¿Cuando estamos ante una situación erótica? En el mundo real, el momento erótico es aquel en el que se despiertan o estimulan los sentidos y obtenemos una respuesta física al placer que nos produce. Esta excitación acelera la frecuencia cardíaca y el ritmo de la respiración, sobrecarga los sentidos, aumenta la sensibilidad y deja la puerta abierta a las emociones.
En una historia erótica, también.
Pero, ¿cómo podemos saber que eso que vamos a escribir tiene la potencia erótica necesaria para sustentar toda la escena siguiente? Generar una situación erótica y mantenerla el resto del relato es una tarea laboriosa que no hay que perder de vista. Es necesario alimentarla, alentarla para que no decaiga ni aburra. No todas las situaciones eróticas que generamos tienen el mismo grado de intensidad, así como tampoco todas acaban con los personajes en posición horizontal —o vertical—.
Una situación erótica es aquella en la que los sentidos se despiertan ante un estímulo exterior, sea del tipo que sea. Un personaje observa a otro y hay una reacción química entre ellos. Un personaje escucha una palabra que evoca recuerdos sudorosos y su imaginación se estimula.
Hace poco leía un comentario en una red social en el que una lectora —no muy lectora, precisamente por ese comentario tan poco apropiado— preguntaba a sus seguidores si en una novela erótica era necesario leer una descripción sobre el aroma que interpretaba un personaje masculino cuando se encontraba frente al femenino. Ponía un texto de ejemplo en el que el protagonista hablaba del olor que desprendía una chica, describiendo al detalle todo lo que evocaba en él: cítricos, vainilla, canela… La autora de ese comentario decía que ella se aburría leyendo esas cosas, que para ella no despertaba ningún interés.
Está claro que la erótica de hoy en día ha cambiado de forma radical. En novelas de romance erótico ese tipo de descripciones son fundamentales; lamentablemente, ahora no lo son tanto. De todos modos, la queja de la lectora tenía algo de fundamente, el ejemplo era exageradamente largo, con al menos una docena de adjetivos para una sola cosa.
Es verdad que leer algo así aburre. Pero la respuesta a si se debe leer en una novela erótica el olor de un personaje, sí. ¿Se debe escribir? La respuesta sigue siendo sí. ¿Por qué? Porque un contexto erótico es lo que nos permita generar la tensión y ayudar a que la situación sea lo suficientemente exótica para llamar nuestra atención. Evocando los sentidos del lector llegaremos a sacudir sus emociones y generar tensión.
Generando una
situación erótica
El erotismo está en los pequeños detalles. Cuanto más diminutos o inofensivos sean estos detalles, la carga erótica es mucho más intensa. Las cosas que vemos o tocamos pueden no tener nada que ver con el sexo, sin embargo nosotros, como escritores, podemos generar un contexto para convertir esas cosas y esos detalles en algo que despierte la sensibilidad de los personajes y dispare su imaginación.
Una situación erótica no debe ser necesariamente física. Ni siquiera es necesario que haya un contacto directo entre dos personajes. La estimulación erótica comienza en el cerebro de las personas, en su imaginación, para luego continuar con la parte física. Así que, para empezar, hace falta estimular la imaginación. ¿De qué manera?
Volviendo a nuestro ejemplo anterior —el de los aromas—, lo ideal es utilizar uno de los sentidos del personaje. El olor es uno de los sentidos más sensibles y evocadores que existen, más que el tacto y casi tan poderoso como el sabor. El problema del sabor es que hay que meterse en la boca algo para saborearlo mientras que el radio de acción del olfato es un poco más amplio. Seguro que muchas veces habéis pasado delante de una panadería y el olor a pan horneado ha disparado recuerdos agradables, igual que cuando oléis la ropa limpia os acordáis de cuando eráis pequeños. Un símil más cercano para lectores es aquel momento en el que abrís un libro y aspiráis ese aroma a tinta impresa sobre papel nuevo. ¿A qué os acordáis de cosas increíbles? Por eso cuando en algún otro lugar oléis algo parecido a un libro nuevo, os vienen a la mente vuestras lecturas favoritas.
Eso es un momento erótico. No es una respuesta física o sexual hacia los libros, pero despierta vuestra sensibilidad y, por tanto, vuestras emociones. Es lo que queremos conseguir con el lector, evocar cosas agradables.
He aquí unas cuantas situaciones eróticas para que vayáis practicándolas. Dependiendo del uso o de la intención que queréis darle a la historia, podéis utilizar una u otra. Esto no es cuestión de usarlo como si fuera una lista de cosas, para despertar el erotismo —y, repito, despertar erotismo no es dar inicio a una narración sexual, sino generar tensión erótica entre los personajes— hay que saber cuándo emplear una manera o la otra.
1.- La tensión en los diálogos
Las frases hechas, las bromas y los dobles sentidos juegan un papel importante en el entramado erótico. Las discusiones, por ejemplo, generan tensión; provocando los nervios del lector al leer cómo los personajes discuten, se logra una respuesta a ese impulso. Si en medio de esa discusión uno de los personajes dice algo al otro, pueden acabar retozando sobre desnudos sobre la alfombra.
Alimentar el fuego de la tensión sexual mediante discusiones es un recurso muy útil pero, cuidado, las discusiones suelen ser absurdas vistas desde fuera. Hay que evitar las pataletas o las rabietas e intentar que la discusión tenga su razón de ser. Un enfado por que sí es absurdo, tanto en una novela corriente como erótica. Y desde luego que si la discusión ilógica está dentro de una novela erótica, puede que la tensión sexual se enfríe lo suficiente como para no motivar en absoluto al lector.
Un personaje puede estar mirando algo y recordar lo que una vez hizo —o encontrarse en un lugar, en una situación concreta o a una hora determinada— dentro de un contexto erótico. Este es un recurso sencillo, haz que tu protagonista observe, por ejemplo, las gotas de lluvia deslizándose por el vidrio de una ventana. Puede provocar un recuerdo en su mente, quizá una vez hizo el amor frente a una ventana y se fijó en esas gotas mientras el placer lo envolvía como una manta de fuego; o quizá su primer beso fue bajo la lluvia y rememore el roce de las gotas deslizándose por sus mejillas mientras mezclaba su aliento entre los labios de su partenaire.
El erotismo de los recuerdos puede ayudar con la tensión o despertar las ganas del personaje para hacer algo. Quizá se sienta lo bastante sensible como anhelar un abrazo y ese recuerdo lo impulse a hacerlo. Los recuerdos también sirven para contar cosas que no has contado de los personajes, por ejemplo, puedes usar su diálogo interno para ofrecer información acerca de sus gustos o añadir detalles de su vida personal que justifique su comportamiento actual.
Un personaje puede coger un objeto y fantasear con él. El que sea. No tiene porque ser un símbolo fálico ni nada por el estilo. De hecho, cuanto menos tenga que ver con el sexo, más útil resultará este recurso.
Quizá el personaje hizo el amor con una chica que llevaba calcetines de colores y, cuando hace una visita al supermercado, encuentra una sección de calcetines de colores que le recuerdan lo bien que se lo pasó ella. O puede estar paseando por la calle y ver a alguien con esos calcetines y pensar en ella.
Los objetos no solo se pueden ver, también se pueden tocar. El tacto de esos objetos despertará sus sentidos y traerá recuerdos eróticos.
El último paso de esta situación es coger un objeto y hacer que el personaje lo imagine dentro de una situación erótica. Generar fantasías con algo que está viendo y tocando —no necesariamente lo debe estar utilizando para estimularse— puede aportar información o añadir tensión. Por ejemplo, un personaje coge el cepillo del pelo y cuando lo empuña, empieza a imaginar que lo utiliza sobre las nalgas de su amante para darle azotes. Quizá no lo haga jamás, pero la imaginación es la clave de todo.
Construyendo la
base de la sensualidad
Una situación erótica puede ser un personaje acariciando la llama de una vela. Bebiendo una taza de café. Desabrochando los botones de un chaleco. Llevándose a la boca un grano de uva. Bajando una cremallera. La imaginación del lector juega un papel importante, cuanta menos información ofrezcas, más atención prestará a tus siguientes palabras. Es más, una vez has generado tensión sexual, olvídate de ella y continúa; déjate llevar. Es innecesario insistir que los personajes se sienten excitados, el lector ya lo sabe, no hay que repetirlo en todas las frases. No hay que decir que uno está caliente a menos que se pase a la fase de la narración erótica.
Cuando estás manteniendo la tensión, evita las referencias sensuales. Limítate a describir sus reacciones, si se le acelera el corazón, si desprende calor, si jadea o suspira. A partir de aquí aumenta los grados hasta el punto de no retorno y entonces, sí que sí, utiliza el lenguaje erótico que más te plazca. Pero procura mantener el mismo tono o se notará el cambio.
De momento, eso es todo. ¿Qué tipo de tensión erótica os gusta leer? ¿Cuáles son las situaciones eróticas más emocionantes? ¿Qué tipo de recursos es que más utilizáis?
Un saludo
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Me gusto mucho el texto. Buen blog
ResponderEliminarHola Paty!!!
ResponderEliminarAquí estoy de visita y definitivamente seguiré frecuentando tu blog. Me encantó este post, además de que para mí serán super útiles tus consejos porque me ha costado soltarme con las escenas de sexo en mis novelas. Yo no escribo erótica, pero como leíste en la entrada de mi blog, no me gusta que sea vulgar.
No seguiremos leyendo!
Un abrazo