Inside Co.


 Estoy muerta. Sé que estoy muerta. Iván está vivo y seguramente la Agencia sospechará que no llegué a matarle. Puede que incluso piensen que le ayudé a escapar y que soy una traidora como él. Cuanto más tiempo paso con él, cuanto más lejos me lleve y más tiempo me retenga, mayores serán las sospechas que recaerán sobre mi. Para colmo de males, Iván me ha quitado el pendrive con los datos del proyecto y, permitiéndome mirar, ha copiado los datos y los ha enviado desde un ordenador personal que tenía en su Hammer. Si los rusos tienen los datos que yo he robado, las pruebas me incriminan directamente... Estoy muerta.

Casi no puedo respirar y todo está oscuro. Lo único que siento es la vibración del suelo del Hammer en el que estoy tirada. Atada, amordazada y con una venda en los ojos. Sé que debería concentrarme en el tiempo que Iván lleva conduciendo para hacerme una idea aproximada del lugar al que me lleva, pero perdí la cuenta hace días. He dormido varias veces, varias horas. Me ha alimentado y dado de beber, pero no lo hace a horas concretas y eso ha acabado por despistarme. No soy capaz de distinguir la derecha de la izquierda, no oigo otra cosa que no sea el motor y tampoco llega el olor de los bosques de pino que rodeaban las instalaciones de Inside Co. y la zona de los alrededores. Intenté arrancarme las bridas para liberarme pero Iván sabe como atar a una mujer para que no pueda escapar y yo aprendí a deshacer sus nudos, pero ha perfeccionado su ténica y ahora tengo las muñecas atadas a los tobillos y se me ha desollado la piel. No hago más que retorcerme de un lado a otro sin éxito. Lo único que sé es que cada vez hace más y más frío.

Pero no tengo que dejarme llevar por la desesperación. Tengo que ser fuerte, escapar de aquí, regresar a la Agencia para que vean que no tengo nada que ocultar. Mi expediente es intachable y mi voluntad es fuerte. Tendría que haberles llevado el corazón de Iván, ¡maldita sea! No, yo tendría que haberme llevado el corazón de Iván, conservarlo junto al mío, para así recordarle cuando los tiempos eran mejores y él no era un traidor. Para recordar cuanto lo amaba. Yo era la única que debía matarle. Incluso me presté voluntaria para hacerlo, no iba a dejar algo tan importante en manos de otro...

El coche se detiene. No oigo nada, ni huelo nada que pueda indicarme dónde estoy. Lo que sí puedo sentir es que hace más frío que antes, porque solo llevo la falda, la blusa y la bata blanca desde hace días y no abriga demasiado. Oigo que baja del Hammer y se dirige a la parte de atrás, dónde estoy muerta de frío. Corta las bridas que me atan, pero mis brazos y mis piernas están entumecidos y no puedo hacer ya nada por escapar. Intento quitarme la mordaza, pero mi cuerpo no responde. Siento como me cubre con una manta y luego me levanta en brazos.

Huele a bosque. A barro y a nieve. Fuera del Hammer hace muchísimo frío y empiezo a temblar. Noto la nieve caerme sobre la cara. Iván me aprieta a su cuerpo y siento algo de calor, pero es un calor que rechazo, porque no lo quiero. Oigo sus botas hundirse en la nieve y entonces huelo a madera quemada, a fuego de hogar. Después de llevarme en brazos unos cuantos metros, escucho sus pisadas sobre una superficie de madera. Una puerta se abre y dentro hace calor. Cuando la puerta se cierra, el frío ha quedado atrás, pero yo lo tengo pegado a los huesos y sigo temblando. De hecho, el calor me abrasa la piel y es una sensación espantosa.

Oigo que habla. No entiendo una palabra de lo que dice porque mi cabeza está ocupada en otras cosas y no puedo traducir del ruso. Alguien le responde y yo, aturdida como estoy, tampoco entiendo lo que dice. Después, Iván me lleva en brazos hacia otra parte de lo que debe ser una cabaña o un búnker y me deposita sobre algo blando. Una cama, tal vez. Me quita la mordaza y la venda de los ojos. Me deslumbra tanta claridad. Estoy tan agotada que no puedo luchar contra Iván cuando empieza a quitarme la ropa. Le veo, pero solo es una sombra. Quiero hablar, pero tengo la garganta seca. El calor de la habitación me quema y busco la voluntad necesaria para poder moverme o decir algo. Pero no puedo. Veo como hace un bulto con mi ropa, sucia y mugrienta, y sale de la habitación para quemarla en el fuego. Yo me arrastro como un gusano por la cama, sin fuerzas y estoy a punto de caerme de la cama cuando Iván me atrapa.

- No vas a ir a ninguna parte -me dice. Le creo. No me va a liberar así como así.

Me coge de nuevo en brazos y me sumerge en una bañera. El agua me quema la piel y las heridas que me he provocado. Las llagas en mis articulaciones, en la boca y en el resto del cuerpo, empiezan a palpitar. En cuestión de segundos estoy gimiendo de dolor, pero apenas tengo voz. Sé que podría estar peor, pero jode igual. Siento a Iván entrar conmigo en la bañera. Está desnudo y siento cada parte de su cuerpo sobre el mío, malherido, magullado y débil. Un simple cuerpo de mujer contra el de un hombre que tiene docenas de cicatrices por todo el cuerpo. Con mucha delicadeza, utiliza una esponja para lavarme el cuerpo y las heridas, tratando de hacerme el menor daño posible. Cuando empiezo a sentirme mejor, cuando el calor regresa a mi cuerpo y el escozor de las heridas remite, acabo durmiéndome.

Cuando despierto, las funciones motoras de mi cuerpo han regresado. Me incorporo sobre la cama, descubriendo que bajo las sábanas y mantas estoy desnuda y limpia. Llevo vendas en las muñecas, las manos, los pies y los tobillos. Incluso una en el cuello, que me aprieta un poco. Tengo varios apósitos en la cara y una en el labio. La mitad de mi cuerpo tiene rozaduras por culpa de la ropa y la piel está roja, pero ya no duele tanto como antes. Tengo el pelo suelto y limpio. Al echar un vistazo por todo el entorno, descubro que estoy en una habitación cuyas paredes y suelos son de madera. Fuera está nevando como si fuera el fin del mundo y hay una estufa en la habitación. Se me retuercen las tripas. Sé dónde estoy.

Siberia. Una cabaña en medio de un bosque que pertenece a Iván. Ni siquiera la Agencia sabe de su existencia. Salto de la cama, completamente desnuda. No hay ropa a la vista, ¡maldición! Tengo que salir de aquí cuanto antes. Recuerdo que había un garaje con motos de nieve, hay un pueblo a cuatro horas hacia el Este, con un poco de suerte podré contactar con la Agencia o con alguien de confianza para salir de aquí.

- Has perdido peso.

Me giro hacia la puerta de la habitación, ocupada por la figura de Iván. Por la figura semidesnuda de Iván, porque siempre le gusta ir sin camiseta.

- Demasiado peso para mi gusto. Estás en los huesos, nena.

Su acento me estremece y su tono reprobatorio cala muy hondo. Me cubro rápidamente el cuerpo con los brazos, no quiero que me vea. Debería decirle algo ingenioso, pero todavía estoy pensando cómo salir de aquí. Me ha paseado por medio continente casi desnuda y no me he recuperado. Cuando entra y cierra la puerta de la habitación, echando el pestillo, me pongo alerta. Su presencia inunda la habitación. Su pecho desnudo, esculpido en roca, lleno de cicatrices... Tiene una quemadura en el lado derecho del torso, por las costillas, que le sube por el brazo, el hombro, el cuello y la cara. Es terrible y sé que eso es cosa mía. La cuchillada que le metí entre las costillas está ahí, en el lado izquierdo, blanca, lisa, recta, de cinco centímetros. Lo que me sorprende verle son las chapas del ejército colgadas del cuello, que reposan sobre su esternón brillando con su caracteristico tono metálico.

Le miro a la cara. No ha cambiado, aunque se le notan los años. El brillo de sus ojos ha cambiado. Parece más serio. Diría que ya no está tan loco como antes...

- Dejame marchar, Iván -le digo, con la voz tan ronca que suena como un gato atropellado-. Por favor.

Sé que no lo va a hacer, pero también sé que le gusta oirme suplicar y me permite obtener cosas a cambio.

- No puedo. Eres importante. No puedo dejar que te vayas y sobre todo, no puedo dejar que vuelvas a la Agencia. Te matarán. Y no quiero que te maten. Ahora eres mía. Aquí estás a salvo.

- Estas loco...

Él se ríe. Sacudo la cabeza, tratando de llegar hasta la cama para coger algo con lo que taparme. Él arquea una ceja cuando me ve tantear con las manos y se acerca unos cuantos pasos hacia a mi. Se me corta la respiración y me separo de él subiendo de un salto a la cama, para después salir corriendo por el otro lado. Doy un rodeo para llegar hasta la puerta, pero él me atrapa con asombrosa facilidad y me retiene contra su pecho.

- Estás muy delgada, melocotón...

El contacto piel con piel hace que el calor me nuble el juicio. He intentado ser fuerte y sobrellevar lo ocurrido todos estos años. Sentir de nuevo ese abrazo, perdido hace mucho tiempo, hace que todas mis defensas se vengan a bajo rápidamente. Soy una de las mejores agentes de la Agencia, fría como un témpano, insensible. Sostener una fachada así es muy complicado. Iván me gira para enfrentarme a él y me rodea la cintura con los brazos, apretándome a su cuerpo con las manos sobre mi espalda. Mis pechos desnudos presionan contra sus duros pectorales, siento las chapas contra mi esternón y noto lo que tiene bajo los pantalones presionar contra mi entrepierna. Se inclina y roza sus labios con los mios, sin llegar a besarme. Recuerdo el sabor de su boca, de su calor... lo he añorado durante mucho tiempo y con tanta intensidad que me abruma su cercanía.


- Iván, sabes que esto no puede ser. Estás muerto. Te vi morir. Estoy alunciando porque alguien se ha metido en mi cabeza y me ha hecho pensar que eres tú... ¿Quién eres de verdad? ¿El sujeto 18? ¿Eh? Seguro que es eso... no puedes estar vivo, Iván. No puedes.

- Estoy vivo, nena - contesta con una sonrisa. Me lanza sobre la cama y empieza a quitarse los pantalones ante mi atónita mirada-. Estoy vivo y estoy deseando follarte. No te guardo rencor por lo que hiciste, yo en tu lugar habría hecho lo mismo. Pero ahora no quiero perder el tiempo hablando, ahora quiero meterme entre tus piernas.

- ¿Por qué asaltaste Inside? -le pregunto rápidamente, sin mirar más abajo de su cuello, sintiendo como una corriente recorre mi cuerpo-. ¿Qué buscabas? ¿A quién le pasaste la información del proyecto?

Iván se acerca a la cama con su sonrisa dominante.

- Responderé a todas tus preguntas, Irina, cuando yo quiera, como yo quiera y sobre todo, después de haber obtenido de ti todo lo que quiero. Por cierto, grita cuanto quieras, nadie podrá oirte...

Sé lo que quiere. No hace falta ser un genio para saber qué es lo que quiere Iván cuando se pone así, pero quiere saber que controla la situación y me controla a mi. Quiere que confíe en él, que deposite mi confianza en él y no solo en esta cama, en este momento, aquí y ahora. Además de eso quiere resarcirse con mi cuerpo por la puñalada que le largué hace cinco años; quiere follarme como un poseso y saber que entre mis piernas solo hay espacio para él, demostrarme a mi y al resto del mundo que soy suya y de nadie más. Quiere marcarme a fuego. Quiere poseerme. Sé que no quiere hacerme daño, que en el fondo es incapaz de hacerme el mismo daño que yo le hice a él, pero ahora se tomará su tiempo y me hará suplicar. Estoy en una situación de desventaja y realmente no sé cómo coño voy a salir de todo este lío.

-¿Sabes una cosa? Piensas demasiado. Puedo oir lo que dices... -comenta esbozando una sonrisa ladeada. Mierda, claro que puede oirlo. Un rubor intenso se extiende por todo mi cuerpo, avergonzada de mis propios pensamientos tan accesibles para él. Me cubro tratando de escapar a su mirada, pero al ver cómo me he enrojecido el brillo de sus ojos se vuelve más intenso y primitivo, retornando a mi mente recuerdos del pasado.

-Deja de leerme la mente -le increpo. No sueno muy convincente, estoy desnuda, tumbada en la cama, sin poder moverme. Y no puedo moverme no porque esté atada, sino porque no puedo. Ni siquiera ha empezado la batalla y ya me he rendido; en el fondo me niego a admitir que estoy deseando que se abalance sobre mi como hacía antes. Hace tanto tiempo que ningún hombre me abraza como lo hacía él...

-Deja de pensar en voz alta -me recrimina, ya de rodillas a los pies de la cama. Podría recrearme en las vistas que me ofrece, pero no quiero darle esa satisfacción. Todavía no me ha tocado y estoy a punto de saltar.

-¿Quién te envía? ¿Quién quiere los datos? ¿Por qué estás vivo? ¿Cómo sé qué no eres una alucinación y que estoy metida en alguna cápsula de los laboratorios? ¿Cómo sé qué no están experimentando en este momento conmigo y todo lo que estoy viendo y escuchando son recuerdos implantados en mi memoria? ¿Cómo...? - las preguntas salen a borbotones, sé que eso es posible, pero saberlo no me tranquiliza. Iván alarga la mano y me roza la curva del empeine con la punta de los dedos y a pesar de la venda, el contacto me entumece toda la pierna.

-Sabes que eso no es posible. Tu mente es poderosa, pero está preparada para tales incursiones. No pueden experimentar contigo, del mismo modo que no pudieron hacerlo conmigo.

Lo miro con expresión interrogativa. Él vuelve a sonreir.

-¿Dónde crees que he pasado los últimos cinco años? -me dice.

-¿A qué te refieres?

Pero no responde, se inclina sobre mi pie y comienza a besarme los dedos, uno por uno y yo me derrito. Retiro el pie, él gruñe con una risotada y se acerca más a mi cuerpo desnudo, atrapandome una pierna entre las manos. Empieza a besarme la parte interna del tobillo, por encima de las vendas, dónde las bridas me han arrancado la piel. Supongo que quiere pedirme disculpas por haber sido tan cruel.

-¿Qué es lo que has querido decir con eso? -insisto.

Se deja caer y lo tengo sobre mi, separado apenas un palmo. Se sostiene con una mano al lado de mi cabeza y su movimiento ha hundido el colchón, haciendo crujir los muelles. Me mira fijamente a los ojos, colocando mi pierna alrededor de su cadera y separando la otra, doblándola para mayor comodidad mía y mejor acceso para él. Cubro mi sexo con una mano mientras oculto mis pechos con el otro brazo. Su sonrisa se vuelve arrogante y se inclina sobre mis labios, rozándolos pero sin llegar a tocarlos.

-¿Quieres saberlo? -pregunta, derramando su respiración caliente. Me estremezco. Quiero mantenerme al margen de esto, darle lo que quiere, que se quede satisfecho y entonces poder largarme de aquí. Pero creo que hace tanto tiempo que no tengo un amante en condiciones que siento la necesidad de dejarme arrastrar por el recuerdo de Iván aunque solo sea una vez más.

-Sí, quiero saberlo -respondo decidida.

-Abre la boca -demanda.

Obedezco y al instante lo tengo hundido entre mis labios. Su boca captura la mía y su lengua se abre paso hacia el interior, devorándome en cuestión de segundos. Su beso transmite pasión, exigencia y, en el fondo, una nota de desesperación, de urgencia. Aunque lo apoden "Loco", Iván siempre fue un hombre controlado; me doy cuenta entonces de que todo este tiempo ha estado apaciguando su bestia interior, pero ahora está a punto de dejarla salir. Cuando quiero recuperar el control, la situación ya se me ha ido de las manos y profundiza su beso con tanta vehemencia que ya no puedo respirar. Lo empujo con un brazo, consciente de que si continúa así, ni responderá mi pregunta ni yo tendré voluntad suficiente para resistirme a sus demandas.

-Respóndeme, he hecho lo que querías -exijo cuando me permite un momento para respirar.

-¿He dicho yo acaso que lo haría pidiéndote únicamente abrir la boca...?

Sé que no y lo maldigo por ello. Iván vuelve a mi boca y descarga su peso sobre mi cuerpo, aplastándome contra la cama. Su cuerpo caliente envuelve el mío que, frágil y helado, acepta su calidez y se envuelve ella. Maldito cuerpo mío y maldito mi deseo por él. Resisto la nacesidad de apretarme contra él, el deseo de que su sexo se roce con él mío y de que su boca me bese por todas partes. Cuando abandona mis labios trato de pensar en una forma de escapar a esta situación, pero él me retiene rodeándome el cuello con una mano. No aprieta, pero me tiene sujeta y cuando su boca desciende por uno de mis pechos, los cubro con el brazo, un gesto que no lo detiene. Me aparta el brazo y cubre mi pecho con la boca, para chupar, lamer y morder sin medida. Un gemido brota sincero de mis labios, un gemido que no puedo reprimir y siento su sonrisa sobre la piel cuando desliza la lengua hacia el otro pecho y da cuenta de él con la misma ferocidad. Succiona con tanta fuerza que un pulsante dolor baja por mi vientre para estallar entre mis piernas y me retuerzo con la intención de apartarle para que abadone su tortura. Pero no, sigue chupando con tanta dureza que ya puedo imaginar la marca violácea que tendré después.

Le clavo los dedos en el hombro, pero eso solo enardece su deseo. Y el mío. Su lengua se pasea por mi cuello y toma posesión de boca, metiendose entre mis piernas y presionando el estómago duro contra mi sexo. El tacto es húmedo, ahogo un jadeo impresionada por las sensaciones que salen disparadas por todo mi cuerpo y me bebo su risa cuando descubre lo excitada que estoy. Me sonrojo, haciendo que la temperatura de mi piel aumente y transmita calor al cuerpo de Iván, que empieza a frotarse contra mi suavemente. Su sexo, que solo recordaba en mi memoria, se insinúa entre mis nalgas y su movimiento contra mi anegada entrepierna provoca que su pene acaricie mi trasero. Doblo las piernas para plantar los pies en sus caderas y empujar para apartarlo, mientras presiono con las manos su pecho, pero es un muro inamovible; lo único que consigo es que me agarre de los muslos y me penetre de una sola vez. Un grito desgarrador rompe la quietud de la cabaña.

-Joder, Iván... -sollozo, las lágrimas brotando por el picante dolor que me recorre. Él permanece quieto, hundido profundamente en mi, acariciándome las piernas. No lo esperaba y él no es precisamente pequeño. Me cuesta recuperarme, me cuesta tenerle dentro de mi, me cuesta abarcarle. Me siento llena, incapaz de contener su volumen dentro de mi cuerpo, hace tan tiempo que no estoy con un hombre tan grande como él y el dolor, lacerante y placentero, me trae recuerdos de cuando estabamos juntos; y recuerdo cómo la sensación de tenerle dentro podía durar incluso días.

-Relájate -susurra con suavidad, besándome los labios. Jadeo, tratando de respirar con normalidad y tratando de que mi corazón no se salga por mi boca. Sus caricias me relajan y el dolor por la invasión empieza a desaparecer. Ese es el momento que Iván escoge, justo cuando empiezo a tranquilizarme pero todavía no me he hecho a la idea, para retirarse.

-Oh, Dios... -juro que lo mataré después de esto, siento como me acaricia por todas partes y a medida que se aleja, es como una liberación. Pero entonces vuelve a hundirse y otra vez me veo empujada al borde del desmayo. No me da tregua, no me permite volver a relajarme y empuja de nuevo y tras dos envites suaves, empieza.

Porque Iván no había empezado todavía, solo estaba esperando a que yo me relajara. Él lo tiene todo controlado mientras que yo que todavía estoy en shock; y para cuando he salido del trance, él ya ha impuesto su ritmo, demente y lujurioso. Y yo, rendida, lo acepto. Me lanzo a sus brazos y le rodeo la cintura con las piernas, aceptándole, aceptando su enorme envergadura dentro de mi. Nuestros labios se funden en uno solo y nos besamos como hacía mucho que no nos besabamos y de inmediato nuestros cuerpos están resbaladizos por el esfuerzo.

-Esto es real, nena -gruñe en mi boca, moviéndose con dureza, embistiendo hasta el fondo-. ¿Te das cuenta? Nadie puede implantar un recuerdo como este, nadie puede hacer que sientas algo como esto...

-Tienes razón -le concedo, sin poder pensar en nada más que en sus caricias dentro de mi, en esos toquecitos que da contra el lugar más sensible de mi cuerpo-. Tienes razón.

Vuelvo a gritar, sufriendo sus envites. Iván se alza sobre mi y me rodea con los brazos, levantandome de la cama para sostenerme sobre él. Enlazo los pies a su espalda y me cuelgo de su cuello, mientras él me sujeta por las caderas para hacerme sentir lo grande y fuerte que es y la forma en que me penetra hace que el contacto sea más intenso. Me abraza fuerte, tan fuerte que casi no puedo respirar y sé que el final se acerca y no quiero que se acerque.

-No podrán con nosotros, nena... no podrán... Oh, eres tan suave...


Sí, eso ya me lo decía antes. Yo soy pequeña y él enorme, ¿puede ser más perfecto? Lo beso en la boca, para que se calle, porque cuando habla hace que mi voluntad se resquebraje. Si habla otra vez me vendré abajo. Iván me aparta el pelo de la cara y lo enreda en su puño para separarme de sus labios y mirarme a placer. Yo le miro con los ojos llenos de lágrimas por el dolor y el placer, deseando que termine todo, pero que no acabe nunca. Sé que cuando me mira es porque quiere ver en mi cara la expresión que pongo cuando tengo un orgasmo y me pongo en tensión, sé lo que va a pasar ahora y no sé si estoy preparada.

-Córrete preciosa, córrete para mi, cómo a mi me gusta...

No hace falta que termine la frase, ya estoy temblando. Empiezo a gritar y él empieza a moverse más rápido para prolongar mi locura. Noto que se hace más grande dentro de mi, que palpita y se derrama en mi interior, gruñendo y jadeando, pero yo solo veo luces blancas y siento como caigo, como el estómago me da un vuelco y como mi cuerpo se desploma sin fuerzas. Caemos los dos a la cama, todavía temblando, todavía frotando nuestras pieles el uno contra el otro y todavía moviendo las caderas para sentir cada fibra de nuestro ser hasta que los últimos rescoldos del orgasmo se apagan, el agotamiento nos vence y la calma regresa.

Me cubro la cara con las manos, a punto de echarme a llorar de verdad. Él estaba muerto, yo lo maté. ¿De verdad que lo maté? Las cicatrices lo demuestran. Entonces, ¿por que está vivo y estamos follando como si no hubieramos pasado los últimos cinco años separados? Esto no puede ser verdad...

5 intimidades:

  1. Primero: lamento no haber venido antes, la he tenido re complicada, pero ya estoy =)

    Segundo: dime que va a continuar, ¿vale? esto no puede quedar así. Cuando vi la extensión del relato, apagué la tele (las noticias de la mañana no me dejarían concentrar) y me dispuse a pasar un largo rato leyendo. Para nada. Me he devorado el texto como hambrienta en breves minutos. He sentido el ardor de las heridas y el frío de la nieve y luego... el calor de...! ufffffffff!!! Ese deseo-odio... me trae demasiados recuerdos... sin ser agente ;) Atención capturada de principio a fin. Genial descripción de situaciones, sello tuyo. Un placer haber pasado por aquí hoy.

    Tercero: agradezco tu presencia en mi blog, siempre es agradable saberse acompañada y más en los momentos jodidos. Por ello un abrazo, peruano, enorme, que recorra el mar y llegue a ti.

    Besos, Paty.

    (Y que siga ehh???? yo quiero saber qué tanto se puede alucinar... o no... jaja!)

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  2. OMG! me has dejado literalmente engancha, esto es brutal. Me encanta enserio, es de lo mejorcito que he leído.

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  3. Atrapante, excitante, creativo!
    Un placer recorrer este ludar y sus letras...

    Saludos azules desde mi playa que espera...

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  4. Ay madre mía, ¡impresionante! Felicitaciones, un beso grande, Lou

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  5. Anónimo3:09

    oh nena? es igual a fifty shades

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