (espero no comerme las uñas que trabajito me ha costao dejarmelas medio largas, jaja)

    Regresa pronto please. Besos.

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  5. Hola soy nuevo y solamente quería saludar y comentar que me he quedado con ganas de seguir leyendo, gracias.

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  6. gracias por tu trabajo.

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  7. Espero impaciente tu siguiente entrega, querida Paty... la férrea mano de lord Crawford me tiene subyugada.

    Un besito desde mi Jardín.

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  8. Saludos, señor de la Mansión. Ya falta poco para el siguiente capítulo, aunque me cuesta mantener el ritmo, creo que me he puesto el listón demasiado alto ;D

    Hola DC ^^ Paciencia, paciencia... como diría lord Crawford =)

    Hola Pricesa :3, no, no, nada de comerse las uñas, que eso es malo para la salud. Pero tranquila, que a esta lady Kirbridge aún le queda mucho por sufrir... o por disfrutar ;)

    Bienvenida Rosaida, cuanto tiempo sin verte :) La espera va llegando a su fin, dentro de nada habrá un nuevo capítulo... ¡pero también una nueva espera! :D

    Bienvenido, roskyy, pasa y acomodate, aún quedan capítulos por publicar :3

    Un beso :**

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  9. Besar las pasiones, los placeres secretos que arden dentro...
    se perciben las emociones
    Un besoooo!

    AL

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  10. UFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF!!!!!! Nenaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!
    Joder, cada que paso por aquí comienzo gritando, jejejeje. Es que me pones los pelitos de punta.
    Ainssss....
    sigo leyendo....

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  11. WOOOOOOOOAAAAAOOOOOO!!!

    Joe chica.-..m,e dejas boquiabierta...en serio, no puedo seguir leyendo pero que hombre este Lord Crowford....ais que excitante es todo....

    En serio no sigo leyendo porque sino se me va a quemar la comida....jajajajja

    Eso consigues conmigo....menudas fantasias mas siniestras y excitantes...un gran trabajo de veras.

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  12. Bueno, acabo de leer hasta este capi y tengo que decir que me impresionas. Alucino. Que manera tienes de relatar, de verdad que no podría ser más erótico y a la vez muy elegante. Solo de pensar en Crawford me tiemblan las piernas, que hombre por favor!!!! Y que escenas has creado. Seguiré leyendo, felicidades y gracias! Besosss

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  13. Estoy sin palabras... Crawford,ahh!!!
    Te seguí hace tiempo y te acabo de reencontrar. Releyendo la historia. Enhorabuena!!!

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  14. Estoy sin palabras... Crawford,ahh!!!
    Te seguí hace tiempo y te acabo de reencontrar. Releyendo la historia. Enhorabuena!!!

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