Su piel volvía a lucir limpia, pulida, suave; sin marcas. Pese a que parecía haber recibido un aplicado y duro castigo unos días atrás, no pudo menos que sorprenderse aquella mañana al no encontrar ni rastro de las cicatrices que antes lucía rojas como luces de neón. Se había mirado al espejo todos los días y todos los días imaginaba un futuro angustioso con la piel llena de marcas, obligada a ponerse vestidos cerrados hasta el cuello o a sufrir escalofríos cada vez que posaba sus delicadas nalgas sobre un asiento -aunque en realidad esto último era debido a otras cosas. Pero no, no había ni rastro, como si nunca la hubiesen golpeado con una vara de cuero. Esos recuerdos a veces le causaban ardor en las mejillas y se pillaba a si misma mordisqueándose el labio, recibiendo entonces una mirada profunda de su esposo cuando la descubría; el calor se extendía entonces hasta las puntas de los dedos de los pies.
No se mintió a si misma, ahora estaba asustada: su delicada piel iba a lucir roja de nuevo. Estaba avisada, desde el día que volvió a casa y sufrió las consecuencias de sus actos, lord Kirbridge le había prometido hacerla suya de una forma definitiva imponiendo sus propias marcas sobre las de lord Crawford. Lo que venía a significar que la ataría y la azotaría, mitad castigo por una infidelidad planeada por dos mentes retorcidas, mitad escarmiento por haberse dejado seducir por lord Crawford y caído en la trampa de lord Kirbridge. Era una locura. Una mujer, una señorita de su condición, de su clase social, no podía sentirse como se sentía ella ahora. Criada y educada por una familia bien, había aprendido cuales eran las labores de una esposa: lo que estaba bien, lo que estaba mal, lo que debía sentir y lo que bajo ninguna circunstancia podía desear. Y ahora se pasaba los días deseando, sintiendo, haciendo cosas malas... y por las noches acababa envuelta en acaloradas sábanas y cubierta por su propia transpiración que hacía brillar su piel. Entonces, lord Kirbridge le pedía que permaneciese desnuda y a la vista hasta que el sueño los vencía a los dos. Habitualmente, ella era la que primero caía rendida y al despertar, él la había arropado amorosamente.
Aquella noche era una como otra cualquiera, pero para ella era distintina. Por la mañana había visto frente al espejo de la habitación que ya no lucía esas rojeces tan caracteristicas que la habían acompañado durante una semana y lord Kirbridge le había dedicado una sonrisa perversa desde la puerta del baño. Le había preparado un delicioso baño matutino, ardiente, vaporoso y con aroma a rosas. Después, había hecho algo que a ella la había avergonzado más que lo hecho con anterioridad: acicalar su delicado sexo hasta dejarlo de su gusto. No había hecho nada más, tan solo deslizar suavemente el filo de la navaja sobre sus zonas más delicadas. La impresión, contener la respiración y gemir asustadizamente habían enterrado la vergüenza los minutos que duró aquella extraña operación. Luego, cada roce de sus propios muslos la llenaba de rubor, para regocijo de lord Kirbridge, que reía estudiando sus reacciones desde lejos. Y es que ese fue el único momento del día en que la tocó, para adecentar sus zonas íntimas, dejándolas tan suaves como el resto de su cuerpo. Valeria supo de inmediato que su marido estaba planeando algo y sus sospechas se confirmaron tras la cena, cuando despachó al último miembro servicio mandándolo a las estancias inferiores y expresando abiertamente que deseaban privacidad. Lady Kirbridge prefería no pensar qué sabía el mayordomo o los lacayos de sus andanzas nocturnas, aunque su esposo le había asegurado que eran discretos y silenciosos.
Nerviosa, se limpió la comisura de los labios con la servilleta y la dejó sobre la mesa.
- ¿Sabes -murmuró ella-, que los matrimonios de nuestra clase duermen en habitaciones separadas? Es de mala educación que un hombre y una mujer compartan la misma cama.
Él se rió, con esa risa suya tan grave, como el punteo de un contrabajo. Se limpió los labios y depositó, igualmente, la servilleta sobre la mesa.
- Tengo constancia de ello. ¿Quieres que duerma en otra cama por las noches?
- No -respondió lady Kirbridge con presteza. Luego se dio cuenta que había caído en su propia trampa. Fingiendo estar distraida, colocó las manos sobre su regazo y las frotó, tratando de aliviar la ansiedad-. Claro que no.
- Somos nobles, personas privilegiadas, aunque existan ciertas normas de protocolo social de cara al público nada nos impide hacer lo que nos venga en gana en nuestra propia casa. No considero que dormir separados sea una norma de educación básica. Además, no puedo dejarte sola por las noches... no cuando necesito meterme dentro de ti para poder conciliar el sueño con tranquilidad -su sonrisa traviesa fue acompañada por una mirada penetrante que provocó un vuelco en el estómago de lady Kirbridge. - Me encanta cuando se te sonrojan las mejillas -comentó el hombre sin dejar de mirarla intensamente desde el otro lado de la mesa. - Es un signo inequívoco de que empiezas a humedecerte.
- Conrad... -jadeó lady Kirbridge, completamente colorada. Hablar de esas cosas la avergonzaba mucho; en el fondo le encantaba escuchar esas afirmaciones, pero eso no dejaba de lado el hecho que sentirse tan vulnerable la ponía nerviosa. Lord Kirbridge podía leer en ella como un libro abierto, ¿cómo era capaz de saber lo que sentía a cada momento?
- Yo llevo toda la noche sin poder apartar la mirada de tus labios. El postre ha sido un suplicio para mi, ver como te metías una fresa en la boca ha estado a punto de hacerme perder la compostura...
Ella no pudo responder a eso; más allá de tragar el nudo de la garganta y removerse en el asiento, no fue capaz de replicar aquella afirmación tan sincera. De repente, lord Kirbridge se puso en pie y el enorme salón empequeñeció con su presencia. Ella vaciló, no sabía si debía levantarse o quedarse sentada, pero una mirada del hombre bastó para quedarse inmovilizada sobre la silla. Ajustándose los botones de la chaqueta de su brillante traje de corte italiano, lord Kirbridge se acercó lentamente hasta ella. Lady Kirbridge se esforzó mucho por no bajar la mirada, curiosa, para comprobar si realmente el postre había sido un suplicio para él. Una vez estuvo a su lado, el hombre se inclinó sobre su rostro; con una mano cubrió su mejilla y con la otra acarició su labio inferior. Ella abrió la boca para Él y lord Kirbridge se sumergió en ella profundamente sin dejarle espacio para respirar. Solo cuando ella protestó e inhaló por la nariz, el hombre le permitió un poco de espacio.
- Sabes a fresas -susurró con la voz ronca a poca distancia de su boca, pasándose la lengua por los labios.
- Y tú a chocolate -respondió ella con un gemido agudo y el corazón latiéndole fuerte contra el pecho. Sin decir nada, sin separarse apenas de sus labios y sosteniendole el rostro entre sus grandes manos, la obligó a ponerse en pie. La silla se arrastró hacia atrás cuando ella obedeció en silencio.
- Levanta tu vestido y permíteme contemplar de nuevo lo que hemos hecho esta mañana con tu dulce sexo.
Ella profirió un jadeo que él pudo beber de tan cerca que estaba. Despacio, tratando de que no le temblaran demasiado las manos, lady Kibridge aferró los volantes del vestido de raso y lo alzó por encima de las caderas. El frío impactó contra sus labios húmedos, desnudos y depilados y le provocó un escalofrío. Él se rió, haciendo que un cosquilleo le bajara por el vientre hasta explotar en su entrepierna. El hombre no apartó la mirada de sus ojos, no desvió la vista para observar su inmaculado monte de Venus; alargó la mano hacia el pequeño cuenco donde todavía quedaban unas pocas fresas del postre y cogió una al azar. Ella se tensó de repente, el aroma a fresas inundó su fosas nasales y el tacto suave pero rugoso de la fresa acariciando su pubis le provocó fiebre. Lord Kirbridge no se recreó demasiado en acariciarla, deslizó la punta de la fresa hacia la entrada de su sexo y la removió despacio, bañándola con sus sales íntimas. Ella quiso morir de vergüenza cuando lord Kirbridge, con una sonrisa despiadada, le mostró la fresa brillante por su humedad y la devoró con delicia.
El secreto de los Relish (Black Victorian 2) de Violeta Otín
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Sinopsis:
*Un soldado aquejado de amnesia.*
*Una carta de amor que nunca llegó a su destino.*
*Una muerte inexplicable.*
*El capitán Ewart Molloy perd...
Hace 1 semana
Se me ha congelado el alma.
ResponderEliminarUna delicia como esa fresa.
Genial Paty y gracias, gracias por seguir con esta historia. Un besazo.
Uffff como nos dejas así?? Ains este hombre puede conmigo, me encanta!!!
ResponderEliminarEstoy deseando leer la continuación!
Como siempre genial!!
Un besazo =)
Estudié once años en colegio de monjas y sólo mujeres. Seis años en universidad de monjas... y sólo mujeres. Mis padres se encargaron de una educación... conservadora... bastante. Pero... VIVO haciendo cosas MUUUUUUUUUUUUUUUUY MALAS XDDDDDDDD!!!
ResponderEliminarY espero poder seguir haciéndolas por muuuuuuuuchos años más.
Nuevamente y aunque suene repetitivo. un placer leerte, Paty.
(Por cierto, escogí el Bloque III)
Apachurre!!!!!!!
(Ahora.. sigamos con el vestido...)
Me encanta como pinta la continuación de esta historia. La escena de la fresa es muy perturbadora y exquisita. Y la forma en que la mira lord Kirbridge... es increíble. Muchos besos
ResponderEliminaraiss la fresa del amor...excelente, palpitante..inquietante..
ResponderEliminarMás!!
Saludos :)
Hola guapa!, vengo por un par de razones:
ResponderEliminarUna: Para saludarte y desearte un lindo día.
Y dos: Para informarte que el Sábado 25 fue el primer aniversario del club al que perteneces y que para celebrarlo he organizado un concurso/sorteo:
http://elclubdelasescritoras.blogspot.com/2012/02/hoy-es-el-primer-aniversario-del-club-y.html
Espero que te animes a participar.
Saludos y hasta otra!, muak!
Pd: A ver si luego encuentro un ratito y te leo >.<
Mmmmhhhh, esto me recuerda, aquel relato de fresas y chocolate que hiciste, un trio acabo esa aventura.
ResponderEliminar¿Me pregunto, si en cualquier momento, entra por la puerta el señor crawford solo vestido con un sombrero de cocinero y un delantal de "Besa a lo frances al cocinero", portando un bol de chocolate caliente?
Lo dudo, pero aun asi, espero que la señorita Kirbridge se bañe en dulce chocolate, y disfrute de la emocion un varon devorando su mas intimos rincones. Pero creo que es algo que ya conoce.
Buen relato, sigue asi.
Hola querida!, al fin pude leerte y deleitarme con tus letras.
ResponderEliminarSobre decir que este capítulo ha estado espectacular, muy caliente y dulce... ¿Te he dicho alguna vez que me encanta el chocolate y las fresas? >.<
Pero he de regañarte en una cosilla... ¿cómo te atreves dejar el capí en lo mejor?, ¡tú kieres k me de algo!, jejeje. Espero k pronto continues esta historia x k me encanta!.
Bueno bella, un besito y hasta la próxima!, muak!
De nada, princesa, para esto estoy, para seguir esta historia y practicar mi escritura ;)
ResponderEliminarAleera, sabes que tengo que dejar las historias a medio para engancharos más y más :P
Sweet, que sigas haciendo cosas malas, pues lady Kirbridge seguirá haciéndolas ;)
Muy buenas, querida hada, creí oportuno empezar a añadir nuevos sentidos al texto ^_^
Hola Dulce, ya vi lo del concurso, he estado muy liada, a ver si me pongo con ellos :D
Hola Pirox, me alegra que sigas pasándote por aquí, a pesar de mi absoluta nulidad para atender mis partidas como merece. La imagen de lord Crawford desnudo con el gorro de chef me ha gustado xDD Sobre la serie Almendra y Chocolate, espero retomarla algún día, pringar a estos dos de chocolate ahora mismo sería añadir leña al fuego: ¡no estáis preparados para algo así! xDD
Un saludo a todos ^_^
Me gusta!! jaja, un beso
ResponderEliminarHola, me acabo de topar con este blog y comencé a leer esta novela pero me encuentro con que desde Renacimiento IV hasta renacimiento VII no me aparecen, sabes que pasa?
ResponderEliminarHola Medara, gracias por tu interés y por alertarme sobre esto :) El paso de Renacimiento III a IV se hizo de un año a otro (de diciembre a enero) y la fecha del post no era la correcta. Ya he corregido los enlaces, en principio ya deberías verlo, lamento el problema ^^
EliminarGracias por leer!
Gracias :D ya pude leerlos y bueno estoy fascinada.
EliminarComer fresas ya no volverá a ser lo mismo... Estoy...no se como estoy!!!. Lo bueno de estar leyendolo ahora es que no tengo que esperar... Vamos a por el siguiente. Un abrazo
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