Reincidencia (VIII)

Lord Crawford hizo exactamente lo que había prometido mediante palabras, aunque para ella era completamente aleatorio, solo podía pensar en que tenía que aguantar, tenía que obedecer y esperar a que él le permitiría tener un orgasmo. Eso la aterrorizaba, pues, ¿cómo de violento sería el final? ¿Sería capaz de soportarlo? ¿Se desmayaría cómo él había prometido? No podía ni siquiera pensar en ello...

La boca del hombre cubrió por completo el sexo palpitante de lady Kirbridge en un beso asfixiante y abrumadoramente placentero. La voz de la mujer quedó ahogada por la impresión, de su garganta no surgía nada que no fuesen jadeos entrecortados y sollozos, una forma de hiperventilación que le subía el oxígeno a la cabeza y la mareaba. El dedo que el hombre metía en su boca tampoco le daba respiro, le acariciaba la lengua y la garganta, a modo de recordatorio de lo que había tenido entre los labios apenas unos minutos antes; y aunque no era tan grueso como su sexo, la sensación la volvía igualmente loca. Y su lengua no hacía sino acariciar toda la temblorosa línea de su sexo, recogiendo las gotas que no dejaban de brotar.

Lady Kirbridge no podía hacer absolutamente nada que no fuese tratar de respirar. Sus  piernas estaban dobladss debajo del cuerpo, las rodillas y los muslos separados en un ángulo perfecto para que Crawford encajara su rostro entre ellos, las manos debajo de la espalda, atadas entre ellas. Se retorcía cada vez que la punta de su lengua le rozaba la sensible florecilla, obligandola a poner toda su voluntad en contener lo incontenible. Lord Crawford empleó la mano con la que no penetraba su boca en acariciar su monte de Venus, en un movimiento perfectamente sincronizado con lengua, cada vez que esta viajaba hasta el nacimiento de su sexo, sus dedos bajaban por la piel del pubis hasta el mismo lugar, apretandolo a su boca, incrementando exponencialmente el placer y sumiendo en el delirio a su victima, cuya cordura se derramaba en oleadas por sus lágrimas.

- Tienes un sabor exquisito, corazón - dijo al cabo de unos segundos, minutos, horas, días... no lo podía saber; su voz le provocó un calambrazo en la entrepierna, tan descontrolado que él la sujetó del muslo. - Controlate - ordenó con firmeza. Se controló. Jamás entendió cómo pudo controlarse, pero aguantó el aluvión que golpeaba contra su vientre. Y mordió a Crawford en el dedo, sin querer. - Controlate, corazón...

Suavemente, retiró el dedo de su boca y lo metió entre sus pétalos, pulsando otra vez ese botón tan hinchado y tembloroso que lady Kirbridge se quedó tan rígida como una estatua durante un segundo. Su boca acompañó a su dedo, dando leves besos a los labios de su sexo, realizando caricias en forma de circulitos sobre la punta más sensible. Ella se estremeció con violencia y se retorció gritando, intentando apartarse de él. No había piedad en sus gestos, ni un ápice de compasión.

- Por favor... por favor... porfavorporfavor... - lloró ella. Con crueldad, el dedo que dibujaba arabescos en su sexo frotó el suave interior de sus pliegues y se hundió por completo en su sexo. Un grito restalló en la habitación.

- ¡Todavía no! - gritó lord Crawford, más autoritario que nunca. Lady Kirbridge se encogió, sintiendo el dedo del hombre en su interior, deliciosamente encajado ahí, tan caliente y tan firme. Se mordió el labio sin dejar de lamentarse. Cuando empezó a moverlo, ella pensó que era su fin, que se iba a morir de verdad. Y cuando la boca de Crawford volvió a lamer su clítoris, pensó que llegaría al estado siguiente de lo que sería estar muerto o que alcanzaría ese estado superior del que hablaban algunas religiones y saldría flotando hacia el cielo. - ¿Deseas acabar, corazón? - preguntó él, separándose de tanto en tanto de su entrepierna. Un rayo de esperanza atravesó la conciencia de lady Kirbridge.

- Sí... porfavorsi... - farfulló.
- Pídemelo.
- Porfavorporfavor...
- ¿Por favor qué, corazón? - cada respuesta iba acompañada por una caricia con la lengua y un movimiento de su dedo en el interior de sus entrañas. Sin compasión, sin piedad.
- Quieroquieroquiero...
- ¿Qué quieres, corazón?
- Terminar... acabarporfavor...
- Pídemelo. Dime lo que quieres...
- Quiero acabar, ¡por favor! Te lo suplico...
- Me lo suplicas, me encanta que me supliques, corazón... pero no me dices lo que quiero oir... Eres tan dulce, sabes tan bien, mm...
- ¡Por favor, déjame acabar ya!
- Quiero que lo digas bien, ¿quieres correrte en mi boca?
- ¡Sí! ¡Sisisisi!
- Pues dilo. Di exactamente eso...
- ... Quiero... quiero... Quiero correrme en tu boca...
- Está mal dicho...
- Peropero...
- Dilo bien, corazón, dilo como yo quiero que lo digas. ¿Ya no recuerdas quién soy?
- Oh, por favor... quieroacabarya
- ¡Más alto!
- ¡Señor, por favor, señor! ¡Quiero correrme en tu boca!
- Adelante, corazón, ¡córrete!

Las palabras mágicas desencadenaron una violenta oleada en el cuerpo de la mujer. Su mente se nubló de un plumazo mientras su cuerpo convulsionaba de forma exagerada y un aullido surgía desde lo más hondo del pecho de lady Kirbirdge. Encogió los dedos de los pies y se dobló como una vela caliente en una postura indescriptible y casi imposible, con la espalda formando un arco perfecto en relación con el suelo, mientras lord Crawford bebía de su sexo con avidez, alargando el orgasmo de la mujer con besos y caricias.

Apenas se había recuperado, apenas había asimilado lo que acababa de pasar, cuando la boca de Crawford la liberó por fin, retirándo el dedo de su interior. Sin embargo, su tortura no cesaba ahí y ella lo supo muy bien, lo comprendió, fue totalmente consciente de que aún faltaba algo muy importante y la abrumadora realidad la golpeó como un mazo: él no había terminado. Su sexo aún se contraía en rítmicos latidos cuando sintió cómo la ardiente lanza de lord Crawford se clavaba en sus entrañas en un único movimiento, hasta el fondo, hasta tocar con su corona un lugar que le hizo ver las estrellas.

- Oh, corazón, eres suave y tierna... y cremosa, como un pastel... tan caliente...

Ella tembló, porque de repente volvía a caminar sobre el filo de la navaja, sobre el borde del abismo, en los límites de la realidad. Lo de antes amenazaba con ser nada en comparación con lo que iba a pasar ahora, con lo que ocurriría cuando él tuviese un orgasmo. Y es que su maravilloso sexo estaba duro como una roca, voluminoso, caliente, se apretaba a sus paredes encajando a la perfección, rozándo todos los rincones impensables de su interior. La amenaza de un orgasmo más violento le provocó ansiedad.

- Respira, corazón - susurró dulcemente lord Crawford, posando una mano sobre su vientre. Se quedó ahí quieto, encajado a ella, esperando a que recuperara la respiración. Levantó la cadera, profundizando la unión entre ellos y despacio, acarició sus piernas; una por una, la ayudó a sacarlas de debajo de su cuerpo. - Rodeame con los muslos, corazón, quiero sentirte plenamente... - pidió con ternura. Lady Kirbridge apretó los muslos contra las caderas de Crawford y él la sostuvo de la cintura. Tenía las manos rígidas, se esforzaba por contenerse. - Simplemente, perfecta... Muévete conmigo, apriétate a mi, corazón. Sé que puedes, hazlo, ¡muévete!

Lady Kirbridge hizo el sobreesfuerzo más grande de toda su vida y apretó la pélvis al cuerpo de lord Crawford. Él ya había comenzado a moverse incluso mientras hablaba, embistiendo con decisión y firmeza, empujándola contra el precipicio de la locura, dándo leves golpecitos al final del camino, llenándola por completo. Los jadeos de la mujer se volvieron ritmicos, igual que sus gemidos, sus lamentos, una mezcla entre suspiro y aullido; el hombre respiró pesadamente, disfrutando de la calidez de lady Kirbridge, aumentando la intensidad del momento hasta niveles nunca antes contemplados.

- Todavía no, corazón... Aún no...

El fuego estalló de nuevo en lady Kirbridge, un remolino de placer se enroscaba en su vientre, entre sus piernas y corrientes electrizantes viajaban por todo su cuerpo, desde el centro hasta la punta de los dedos. Los músculos de Crawford estaban tensos, tan crispados que cada movimiento podía notar lo rígido que estaba y cómo su maravillosa espada se clavaba profundamente en ella. Sus pieles estaban cubiertas por una brillante capa de frío sudor, casi resbaladizo y hacía imposible que pudieran aferrarse el uno al otro. Él apretaba tanto sus caderas que tenía los nudillos blancos y ella había dejado de sentir las piernas, solo sentía lo que él hundía una y otra vez, sin prisas, sin pausas, sin piedad. Y otra vez el final se mantenía en suspense, ese orgasmo que estaba ahí pero que no podía alcanzar hasta que él no quisiera. Se vio obligada a suplicar de nuevo por su vida, entre gemiditos asfixiados, pedía compasión, tratando de apelar al autocontrol de lord Crawford. Su ritmo y su aguante eran inhumanos.

- Oh, corazón, late para mí...

Lady Kirbridge se vino abajo antes de que él terminase la petición: su sexo se contrajo con tanta violencia que estranguló a lord Crawford. Él jadeó y unió su aullido al de la mujer, derramando su preciada lava en ella, abrasándole las entrañas. Estallaron fuegos artificiales, sonaron campanas y agotada hasta la extenuación, lady Kirbridge perdió el conocimiento entre latidos y húmedas palpitaciones.


11 intimidades:

  1. buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, me lo pido!!!!

    ResponderEliminar
  2. Anónimo0:00

    Amén del placer que Me produce observar cómo lady Kirbridge es sometida por el arma más poderosa que existe, su propio deseo, vuelvo a destacar el estilo de la narradora: deliciosamente excitante, absolutamente elegante y perfectamente medido.

    Mis felicitaciones, señorita, desde La Luz.

    ResponderEliminar
  3. Finalmente lo consiguió... ainsssss!!!
    Y ahora?????
    QUÉ MAS????
    SIGUE!!!!
    Ayy, ya ya, ya no grito, jeje.
    Abrazo!
    (Sigue!!, jeje)

    ResponderEliminar
  4. Siento romper tu ilusión, querida Sweet, pero el arco argumental titulado Reincidencia termina con este episodio... Eso no significa, ni mucho menos, que la historia haya acabado...

    Ah, pero no puedo adelantar nada, corazón, ¿qué sería de la intriga y el suspense si desvelo todo lo que tengo planeado? ;D

    Me alegra que le guste el estilo de la narración, Señor. Siempre he considerado lo erótico como algo elegante y me empleo a fondo en conseguir decirlo todo sin decir nada :)

    Querida princesa, gracias por tu visita y tu entusiasmo por mis relatos :3 (y sus correspondientes fotografias ;))

    Un beso, y nos seguimos leyendo ^^

    ResponderEliminar
  5. Querida...tienes un regalito en mi blog!!! vuela, vuela...

    ResponderEliminar
  6. Wow wow wow!Vaya final más explosivo :P

    Yeeeeeeyyyy para mi siempre serás la mejor redactora de relatos exxxcitantes. ^^

    Un saludín desde mi cripta :P

    ResponderEliminar
  7. Ardiente, sensual, elegante... K más puedo decir sobre este sofocante relato?. K m encanta y m hace desear más... (entre otras cositas jejeje).

    Un besazo reina y no t olvides del konkurso kaliente!!!.

    Xao!!!

    ResponderEliminar
  8. Hola d nuevo guapa!, pasaba a desearte las buenas noches y d paso decirte k tienes un regalito en mi blog del club, espero k t guste.

    Muak!!!

    ResponderEliminar
  9. Impresionantemenete ardiente.

    Bufff, has subido la temepratura de toda la habitación...jajajaj

    En serio no podia irme a dormir sin teerminar los otros dos capis....

    I need more!!!

    ResponderEliminar
  10. Querida, te has ganado una seguidora (entre muchas y muchos otros) con tus letras. Elegante como hace mucho mucho mucho que no leo. Espero algún día poder acercarme a tu talento en el arte de lo erótico.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  11. WOW! Me he leido todas las partes de un tirón.

    Menudos relatos. Me encanta esa elegancia y sensualidad con la que escribes. Ojalå yo pudiera escribir wescenas y relatos de este tipo con la mitad de tu talento.
    Me ha encantado, encantado. Sigue escribiendo así.

    Besos fuertes.

    ResponderEliminar

¿Qué te ha parecido esta intimidad?