Posesión (VII)

Un profundo lamento acompañó al orgasmo de lady Kirbridge. Su mirada y su mente se enturbiaron y su cuerpo sufrió lentas convulsiones que, de pronto, comenzaron a no tener fin. Sucumbiendo al desgarrador placer buscó con las manos algo a lo que aferrarse, como si temiera caer, y encontró el cuerpo de lord Kirbridge. Se sujetó a su camisa, clavándole las uñas en la piel, aliviando la prolongada satisfacción sometida. El hombre acarició suvamente su sexo inflamado, ignorando el punzante dolor que lady Kirbridge le causaba con los dedos hundidos en su piel, alargando así los estremecimientos en el cuerpo de la mujer. El largo suspiro se transformó en gemidos de angustia, porque el afilado placer no llegaba nunca a su fin y la cabeza le daba vueltas. Aterrorizada, agarró a lord Kirbridge por la muñeca y trató de frenar las caricias sobre sus sensibles músculos, suplicándole incoherencias para que se detuviera de una vez.

Las caricias cesaron y los dedos de lord Kirbridge ascendieron por su desnudo pubis hasta su vientre, humedeciéndole la piel con su propia crema, sin detenerse en su camino hasta alcanzar sus pechos. Ella gimió de alivio, temblando en incontrolados espasmos con los ojos llenos de lágrimas. Él se inclinó sobre su rostro y cubrió sus hinchados labios con la boca, ahogándola con largos besos tranquilizadores, instándola a que dejara de gemir y se calmase. No podía. Por alguna razón, lady Kirbridge no podía dejar de agitarse, sus músculos se contraían involuntariamente y sollozaba sin control.

- Relájate - susurró él. Su voz tuvo un efecto sedante casi instantáneo. Buscó su mirada y se sumergió en sus pupilas grises, navegando a través del dominio y el control que él podía ejercer sobre sus emociones. Se quedó hipnotizada con el brillo de sus ojos, con la seguridad que transmitían y con el deseo que desprendían.

- Te quiero - murmuró lady Kirbridge, como si quisiera asegurarse de que él lo hubiese oído bien.

- Lo sé - contestó lord Kirbridge con arrogancia. Ella se removió al notar que su sexo respondía a sus palabras con una nueva oleada de néctar y se mordió los labios. Sin dejar de mirarla, Kirbridge rodeó su pecho y pellizcó el pezón sin ninguna consideracción. Arqueó la espalda por la impresión cuando el dolor recorrió su cuerpo e impactó entre sus muslos y se revolvió mortificada por un incipiente placer que comenzaba a apoderarse otra vez de su cuerpo.

- No - gimió con un jadeo. Él aumentó la presión sobre su pezón y antes de que pudiera protestar de nuevo, la pinza regresó a su lugar, sujetando su carne con crueldad. - No, no, no... - protestó cuando su otro pezón fue capturado del mismo modo.

- No quiero protestas - zanjó lord Kirbridge. Valeria se mordió el labio y lloró en silencio, viéndolo ponerse en pie lentamente. - Separa las piernas, dobla las rodillas y pon los pies en el suelo. Quiero que tus muñecas estén al lado de tus tobillos. Hazlo.


Su voz era medida, hablaba con determinación, pero su tono ronco revelaba que trataba de no perder el control, que se moría de deseo por ella y que un paso en falso lo volvería loco. Lady Kirbridge asintió sin decir una palabra y cuando movió las piernas todo su cuerpo protestó de dolor. Acalló nuevos gemidos, arrastró los pies y las manos, agudizando el dolor y envolviéndose en una espesa mezcla de placer lacerante. Alargó los brazos hasta que pudo rozarse los tobillos con la punta de los dedos y miró hacia arriba, hacia dónde lord Kirbridge la estaba observando. Tenía la camisa blanca abierta y podía verle el fuerte pecho, el torso y una curva que presionaba contra su caro pantalón hecho a medida. Había vuelto a guardar su dulce miembro bajo la ropa. Lady Kirbridge se pasó la lengua por los labios recordando su sabor y su calor, deseando con fervor volver a tenerlo en la boca, sintiendo cómo su cálida semilla se deslizaba por su garganta. Oh, cuanto deseaba algo así otra vez, con tanta ansiedad que enloquecía. Cuando el hombre cubrió su propia erección con la mano, ella se puso tensa.

- ¿Quieres esto, otra vez? - le preguntó. Ella miró fijamente su mano ahuecando la prominencia y luego le miró a los ojos y asintió. Lord Kirbridge sonrió con un destello peligroso en la mirada. - Eres deliciosamente insaciable y lujuriosa. Agarrate los tobillos.

Esa fue toda su respuesta.

Luego, recogió el látigo del suelo y caminó en círculos alrededor de ella, moviendo la muñeca para realizar suaves ondulaciones con el largo cuero. Lady Kirbridge se quedó fascinada con aquella imagen tan poderosa que su sexo comenzó a palpitar, anhelando que algo la llenara y su trasero se apretó al juguete que todavía tenía dentro. Tragó saliva y cerró los ojos para no dejarse llevar. Un tierno azote impactó sobre su pubis y se encogió por la sorpresa, notando como el calor en la zona castigada burbujeaba hasta volverse cálido como una caricia.

- Abre los ojos y manten la posición.

Obedeció y lo buscó con la mirada. Aferraba el látigo con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos. Los músculos de su cuello se marcaban contra los tendones y la piel, tenía el pelo alborotado, reforzando su poderoso atractivo. Se quedó mirándole los labios, ansiosa por volver a probarlos. Vio que movía de nuevo la mano y el cuero realizaba un dibujo en el aire para después aterrizar sobre su pubis. Gimió, absolutamente complacida con aquel golpe, demostrando lo mucho que aquello le agradaba con más y más humedad entre sus muslos. Él miró fijamente su sexo brillante y pareció satisfecho; azotó de nuevo su tierno monte de Venus, pintando su piel blanca con un arañazo de color rojo. Lady Kirbridge se estremeció de gozo. Otro azote la hizo gritar, el siguiente casi la mató y los dos que vinieron después fueron tan placenteros que tuvo que contenerse, marcándose la piel de los tobillos con sus propios dedos con la fuerza con la que se agarraba. Contuvo la respiración tras un nuevo azote sobre la misma zona, enrojecida y trémula; estaba de nuevo excitada. Tuvo la sensación de que estaba dentro de un sueño, porquen su cuerpo no podía resistir, no estaba preparado para recibir tanto placer como él le estaba entregando.El latigo impactó contra su vientre, marcándola con fuerza. La destreza del hombre la abrumaba, estaba logrando que ese arma la excitara en lugar de aterrorizarla. Todavía le dolían los muslos, pero los picantes azotes sobre su sexo eran tan deliciosos que deseaba más, muchos más.

- Mm... - gimió lord Kirbridge, pensativo; el profundo sonido reverberó entre las piernas de lady Kirbridge, que sintió la humedad deslizarse indecente por aquel corto trayecto que unía su sexo a su trasero. El hombre se aproximó al cuerpo de su esposa, situándose entre sus piernas abiertas y rozando con el cuero sus pétalos mojados, para luego presionar la empuñadura contra la zona enrojecida de su pubis. - Esto de aquí parece una fresa: está liso, brillante y muy, muy rojo - su voz denotaba control, pero se la escuchaba grave, llena de deseo. Se humedeció más. Se sintió preocupada por estas reacciones, temerosa de no poder controlar sus propios fluidos. - Me encanta que mis palabras te provoquen escalofríos. Me gusta tanto como ver la pasión con la que se humedece tu sexo para mi con cada cosa que digo. Me fascina lo mojada que estás, y lo rojo que tienes ese dulce coñito, que es todo mío.

Lady Kirbridge emitió un suspiro de excitación, a cada palabra se veía más cerca del final. Observó como él se arrodillaba entre sus piernas y tiraba a un lado el látigo. En cuanto puso las manos sobre sus rodillas, lo vio todo blanco y se atragantó con su propia saliva. Empezó a jadear pesadamente y su corazón bombeó con potencia sangre por todo su cuerpo. Las manos de lord Kirbridge se deslizaron por sus muslos y se inclinó para cubrir su sexo con la boca. Ella gritó y encogió los dedos de los pies al notar los labios calientes sobre su pubis desollado y sensible, quiso morir cuando sintió su lengua lamer toda esa humedad que no dejaba de brotar y se rindió a lo inevitable cuando, tras haberla degustado a placer, le golpeó la zona con la punta de los dedos una vez, dos veces y hasta tres veces, enrojeciéndola todavía más.

- Mío, todo mío - repitió el hombre, hundiendo el rostro entre sus piernas cuando ella sucumbió, deleitándose con el festín. Lady Kirbridge llegó al clímax y estalló sin poder contenerse, sintiendo como lord Kirbridge bebía de su sexo con regocijo, la acariciaba con la lengua y se aferraba a sus piernas para separarlas más de lo que ya estaban.

Aún no había dejado de temblar y él ya tenía la boca sobre sus pechos, removiendo las pinzas con la lengua y succionando con deliberada fuerza. Frotó el desnudo torso a su sexo aún palpitante, obligándola a gemir más fuerta y a doblarse de placer, para después alojar el grueso y largo miembro sobre los labios calientes y cimbreantes.

- Mía, toda mía. Tu fresita es toda mía... - murmuraba, moviendose arriba y abajo por entre los sensibles pétalos, dejando que ella sintiera todo el calor, permitiéndo que se anticipara a lo que estaba por llegar. Sus palabras ahondaron en ella, esas palabras tan indecentes y excitantes. Lady Kirbridge estaba al borde de otro orgasmo cuando sintió la punta acariciar su clítoris y gritó de rabia.

- Hazme tuya, por favor, por favor - suplicaba. - Soy tuya, toda tuya, siempre tuya, tuya... - balbuceaba.

- Toda mía - masculló lord Kirbridge, deleitándose con la imagen de su esposa con el cuerpo enrojecido y tembloroso, el rostro demacrado por el placer, los pechos hinchados y orgulloso.

Se hundió despacio de una sola vez. Ninguno tuvo tiempo para reaccionar, lord Kirbridge gruñó mientras abandonaba la cálidez de su esposa y regresaba de nuevo con más energía que antes. Lady Kirbridge lanzó gritos ahogados al aire y tuvo un desenfrenado orgasmo que no sirvió para que el hombre se apiadara de ella. Mientras su sexo se convulsionaba apretándose alrededor de la ardiente verga, él seguía embistiéndola con vehemencia, acariciándola con toda su extensión, yendo cada vez más lejos. Incluso después de que ella dejase de temblar, él seguía bombeando sangre y hundiéndose en lo más profundo de su ser. Lady Kirbridge no tenía voz para suplicar, protestar o gritar, pero su cuerpo decía lo contrario porque se aferraba a lord Kirbridge y se preparaba para un nuevo final. Y este final iba a ser el más convulso y terrorifico de todos ellos.

- Tuya - lloró.

Él empujó tan fuerte que la levantó del suelo y siguió apretándose violentamente. Derramó su semen caliente dentro de ella en abundancia y no se detuvo a tomar aliento, siguió empujando y empujando sin pensar, como un mar embravecido chocando contra las rocas, loco de placer. Sus cuerpos sudorosos se agitaban con desenfreno, ella estaba sin fuerzas, pero se aferraba al cuerpo del hombre para sentirlo pegado a su piel. Él seguía penetrando sin medida, con violencia, con desesperación. Y no paró, no pudo parar. Lady Kirbridge se ahogaba, gritó con sus últimas fuerzas y se desmayó.



11 intimidades:

  1. Magnífico relato. Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Oh Dios Mio
    Algún día me va a dar algo leyéndote... Ufff... XD

    ResponderEliminar
  3. Anónimo6:11

    Precioso querida Paty, tus relatos son simplemente magistrales, guapa.
    Un placer leerte, mil abrazos :)

    Gracias por visitar mi blog, te sigo ya mismo!!!

    ResponderEliminar
  4. UF! Uno de estos dias, como ya dijo Seishi, me dará algo leyendote!! Definitivamente, no es el tipo de historia para leer estando solo, tienta la idea de vivir lo que Valeria esta viviendo. Me ha gustado muchisimo.
    P.D. Si conoces un Lord Kirbridge por ahi, enviamelo!

    ResponderEliminar
  5. UF! Como ya dijo Seishi, uno de estos días me dará algo leyéndote! Dan ganas de vivir lo que esta viviendo Valeria, sé que a mi me gustaría.Me ha encantado, como todos tus escritos.
    P.D. Si conoces algun Lord Kirbridge, envíamelo.

    ResponderEliminar
  6. Jaja, Paty! Vas a enrolar a muchas en las filas del BDSM! XD!!!

    En serio eres una diosa con las palabras. No sé como lo reciben las personas ajenas a una situación similar, pero para quien lo ha vivido, te aseguro que es ver su cuadro recién pintado, perfecto y réplica exacta de sus momentos.

    Tampoco hay beso ahorita...
    Luego paso a dejártelo XD!!!

    ResponderEliminar
  7. Ummmmmmmmm me encanta la fuerza, la bravura, la decisión que emplea Lord para someterla, para conseguir lo que desea y como llega a niveles altísimos de desesperación hasta para él que controla y controla y al final estalla.

    Bravo.

    Un besazo Paty.

    ResponderEliminar
  8. Impresionante, Paty, que intensidad de verdad, ¿como consigues trasmitir algo así? Porque tus letras casi nos hacen ponernos en la piel de Lady Kirdbridge. Un bombazo tus historias. Besos!!!!

    ResponderEliminar
  9. Anónimo3:24

    ohhhhhhhhhh!genial,uno
    no tendría que leer estas cosas,me pone a cien! :)) saludos guapas! ... ... .

    ResponderEliminar
  10. Respuestas
    1. ¡Hola Paz! He visto que has leído todo, bienvenida de nuevo a Cuentos íntimos. Espero que sigas disfrutando de los relatos ^_^

      Eliminar

¿Qué te ha parecido esta intimidad?