- ¿Aquí? - pregunto, demasiado tarde. Es como si no me hubiese dado cuenta de sus intenciones hasta que los tirantes de mi vestido cayeron por mis brazos.
- Ahora - responde tajante. El traje se desliza libremente por mis caderas blancas, por mis piernas envueltas en medias de encaje, descubriendo la piel brillante y pulida. Él me mira como siempre hace, con asombro y admiración y a mi me tiemblan las rodillas. Sus ojos son más que suficiente para que yo me deje hacer por él, como una muñeca sin voluntad.
Delizando los dedos por mi vientre, alcanza el borde de la prenda triangular que cubre lo que él más desea. Despacio, tironea de alla. Su boca está cerca, sus labios brillantes están a poca distancia, en mi lengua todavía perdura su calor, su sabor y su textura. Le busco y le encuentro, saboreo de nuevo sus besos húmedos y provocativos. La cabeza empieza a darme vueltas, el corazón se me acelera y la respiración se me agita sintiendo como la prenda acaricia mis muslos, mis rodillas, como cae por su propio peso. - Si nos descubren... - me lamento, no lo había pensado hasta ahora en que mi ropa interior está a la altura de los tobillos.
- Acúsame - dice mordiéndome el labio inferior, poniéndo especial énfasis a su plan con una subrepticia caricia en mi monte de venus. - Si nos descubren, di que he sido yo quién te ha obligado, que te he quitado la ropa por la fuerza y te he amenazado...
- Pero... - quiero replicar, pero no me lo permite, sus labios me hacen callar.
- Nada de peros...
Sus intenciones están más que claras, mis manos no se pueden contener, empiezo a tirar de su chaqueta, de su camisa, desabrochar botones ajenos siempre se me han dado muy mal, no quiero romperla porque si vuelve a la fiesta no debe parecer que se ha peleado con alguien. Cuanto más complicado se vuelve, la tensión crece y sumado a sus besos lascivos me hace desesperar. Por fin separo la ropa de su cuerpo, acaricio su pecho, me aferro a su espalda y lo aprieto a mi pecho para sentir su calor. Todo se vuelve más intenso, su boca me abrasa, sus labios me queman, inesperadamente sus dedos se meten entre mis muslos. Me mareo, no entiendo la razón, pero de pronto todo me da vueltas. El calor me nubla los sentidos, siento una atracción hacia él que me ciega, me enloquece. Su boca se desliza por mi cuello, sus dedos se humedecen preparándome para lo que vendrá después, mis suspiros empiezan a inundar la biblioteca, acompasándose a sus caricias. Siempre hace lo mismo, siempre empieza así, siempre acaricia travieso hasta notar que mi sexo no ofrece ninguna resistencia a su imprevisible invasión. Y yo le quiero por eso, lo amo cada vez que siento sus dedos ir más lejos cada vez, lo deseo cuanto más dentro buscan, pierdo la razón cuando entra definitivamente sin que nada se lo impida. Y se lo digo, lo murmuro en su oído, le pido más y él me lo entrega.
En el fondo necesito demostrarle mi amor, no únicamente con palabras. Lenta pero segura, deslizo los labios por su cuello, por su pecho. Siento que su mano se aleja de mi sexo cuando me arrodillo frente a él, como una devota ante su dios, dispuesta a abrirle mi corazón y mi alma. Mis manos lo buscan del mismo modo que él me ha buscado, libero su sexo de la prisión de su ropa, con manos dulces pero temblorosas le regalo unas caricias antes de besarlo con ternura. Al principio son solo mis labios, que lo cubren de besos; después desaparece por completo en el interior de mi boca, en toda su inmensidad. Le oigo suspirar. Enardecida, le entrego todo mi amor y lo beso con devoción, como la fiel creyente que soy. Más y más, sin descanso, haciéndole perder la razón como él me hace perderla a mi.
Con suavidad, me aparta enredando los dedos en mi pelo. Me pide, en silencio, que me levante. Por un momento no entiendo qué ha ocurrido, no sé si he hecho algo mal, con el rostro encendido de pasión y vergüenza le miro. Apenas hay luz allí dónde estamos, no puedo adivinar su expresión. No me da tiempo a pensar demasiado, con la misma fogosidad de siempre sostiene una de mis piernas con una mano. Me empuja contra una de las estanterías, una que está contra una pared y despacio, siento aquello que he besado antes acariciar la suave entrada de mi templo sagrado. Como un profano, un sacrílego, penetra hasta lo más hondo. No puedo evitar lanzar un chillido ahogado, demasiado alto.
- Si gritas, nos van a descubrir - murmura en mi oído a la vez que sigue empujando hacia delante, con lentitud pero con fuerza.
- No puedo evitarlo... - me disculpo casi al borde de las lágrimas. Como respuesta, su mano me cubre la boca. Mis manos se aferran entonces a su espalda, a su cuerpo, para evitar una caida y mi pierna rodea su cintura para afianzarme, para sentirle plenamente.
Me somete a su poder, subyugándome a su voluntad. Mis pies no tocan el suelo, algo ha pasado que he quedado suspendida en el aire, clavándome los estantes y los libros en la espalda, hostigada desde el frente, asediada. Él me controla, controla mis movimientos con sus propios movimientos, empuja, embiste, ataca con furia. No quiero rendirme con facilidad, no quiero que esto acabe, hago un soberano esfuerzo por disfrutar de su poderosa envergadura que me llena con desbordada pasión. Mis gemidos quedan ahogados por su mano, nuestros cuerpos chocan con violencia, solo somos piel y sexo. Mis dedos se clavan en su carne, él me parte en dos, sin previo aviso todo llega al final y todo mi ser palpita para engullir a mi amante. Él tarda apenas unos instantes después, alargando mi placer para buscar el suyo y lo siento, siento su calidez derramándose entre mis piernas en largas oleadas, abrasándome las entrañas como lava.
Tras el esfuerzo, todo termina. Escucho su respiración, siento mis propias pulsaciones en su pecho, mis estremecimientos se mezclan con los suyos. Despacio, nos separamos, nos abrazamos y nos besamos.
- Feliz día de San Valentín - murmuro en su oído, todavía siento su cuerpo caliente rodeando el mío..
- Fue ayer - contesta divertido.
- Para mí, ha sido hoy.
Una dama al acecho de Esther Hatch (Proper Scandals #1) narrado por Sonia
Román
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Sinopsis:
¿Una gran belleza puede ser una desgracia? Para Grace, sí, la envidia que
genera en otras mujeres hace que la vean como enemiga. ¿Será encontr...
Hace 6 días
Muy intenso. Creo haber disfrutado tanto como los protagonistas. Muy excitante, demasiado.
ResponderEliminarsaludos!
Uff!, necesito un pitillo. Me has puesto nervioso. Escribes muy bien.
ResponderEliminarSaludos!
Tengo una visita en mi blog desde aquí y con esta historia..mira que bien!:)
ResponderEliminarUn San Valentín divino..¡me ha molado!