Reincidencia

Lady Kirbridge ya no tenía escapatoria. Había cometido el error de huir cuando se encontró con el señor Crawford en mitad de la fiesta. Invadida por un pánico escénico había optado por el camino más fácil, evitarle; pero Crawford conocía la mansión de la condesa dónde se celebraba la velada y lady Kirbridge era la primera vez que asistía. Jugaba en terreno desconocido y eso le había dado ventaja a su adversario, que había logrado acorralarla en uno de los pasillos se servicio. La mirada que él le dirigía ahora dejaba claro que huyese a dónde huyese, no tenía escapatoria.

Crawford se aproximó a su víctima con esa característica determinación en sus pasos que tanto rubor provocaba en las mujeres. Lady Kirbridge se apretó a la puerta del fondo, aquella que conducía a las escaleras de emergencia y que estaba cerrada. En ese momento deseaba poder fundirse a ella y atravesarla. No lo lograría, así que lanzó una mirada de advertencia al noble. Estaba dispuesta a plantarle batalla, no iba a quedarse de brazos cruzados.

Pero defenderse era complejo. Lord Brian Crawford era un hombre físicamente perfecto: rabiosamente atractivo, encantador y poseedor de una presencia tan devastadora como sublime; irradiaba elegancia, poder y peligro a partes iguales. No se trataba de un fino lord de biblioteca dedicado a las finanzas, sino de un aventurero que había viajado por Europa, gustaba salir a cazar ciervos y montaba habitualmente a caballo en su finca al este de Londres. Pero los rumores entre los miembros de la alta sociedad decían que tenía una oscura reputación como amante. Lady Kirbridge sabía esos rumores eran ciertos: había cometido el error de vivirlos de primera mano y ahora no podía quitarselo de la cabeza. Crawford vestía un impecable Valentino a medida color negro  que cubría su perfecta complexión robusta; le sentaba condenadamente bien, un toque de elegancia combinada con su fiereza natural hizo estremecer a lady Kirbridge, quién sabía perfectamente lo que había tras esa ropa. Bajo el experto escrutinio de Crawford, el Dior de espalda descubierta que la mujer había elegido para la ocasión se antojó demasiado transparente.

A un palmo de distancia lady Kirbridge tuvo que contener la respiración para evitar intoxicarse con el delicioso aroma del hombre; olía a madera, a lluvia, a bestia. Una amalgama de recuerdos arrolló su mente como un tren de alta velocidad, recuerdos que hasta este momento creía producto de su hambrienta y ansiosa imaginación. No podía haber hecho todo eso conél. Su cuerpo reaccionó hablando por ella y Crawford corroboró su teoría desviando la mirada por el vestido, sonriendo como un animal hambriento. Levantó entonces la mano y lady Kirbridge se envaró cuando los dedos le rozaron la mejilla. La reacción fue involuntaria, se estremeció con excesiva evidencia, las yemas de sus dedos enviaron abrasadoras oleadas de calor desde el lugar tocado hasta sus pies. Sintió que ese lado del rostro se entumecía, que su oído se quedaba sordo, que por su cuello se deslizaban miles de hormigas; que le faltaba el aire y que su pecho contenía a duras penas un corazón desbocado. Miró a lord Crawford sabiendo que sus pómulos habían adquirido el mismo color del vestido, que sus labios se habían abierto en una sorda invitación, que su cuerpo se había quedado paralizado en ese instante, preparado para lo que él deseara hacerle.

Los dedos de Crawford rozaron delicadamente la oreja de la dama antes de estrechar la distancia que los separaba y ocultar la luz, sumiendolos en sombras, convirtiendo aquel momento en algo mucho más íntimo y peligroso. Ella inspiró profundamente, no quiso replicarle, no pudo contradecirle, no pudo evitar desearle por encima de todas las cosas aún sabiendo que a él le gustaba jugar sucio. Ya muy cerca de su boca, se detuvo, dejó sus labios a corta distancia de los de ella, a la suficiente para que sintiera el calor que desprendían dejandola con el deseo agolpado en la punta de la lengua.

En ese momento, lady Kirbridge reaccionó, despertando de la extraña hipnosis que el señor Crawford había ejercido sobre ella. Era demasiado perverso, demasiado... vergonzoso.

- Aléjese de mí - murmuró muy cerca de sus labios, en un quiero y no puedo. Escapó hacia la derecha, por aquel hueco que había entre la pared y el cuerpo de su contrincante. Crawford interpuso el brazo en aquella trayectoria y lady Kirbridge tuvo que rectificar la trayectoria de su carrera, tratando de escapar por el otro lado. Una mano sobre su cadera la retuvo contra el muro, marcando como un hierro al rojo vivo las huellas de sus dedos sobre la piel. Quiso moverse, pero lord Crawford la mantuvo firmemente anclada con suavidad en aquel estrecho rincón. Sus pulsaciones se aceleraron. - Déjeme ir.

- No puedo - contestó él, hablando por primera vez. Su voz grave y potente vibró en la mente de lady Kirbridge haciéndola estremecer. Crawford tenía esa sonrisa confiada y descarada del que sabe que tiene las de ganar. Era tan sumamente arrogante que la ponía enferma. Lo detestaba con tanta intensidad como lo deseaba. El tirante derecho del Dior se deslizó por la curva de un hombro de porcelana y los labios del hombre soberbio y poderoso siguieron el camino. Ella se mordió el labio para evitar un gemido.

- Esto es un error... aquello no debió ocurrir... - se defendió ella, a duras penas.

- Tú y yo sabemos que ese error tiene que repetirse. Debe repetirse, corazón - la miró con intensidad, sin perder la sonrisa, con los labios húmedos. Esos labios tan venenosos, tan lascivos, tan ardiente. - Tú no has podido olvidarme y yo tampoco puedo quitarte de mi mente - se aproximó despacio, como si fuese a besarla , pero se desvió lentamente hacia su oído, dónde comenzó a verter provocativas palabras. - Yo no he podido olvidar tu sabor, la suavidad de tus pechos en mi lengua, la dureza de tus pezones en mi lengua, la forma en que palpitaban cuando los mordía... - el impacto de aquellas palabras dobló las rodillas de lady Kirbridge. Palabras sucias, demasiado sucias para alguien de su posición. Era una fina dama recatada, una mujer de su estatus social no oía esas cosas, no las decía y mucho menos las hacía. Era tan vergonzoso... Pero la crudeza de su alegato a punto estuvo de hacer que se cayera al suelo, lord Crawford no tuvo que esforzarse demasiado en sostenerla, presionó su cuerpo al de ella empujándola contra la pared. - Tampoco puedo quitarme la sensación de estar dentro de tu boca, tan cálida y húmeda; y dentro de tí, tan suave y ardiente...

- ¡Basta! - chilló con la voz nerviosa. Recordar lo que había hecho era demasiado duro para ella.

- Me entristece que quieras negar esa noche tan perfecta.

- No fue perfecta... - murmuró con poca convicción, consciente de la presión que él ejercía y de la excitación que sentía por ella.

- ¿No? - él se rió, abrasandole con su aliento el cuello. Su sola cercanía estaba poniéndola enferma - Tienes razón, no fue perfecta; fue sublime. Tu cuerpo entregado, sinuoso y radiante. Me encanta como te sientan las esposas de cuero en los tobillos...

- Cállate - gritó con la mirada febril. - Deja de decir esas cosas, no soy la mujer que crees, no soy tu tipo. 

- Cierto, no me gustan las mujeres jóvenes e inexpertas. Me gustan las casadas.

Lady Kirbridge ardió por dentro y por fuera, llena de excitación y vergüenza ante el incorregible lord Crawford.

- No quiero que me toques, ni que me beses y mucho menos que prentendas desnudarme y hacerlo aquí mismo. ¡No quiero que nos vean! - chilló resoplando por la nariz. Su cuerpo tan perfecto, tan cercano, sus palabras tan oscuras y horribles eran una tortura.

- ¿Quién ha dicho que vaya a hacerlo aquí? No, corazón. Aquí solo te castigaré por el cruel abandono al que me has castigado - la sonrisa se transformó en un gesto autoritario. Se separó ligeramente de ella y dijo: - Date la vuelta.

La órden invitaba a obedecer. 


9 intimidades:

  1. ¡a sus órdenes...!

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  2. ¡Guau!, pedazo blog!, me ha encantado!, ya mismo t sigo y voy a comenzar a leer esta historia k promete mucho... ¡K calor!, jajaja.

    Hola reina, he visto tu comentario en mi blog y pasaba a decirte k estaría encantada d k participaras en el concurso, ya toy ansiosa por leer tu relato... por cierto, si kieres pertencer al club sólo tienes k enviarme (con un o varios comentarios en cualkier entrada) lo k pido debajo d la imagen de cabecera d mi blog y encuanto pueda t hago la ficha, vale?.


    Si tienes cualkier duda, hazmelo saber.

    X cierto, llevo poco tiempo en esto d la escritura y también "intento" (jojojo) escribir escenas eróticas, t importaría echarle un vistazo a uno de los capi de mi tercer libro, me gustaría mucho conocer tu opinión... t paso el link:

    http://amantecautivo.blogspot.com/2011/01/capitulo-2.html

    Gracias =, besos y k pases un lindo Martes, muak!!!

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  3. Saludos, Ducle Cautiva :)

    En cuanto pueda haré todo eso que pides. Cuando lea lo que me has pasado, intentaré darte una humilide opinión. Hasta entonces, un beso íntimo :3

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  4. Pues cuesta encontrar algún blog donde se encuentre buena escritura más allá de las buenas intenciones. Aquí la hay, aunque considere que hay mucho camino por recorrer. Te felicito por eso.

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  5. Hola wapa!, vengo a avistarte que ya comenzaron las votaciones en la categoría "Mejor Historia".

    Te recomiendo k des el aviso para que la gente se pase x el club a votarte.

    Mientras, te deseo un buen Martes y mucha suerte con el concurso, muak!!!

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  6. Creo que me voy a quedar un rato laaargo por aquí.
    Esto promete
    Un saludo

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  7. Anónimo0:15

    buenas soy nueva en el blog no puede continuar leyendo reincidencia creo q se ha suprimido el contenido a partir de rendición II

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    1. La historia continua en Consecuencias. En la pestaña Lista de Lectura puedes encontrar toda la historia :)

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    2. hola, disculpa, solo quería preguntar ¿esta es la primera parte de reincidencia? o ¿hay un capitulo ates que me estoy saltando? gracias

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