El Paso del Río del Dragón - [#intimidaddelosviernes]

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El Paso del Río del Dragón

Cuando alcanzó el margen del río y su pie se enganchó en una de las raíces de los muchos árboles que poblaban el bosque, supo que ya no tenía escapatoria. Con aquel estúpido tropiezo su perseguidor obtenía una ventaja que ella había logrado ganar cuando empezó a correr, pero ahora acababa de perder los valiosos segundos necesarios para despistarle. Aterrizó de bruces sobre la orilla y el florete se le escurrió de entre los dedos, perdiéndose entre los helechos. Las manos  y los pies se le hundieron en el barro y el agua, poco profunda, le empapó toda la ropa. La falda se convirtió en un peso añadido y tuvo que arrancársela con bruscos tirones. Su única vía de escape en ese momento se encontraba al otro lado del río, así que empezó a cruzar agarrándose a troncos y rocas que lo poblaban. Avanzaba lenta pero segura hacia el otro lado, pero a medida que se acercaba más y más al centro, el agua se iba haciendo más profunda y de súbito, se hundió hasta la cintura y la fuerza de la corriente acabó arrastrándola. Intentó agarrarse a las ramas que se inclinaban sobre la superficie, pero todas se le escapaban de entre los dedos y durante varios metros se esforzó por mantener la cabeza por encima del agua para poder respirar. No dejaba de tragar agua y cuanto más lejos la arrastraba la corriente, más probable era que alcanzara una cascada cuya caída la mataría.

Concentró todos sus esfuerzos en agarrarse a piedras, troncos y raíces, pero se golpeaba con todos ellos sin conseguir aferrarse a ninguno. El río describió una curva y a continuación ya no hubo fondo y se vio lanzada por un salto de agua de varios metros hacia abajo. Inesperadamente, la fuerza de la corriente desapareció y se hundió completamente. Cuando logró sacar la cabeza, el agua la arrastró hacia un tronco que cortaba el paso del agua y se golpeó contra él. Se agarró con tanta fuerza que clavó las uñas en la corteza blanca y empezó a toser respirando grandes bocanadas de aire. Trepó por el tronco hasta ponerse sobre él y se derrumbó agotada, con el corazón latiendo tan deprisa que le dolía el pecho.  

-Estoy viva... -murmuró con lágrimas en los ojos-. Estoy perdida, pero estoy viva.

Le costó un gran esfuerzo dejar de toser, pero consiguió recuperar el aliento y se tranquilizó lo suficiente para echar un vistazo al lugar en el que se encontraba. En otras circunstancias, aquel paisaje le habría parecido un hermoso lugar. La cascada era corta y no tenía mucha fuerza, los rayos del sol sobre las montañas provocaban que la superficie del agua fuese de color rosado y la orilla estaba cubierta de helechos, arbustos y grandes árboles. Varios troncos se habían agrupado entre las orillas del río para frenar la corriente y formar así aquel lago en el que ella se encontraba. Saltó por encima de los troncos y se derrumbó sobre el barro, agarrando puñados de tierra mojada para besarla con amor, feliz de haber sobrevivido a la persecución y a la furia del río. Se enjuagó las lágrimas de los ojos con las manos llenándose las mejillas de barro, pero nada de eso importaba porque había escapado de las garras de Sigurd y su magia tenebrosa.

Nunca había estado ante un hombre como él. Cualquier descripción que hubiera escuchado no hacía justicia a la arrolladora presencia del mejor estratega de todo Noxus. No estaba preparada para dialogar con él, sus dotes como negociadora no estaban a la altura de los diplomáticos más influyentes de su país ya que de haber tenido la habilidad necesaria, les habría convencido a todos de que ella no era la persona indicada para negociar un tratado de paz y poner fin a un conflicto que ya duraba diez años. Ni siquiera había terminado sus estudios de retórica ni sus investigaciones en la escuela, ¿cómo iba a ser capaz de convencer al general Sigurd Ring de que retirase sus tropas de la frontera del Paso del Río del Dragón como muestra de buena fe para comenzar con las negociaciones? Y luego estaba Ragnarr, el brutal y sanguinario Ragnarr, el capitán de los ejércitos de Noxus cuya fiereza en batalla había trascendido más allá de lo humano y se le consideraba un semidiós. Su nombre era temido y respetado, se decía de él que podía partir en dos a un hombre con su enorme hacha y que el filo de esta era tan peligroso que cualquier roce podía provocar la provocar la muerte por desangramiento. Y ella había estado delante de esos dos hombres, había hablado con ellos y había tratado de establecer un diálogo amistoso para lograr la paz.

Se reunieron durante una hora en un terreno neutral entre las dos fronteras. Estaban muy lejos de las dos capitales, en el Paso del Río del Dragón, el terreno que Noxus quería conquistar para lograr una ventaja sobre su país. Y ella, la joven novicia Shezzael Tauranor, que no había estado jamás en presencia de los líderes de su país y mucho menos frente a los líderes del país enemigo, había acabado allí rodeada de enemigos. Se sorprendió cuando se encontró ante Sigurd Ring, el estratega más brillante e inteligente del mundo. De joven había estado a punto de morir en una sangrienta batalla, perdió una pierna y un ojo y una cicatriz le cruzaba el cráneo rapado. A sus sesenta años seguía caminando con un bastón, llevaba un parche y vestía túnicas largas y holgadas de color verde, dorado y rojo. Tenía una mascota llamada Hunin, un cuervo enorme que siempre estaba sobre su hombro y que de vez en cuando lanzaba miradas inquisidoras sobre Shezza cuando ella tenía el turno de palabra. Sigurd era un manipulador nato y desde el inicio de la reunión había intentado llevarla a su terreno, pero Shezza no se dejó engañar y trató de salvar la situación aplicando todos los conocimientos de relajación que había aprendido durante sus entrenamientos en las Islas de Ionia para no volverse loca. Junto a ella estaban los soldados de la guardia personal del rey de su país, no tenía nada que temer porque aunque sanguinarios, los noxianos no atacarían a una diplomática durante una negociación. Eran crueles, pero no estúpidos.

Sin embargo, lo que peor llevaba Shezza era la presencia de Ragnarr. Era un hombre joven, no tanto como Shezza porque no había alcanzado los treinta inviernos, pero parecía mucho más mayor a causa del mechón blanco que destacaba sobre su cabello negro, corto y encrespado. Vestía una coraza de acero, brazales y de las hombreras reforzadas caía una capa escarlata. No llevaba nada que le protegiese el cuello y llevaba la garganta al descubierto, mostrando unos músculos gruesos y nudosos, capaces de romper cualquier cuerda que intentase estrangularle. En la mano derecha sostenía un hacha tan grande que nadie más que él podía manejar debido a su enorme peso. El filo era de un plateado tan brillante que se reflejaban las luces de las velas, lanzando destellos de colores por las lonas de la tienda en la que estaban reunidos. Lo primero que Shezza pensó al verle es que era demasiado atractivo para ser un guerrero, un pensamiento estúpido e infantil más propio de una adolescente que de una mujer, pero es que Shezza era la más joven de todos los allí reunidos, casi una niña y de vez en cuando tenía pensamientos infantiles. Si el cuervo la ponía nerviosa cuando la miraba fijamente, Ragnarr le provocaba peligrosas distracciones simplemente con sus significativos silencios. No la miraba de forma intimidatoria, sino más bien...

Un escalofrío le recorrió el espinazo cuando escuchó el graznido de un cuervo a lo lejos. Una horrible sensación le oprimió el corazón. Se arrodilló sobre el barro y giró el rostro lentamente. No podía ser cierto. ¿cómo la había encontrado tan rápido? Los noxianos eran conocidos por su brutalidad y por el uso de magia oscura y de sangre, ¿acaso sus guerreros también aprendían ese tipo de artes para encontrar a sus presas? Se puso en pie de inmediato y de pronto, un hombre surgió del fondo del lago, arrastrado por la misma corriente que la había llevado hasta allí. Llevaba una enorme hacha en la diestra, iba empapado de los pies a la cabeza y se había despojado de la coraza. Cicatrices de cientos de batallas surcaban un torso fabricado a base de músculos más propios de una escultura de roca que de un simple mortal y sus brazos, gruesos como troncos, estaban henchidos por el esfuerzo. El cabello corto y encrespado se le pegaba a las sienes y la cicatriz que le cruzaba la cara parecía más grande por la forma en que fruncía el entrecejo.

-Casi -dijo Ragnarr sonriendo-. Casi te me escapas.

Shezzael estaba demasiado aterrorizada como para intentar nada. No tenía otra forma de escapar que regresar al río y que la corriente la arrastrara lejos, muy lejos de Ragnarr y su hacha. Escuchó de nuevo el graznido de Hunin y el ave alzó el vuelo para desaparecer después entre las montañas. Casi se quedó sin aire, el cuervo iba en busca de Sigurd y en cuestión de segundos la atraparían.

Su única vía de escape era perderse en el bosque, no lo pensó dos veces y se lanzó hacia el interior. Ragnarr salió de agua y corrió tras ella más rápido de lo que esperaba. La alcanzó, Shezza trató de zafarse de su agarre pero él la cogió por un brazo y mientras forcejeaba para soltarse, los dos cayeron al lago. Nadó rápido y con fuerza para apartarse lo más posible de Ragnarr, pero él era más grande y más fuerte, solo tuvo que cogerla por los tobillos para atraerla a su cuerpo y arrinconarla contra los troncos.

-Deja de correr, Shezzael Tauranor. No te servirá de nada.

Aplastó a la muchacha contra uno de los troncos pegando su enorme pecho al delgado cuerpo de Shezza. Despojada de parte de su vestido, Shezza fue consciente de la fuerza y el calor que desprendían los músculos del guerrero, pero su único pensamiento estaba puesto en el hacha que iba a matarla.

-Por favor... -suplicó asustada-. Haré lo que quieras, pero no me mates...

Ragnarr sacó la mano derecha de debajo del agua y Shezza cerró los ojos para no ver el hacha cayendo sobre ella.

-¿Matarte? Eso sería un desperdicio, eres demasiado valiosa.

-Entonces, no me hagas daño -rectificó Shezza todavía con los ojos cerrados, la respiración acelerada y el corazón horadando su pecho. Las manos de Ragnarr, las dos desnudas y desarmadas, se posaron sobre sus hombros temblorosos y de pronto sintió como el rostro del guerrero se inclinaba sobre el suyo y su respiración le calentó la piel de la mejilla.

-Al contrario de lo que vosotros creéis, no somos personas crueles -susurró Ragnarr en su oreja. Shezza abrió los ojos de golpe ante esta inesperada cercanía y trató de empujarlo para poder respirar, se estaba ahogando. El agua estaba fría pero el cuerpo del hombre estaba tan caliente que ella empezaba a sentir calor también. Y recordaba sus miradas penetrantes en la tienda durante la negociación, la forma en vigilaba sus movimientos o le miraba los labios cuando hablaba eran demasiado intensas-. Eres una mujer inteligente, has sido capaz de hacer frente a Sigurd sin echarte a temblar e incluso has logrado que se ponga nervioso. Eres de lo mejorcito que nos han enviado para negociar hasta ahora.

-¿Por qué me persigues si no es para matarme? -preguntó Shezza esperando distraer a Ragnarr con palabras hasta encontrar el momento adecuado para escapar de su abrazo.

Ragnarr la miró a los ojos y con una mano la agarró por el pelo para levantarle la cabeza. Shezza se tensó tanto que sufrió un ataque de ansiedad y hundió los dedos en los enormes brazos de Ragnarr, clavándole las uñas en la carne hasta casi hacerle sangrar, pero tenía la piel tan dura como el cuero, así que trató de arañarle la cara. Ragnarr rodeó su delgada muñeca con una de sus manazas y de inmediato perdió las pocas fuerzas que le quedaban.

-Te han engañado, Shezzael Tauranor -le dijo mirándola fijamente-. No estás aquí para negociar con nosotros, estás aquí para provocar un conflicto. Ibas a morir en esa emboscada que tu crees que te hemos tendido nosotros. Con tu muerte, tu país tendría la excusa perfecta para venir con todo a nuestra capital y reducir a cenizas nuestros hogares. La muerte de una diplomática durante un acuerdo de paz rompería la tregua, es tan brillante que a Sigurd casi se le pasa por alto.

-¡Mientes! -gritó Shezza horrorizada.

-Soy muchas cosas, pero no un mentiroso -la reprendió Ragnarr-. Estoy aquí para salvarte, no para matarte.

-¿Para salv...?

Pero sus palabras quedaron ahogadas por un beso inesperado. Ragnarr atrajo su cuerpo y sin previo aviso fundió su boca a la de Shezza. Ella quiso apartar la cara, pero el guerrero la tenía atrapada por el cabello y no pudo mover la cabeza. No solo eso, Ragnarr cubrió su rostro con la otra mano y se aseguró de que no pudiera evitar que sus labios humedecieraon los suyos. Intentó protestar, pero abrir la boca no fue buena idea, porque le ofreció la oportunidad de besarla de una manera muy intensa y muy profunda. Nunca la habían besado así. En realidad, nunca antes la habían besado y el cosquilleo de la lengua masculina en el interior de su boca le provocó un hormigueo en el estómago. El hombre deslizó la boca por el cuello húmedo de la muchacha y ella dejó escapar un gemido, asombrada por las sensaciones que eso provocaba en su cuerpo.

De pronto escuchó un zumbido y acabó sumergida bajo el agua. Ragnarr se apartó y en ese instante Shezza añoró el contacto de sus labios. Nuevos zumbidos atravesaron el aire y el agua y varias flechas se hundieron en el agua rozándoles sin llegar a alcanzarles. El guerrero la rodeó con los dos brazos y la protegió con su cuerpo mientras las flechas volaban hacia ellos. No eran demasiadas, cada tiempo de recarga enviaba cuatro virotes nuevos que siempre fallaban pues Ragnarr era más rápido de lo que su musculosa envergadura aparentaba. Con Shezza en brazos alcanzaron la espesura del bosque y se refugiaron entre los troncos. En cuanto la muchacha puso los pies en el suelo Ragnarr regresó a la orilla del río para recuperar su hacha y en el momento en que su mano rozaba la empuñadura, una figura encapuchada con los colores de Noxus se abalanzó sobre él con un puñal en la mano que hundió en el costado del guerrero. Shezza se cubrió la boca con las dos manos para no gritar y advertir su presencia y el dolor de Ragnarr lo sintió como suyo propio. Estuvo a punto de desmayarse por la impresión vio la sangre brotanr de la herida, tan profunda como el largo del puñal. Pero Ragnarr ni siquiera cambió la cara, no hizo ningún gesto de dolor, simplemente se giró hacia el asesino y lo golpeó con el cráneo tan fuerte que lo dejó completamente inconsciente. En lugar de sacar el puñal, lo dejó clavado en su carne mientras agarraba el hacha y se giraba para hacer frente a los dos arqueros que apuntaron con sus ballestas al pecho de Ragnarr. Los virotes chocaron contra el filo del hacha y mientras los dos asesinos intentaban recargar las armas, el filo del hacha voló sobre la cabeza de uno de ellos y Shezza tuvo que cubrirse los ojos para no verlo. El sonido del golpe fue terrible, el del metal contra la carne blanda y el duro hueso fracturándose se le clavó en la cabeza y sintió deseos de vómitar. En ese momento sintió un tirón en el pelo y chilló aterrorizada cuando un cuchillo empuñado por un desconocido descendía sobre su pecho. El arma no llegó a su destino porque una enorme hacha pasó por encima de ella y se hundió en el cuerpo del enemigo lanzándolo varios metros lejos de ella. La sangre salpicó por todas partes, su cara y la ropa y una enorme mancha roja empezó a formarse bajo el cadáver el asesino, que parecía un muñeco de trapo con el hacha de Ragnarr clavada en el pecho. Shezza miró hacia Ragnarr, que en ese momento extraía el puñal de su costado mientras se ataba un trozo de tela alrededor de la cintura para cortar la hemorragia. A sus pies, desmenuzados sin piedad, había lo que escasos segundos antes eran dos hombres. Ragnarr se aproximó hacia Shezza, pasó de largo y recuperó su hacha con un fuerte tirón. Luego regresó a su lado, la cogió por un brazo y la obligó a caminar hacia el cadáver del hombre que había estado a punto de matarla. Ragnarr le quitó la capucha y la máscara para descubrirle el rostro. Era rubio, con los ojos claros y tenía una marca bajo la mejilla, la marca que a todo condenado a muerte se le asignaba en su país.

Shezza se vino abajo, sus piernas no pudieron sostenerla y se derrumbó a los pies de Ragnarr. El guerrero le había dicho la verdad, aquellos hombres eran de su país y fingían ser unos asesinos noxianos. ¿Por qué ella? La respuesta fue inmediata. Su familia era una de las más importantes de la nación, cercana a la familia real. Se había costeado su educación en las escuelas privadas más prestigiosas para formarla como buena diplomática y pronto alcanzaría el rango que necesitaba para acceder a los puestos más importantes dentro del Estado. Su muerte en territorio enemigo provocaría un conflicto internacional, su familia buscaría venganza y presionaría para romper el acuerdo de paz. ¿A quién se le había ocurrido semejante plan? ¿Quién había decidido que ella tenía que morir por su país?

Con lágrimas en los ojos, Shezza comprendió lo que tenía que hacer. Cogió el puñal del caído. No fue lo bastante rápida, Ragnarr la cogió por la muñeca y apretó hasta que se le aflojaron los dedos y el arma se le cayó.

-¿Se puede saber qué haces?

-Llevar a cabo el plan... - contestó Shezza con un nudo en la garganta-. Todos me quieren muerta, así que moriré.

-Matarte no traerá la paz sino un nuevo conflicto.

-Si es lo que mi país quiere, no soy quién para impedirlo... -sollozó.

-Es lo más estúpido que te he oído decir hasta ahora -increpó el guerrero-. ¿Prefieres morir para que haya una nueva guerra? ¿Quieres que nuestros ejércitos invadan tus tierras y destruyan los hogares de gente inocente? Porque eso es lo que pasará si mueres hoy, aquí y ahora... 

-No, no quiero que eso suceda -gimió Shezza angustiada-. Iban a matarme... los míos iban a matarme.. -murmuró incrédula.

Ragnarr observó como la entereza de la muchacha se resquebrabaja en cuestión de segundos. Había soportado el cara a cara con Sigurd, había escapado de sus asesinos adentrándose en el bosque y había sobrevivido a la corriente del Paso del Río del Dragrón. Había estado a punto de morir y había decidido clavarse ella misma un cuchillo en el pecho como muestra de lealtad hacia un país que la había traicionado. Y por la forma en que evitaba mancharse los pies con el charco de sangre que se iba haciendo cada vez más grande, Ragnarr empezaba a sospechar que Shezza no había visto jamás la muerte ni la sangre tan de cerca. Puso una mano sobre su hombro para infundirle ánimos y le acarició la mejilla con el pulgar. Por primera vez en su vida, el sanguinario Ragnarr secompadeció de alguien, en concreto de aquella muchacha a la que había besado y a la que deseaba besar otra vez. Verla en la sala de guerra de Sigurd, tan joven, tan hermosa y tan pura había provocado envidia y anhelos que había enterrado mucho tiempo atrás. 

-No pienses más en eso-le pidió.

Ella levantó la cabeza, pero sus ojos estaban vacios y su mente en otra parte. Descubrir que su propia familia la quería muerta por el bien nacional la había destrozado. Las personas en las que ella confiaba la habían destruído. Los noxianos podían ser famosos por sus crueldades, pero jamás traicionaban a su propia gente de esta forma. En ese momento, Hunin aterrizó sobre el cadáver del asesino y comenzó a picotear la parte blanda del rostro. Ragnarr puso los ojos en blanco al contemplar el poco tacto de Sigurd y cogió a Shezza en brazos. Ella no solo no se resistió, sino que se acurrucó sobre su pecho y lloró en silencio durante todo el camino de regreso.


3 intimidades:

  1. Me parece excelente!!! sigue por que me quede enganchada.

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  2. No he leído muchos relatos de fantasía tuyos, pero los pocos que encuentro son brutales. La historia está muy trabajada, y me ha fascinado. Sin duda este e Inside Co son mis favoritos del blog :)

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    1. Si te gusta la fantasía, te invito a leer Bella Durmiente :)

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