13 Juegos de provocación (I)

Serie de 13 relatos inspirados en 13 ilustraciones del dibujante Horacio Altuna.
En su afán por devorar los ardientes labios de la muchacha chocó contra la encimera y se tropezó con las bolsas de la compra. Se sujetó a ella para no caer rodéando su cintura con los brazos, apretándose a su cuerpo para sentir su calor y cuando se hubo afianzado la besó con pasión desbordada, acariciando su boca y su lengua con ardor fanático. Ella se separó un momento para poder respirar y le miró con las mejillas encendidas. Él acarició sus pómulos sonrojados con la yema de los dedos, inclinándose para humedecer sus labios con delicadeza. Un suspiro ahogado surgió desde lo más hondo de su pecho.

El chico la miró fijamente mientras deslizaba una mano hacia abajo, rozando su cuerpo por encima de la ropa hasta alcanzar sus rodillas desnudas. Ella se estremeció y volvió a suspirar deliciosamente, cerrando los ojos. Se sentía un poco estúpida, la falda del uniforme era especialmente horrible, pero se olvidó rápidamente del estampado cuadriculado cuando los dedos del muchacho subieron por la parte interna de sus muslos para alcanzar su ropa interior.

- Ay... - gimió ella sonoramente. Se tapó la boca avergonzada por lamentarse tan alto y él se rió, metiéndo los dedos entre la tela y su entrepierna. - Ay... - volvió a decir ella con los labios apretados. El chico tironeó de la prenda aprovechando para acariciar sus voluptuosos muslos hasta que las braguitas se deslizaron libremente hasta detenerse en los tobillos.

- Rojas... - susurró él divertido besándola de forma apasionada.

- A juego... - se justificó ella sintiendo como su entrepierna latía de ansiedad. Pero él sacó la mano de debajo de la falda y empezó a desabrochar los botones de su blusa blanca, de arriba a abajo. Separó un lado de la camisa para comprobar que lo que ella decía era verdad, pero se sorprendió cuando descubrió que nada cubría sus pechos y se encontró con un seno voluminoso y erizado.

- ¿A juego con qué? - se atrevió a preguntar sin poder apartar la vista de su pecho.

- Con los calcetines, y la falda... - explicó ella inspirando profundamente. Su pecho se hinchó de pasión, el chico apoyó la mano sobre esa turgente montaña y apretó, provocando un nuevo suspiro en su cuerpo. Verla suspirar era suficiente para perder la cabeza, así que la contempló mientras la tocaba, mientras acariciaba sus firmes pechos. Lo hizo despacio, lo abarcó con la palma de la mano y apretó con los dedos, cada movimiento de su mano le arrancaba un lamento.

Ella apoyó las dos manos sobre la encimera, empezaban a temblarle las piernas y no podía sostenerse. Él retiró su blusa deslizándola por sus hombros y sus brazos y se quedó mirándola, contemplando sus hondos suspiros, la forma en que su pecho se movía al respirar. Resultaba fascinante como su carne se estremecía. No dejó de mirarla mientras la desnudaba, ella no hizo nada -savlo suspirar- cuando soltó el botón de la falda de cuadros granates y luego bajó la cremallera con lentitud, descubriendo la piel de su cadera. La tela cayó al suelo a los pies de ella, junto a sus braguitas y el muchacho tuvo una perfecta visión de su cintura, su vientre y el triángulo de su monte de Venus. Tenía los muslos brillantes.

La agarró de las caderas y la besó. Eso la hizo reaccionar, movió las manos hacia su espalda y se apretó a él. Las manos del chico eran robustas y sus brazos fuertes, fruto de haber estado cargando y descargando pesadas cajas en el almacén dónde trabajaba. No le costó mucho levantar el cuerpo de la chica en vilo y sentarla sobre la encimera. Se separó de sus labios y volvió a mirarla, temblaba como una hoja, con la mirada brillante y un rubor exquisito en las mejillas. Reprimió el impulso de abalanzarse, con la mente fría -todo lo fría que podía tenerla en un momento así-, se tomó su tiempo. La cogió por uno de los tobillos, haciendo caer las bragas rojas al suelo y abrió un cajón para que pudiera apoyar el pie. Hizo lo mismo con su otro pie, apoyándolo sobre el fregadero. La postura obligó a la chica a poner las manos en la parte de atrás de la encimera. Parecía a punto de decir algo, de comentar alguna cosa, pero no lo hizo, solo miró al chico con esa expresión de embeleso y arrobamiento que la tenía tan aturdida.

El chico tardó también un momento en tomar una decisión. sus piernas, sus muslos y su sexo era una visión abrumadora. Con deliberada lentitud, el muchacho se acercó a la muchacha y se arrodilló frente a ella. Rodeando sus piernas con los brazos para que no pudiera impedirlo, acercó los labios a su entrepierna y la besó. Un aluvión de gemidos inundó la cocina, componiendo las notas de un delicioso canto al compás de unos rítmicos besos. Primero solo fue su boca la que bebió, después fue su lengua la que saboreó recorriendolo todo de principio a fin. La muchacha reaccionó y se aferró a la cabeza del chico, enredando los dedos en su pelo para apretarlo a su entrepierna. Él perdió la compostura, empezó a besarla sin medida como si se tratase de su boca, deleitándola con las caricias más atrevidas, alcanzando rincones que sabía que la volverían loca, metiéndose por los lugares más profundos sin vergüenza. Para ella la situación era perturbadoramente violenta, pero lo espoleó para que continuara, lo último que deseaba era que se detuviera, por muy indecente que estuviese siendo eso que hacía le gustaba. Sus gemidos se volvieron más ahogados, mezclándose con entrecortadas frases provocativas, espoleándolo para que fuese más desvergonzado. Él se empleó a fondo, le dio lo que pedía, la saboreó con lascivia y fruición, llevándola al éxtasis. La notó temblar, como se dejaba arrastrar por la corriente y mientras ella aullaba y se estremecía él continuó besándola, bebiéndose su orgasmo.

Despacio la fue besando con más lentitud, dejando que ella disfrutara del momento. Escuchó que sus gemidos se volvían más quedos y supo que era el momento de continuar. Ella le acarició la cabeza, como respuesta él besó sus muslos y entonces el mundo se vino abajo cuando una puerta se abrió anunciando la llegada de alguien.

- Ya estoy en casa...

La chica empujó al muchacho contra la puerta de la habitación contigua haciéndolo desaparecer mientras intentaba abrocharse la camisa y se ponía la falda con gestos exagerados. De una patada mandó las bragas rojas cerca del cesto de la ropa sucia justo cuando entraban en la cocina.

- Hola, mamá...

- Hola cariño. Mm... ¿porqué tienes la compra sin guardar?

Tras un momento de silencio, ella respondió con una sonrisa:

- Bueno, el repartidor acaba de irse justo ahora mismo...

4 intimidades:

  1. O.O Gott! Me encanta. La fibra sensible xDDD

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  2. Jooo! ahora que venía lo bueno, jiijiji.
    Saludos Paty.

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  3. Una imagen vale más que mil palabras ;D Que final mas contrariado. Que te pase eso jajajajaja

    Besitos!

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