Sí amigas y amigos, parece que he vuelto a ser elegida para hacer la continuación de este reto en el que hace poco tuve ocasión de participar. Debo dar las gracias a princesa{Celta} por haber pensado en mí y por la confianza depositada. Espero estar a la altura y cumplir con mi cometido ^_^
Os recuerdo de qué iba la cosa:
- Los protagonistas son Eva y Pablo y están en una cafetería.
- Cinco blogs se encargarán de escribir el 1º capítulo. Cada uno de esos cinco elegirá dos blogs para que escriban su versión del 2º capítulo. A su vez cada uno de los dos blogs, elegirá a otros dos para escribir el 3º, y así sucesivamente hasta tener un total de cinco capítulos.
1º Primera parte de esta historia
2º Segunda parte de esta historia
Y casualmente me toca escribir otra vez el 3º capítulo.
Para la continuación, me dejáis a cuadros porque no conozco a nadie que no haya participado ya... Así que voy a atacar señalando a:
- Dulce Cautiva, que sé que tenías ganitas de repetir experiencia ;)
- Natalia, que me lo pidió, ¡suerte! :)
Eva al desnudo
El hotel tenía unas puertas de cristal y parecía muy moderno. Aunque tenía la típica decoración blanca, no tenía el aspecto aséptico y lujoso de un gran hotel. De hecho era un modesto tres estrellas con una fachada modernista muy elegante. El suelo estaba moquetado en rojo. Ni siquiera sabía qué estaba haciendo allí a las diez menos diez de la mañana, vestida con una blusa blanca, una falda negra con volantes y unas botas de cuero con tacón y sin nada de ropa interior cómo Pablo había exigido. Aquello hizo que se estremeciera. Se sentía vulnerable. Mientras caminaba desde la puerta hasta la recepción, a su derecha quedaban las mesas de una cafetería dónde algunos clientes tomaban sus cafés y leían sus periódicos. Sentía sus miradas en la nuca, en sus piernas, bajo su falda. Era como si ellos supieran que no llevaba nada bajo la falda. Con un gesto nervioso, se bajó un poco la falda y se detuvo ante el mostrador de recepción. Una chica tecleaba en el ordenador de pantalla plana. Tras ella había una estantería llena de cajones numerados.
- Ehm... buenos días, por favor, ¿la habitación 69? - carraspeó incómoda. El nombre de la habitación no podía haber sido más evidente. La chica levantó la mirada de la pantalla y sonrió cordialmente a Eva.
- Por allí, sexto piso, primer pasillo a la derecha...
- Hum... gracias...
- A mandar.
Eva miró una vez más a la recepcionista, que volvió a enfrascarse en su tarea como si nada. Como si fuese todo muy normal. En cierto modo lo era, ¿no? Miró la puerta, a la izquierda de recepción, frente a las mesas de la cafetería. Un hombre que leía el periódico bajó las hojas justo cuando ella se destuvo a esperar y miraba distraida. Sus ojos se encontraron. Eva se quedó paralizada durante unos segundos sientiendo un escalofrío subirle desde la base de la columna hasta la nuca. ¿Por qué coño se metía en este tipo de líos? Osea, ya tenía bastante con su vida y su poco éxito con los hombres como para andarse con gilipolleces de este tipo. Estaba bien echar un polvo de vez en cuando con Marcelo, pero poner en riesgo su cordura y su dignidad la afectaban. ¿Qué estaba haciendo allí, entonces, si lo tenía tan claro? Ese era el problema, que no lo tenía nada claro. El hombre siguió mirándola, curioso. Eva se sintió completamente desnuda y apartó la mirada con pudor mientras se mordía los labios y esperaba el ascensor. Cuando las puertas se abrieron, se lanzó dentro y apretó con excesiva insistencia el botón del sexto piso. Hasta que las puertas no se cerraron, el ligero temblor de sus piernas no desapareció.
Llegó al piso en cuestión y el pasillo se descubrió delante de ella como un túnel oscuro y angosto que se adentraba en la madriguera de un dragón. Dejó a un lado los símiles infantiles y avanzó con decisión, con el taconeo amortiguado de la moqueta. A mitad de pasillo había una pareja sentada en unos sillones de cuero blanco. Miró al hombre, cuya expresión severa daba la impresión de estar vigilando todo el entorno. A su lado había una mujer con los labios carmesí, el abrigo puesto, las piernas cruzadas y las manos sospechosamente juntas detrás de la espalda. Alrededor de su cuello tenía un collar de cuero, la falda ligeramente subida dejaba a la vista el bordado de sus ligueros. Sobre sus cabezas, colgado en la pared, había un cartel de una película de Almodóvar, con las letras en grande, el fondo lleno de colores impactantes y dos brazos atados alrededor del título de la película: Átame.
Emitió un suspiro consternado y el hombre sentado bajo el cartel la miró. Ella hizo otro esfuerzo sobrehumano por no dar la vuelta y salir corriendo de allí. Miró al frente ignorando la presencia de ámbos, pero sintió sus ojos clavados en el trasero mientras pasaba delante de ellos para llegar hasta la habitación. Eva estaba convencida de que sabía que no llevaba ropa interior. Casualmente, la puerta estaba al lado del sillón dónde estaba el hombre, por lo que no tuvo más remedio que llamar para evitar seguir siendo víctima de un intenso escrutinio.
Los segundos que transcurrieron mientras la puerta de la habitación se abría, fueron un suplicio para ella. El corazón le latía con tanta fuerza que le iba a romper alguna costilla, las manos le sudaban y la respiración era incontrolada. Tenía un nudo en el vientre y un hormigueo en los riñones casi doloroso. Al fin, la puerta se abrió y apareció la última persona a la que quería ver en ese momento.
- Buenos días, Eva.
- Buenos días, Pablo - respondió, con la voz un tanto aguda que corrigió para evitar que alguien notase su histerismo. Pablo la observó de arriba a abajo, como evaluandola. Eva sentía el lado derecho del cuerpo caliente por la mirada del hombre del sillón. Pasaron unos segundos en los que Pablo no dijo nada. A ella se le aceleró más el puslo.
- Pasa.
Él se apartó de la entrada y le dio acceso al interior. Ese era el momento, supo Eva. Aquel era el instante dónde se decidía todo. Podía entrar y descubrir porqué no había dejado de pensar en lo de ayer; o podía marcharse y seguir como si nada hubiese ocurrido. En cuanto dio un vacilante paso al frente, Pablo alargó la mano y la metió dentro de la habitación de un tirón. Cerró y empujó a Eva de bruces contra la puerta. Tuvo que poner las manos delante para no golpearse la cara, Pablo se puso tras ella y se apretó a su cuerpo.
- ¿P-pero qué haces? - tartamudeó pillada por sorpresa. Pudo notar en su trasero la hombría de Pablo haciendo presión dentro de sus pantalones y tragó saliva.
- Una comprobación rutinaria - respondió metiendo la mano bajo la falda. Indefensa, Eva reprimió un gemido cuando los dedos de Pablo fueron directos al interior de sus muslos y tanteó con curiosidad. Ella empezó a jadear al instante y apretó los labios cuando un dedo se metió entre sus pétalos, apretando un botón que la hizo ponerse rígida al instante. Escuchó la risa caliente de Pablo en la oreja, el cosquilleo de su respiración en el cuello. - No llevas bragas y estás mojada. Ni siquiera he empezado a tocarte y pareces a punto de correrte. Eso solo significa que tenías unas ganas tremendas de verme, que lo de ayer no te pareció suficiente, ¿no es así?
Ella respiró hondo un par de veces. Se sentía bloqueada, incapaz de responder. Pablo presionó con su dedo la tierna cavidad de Eva y a ella se le escapó un lamento.
- Quiero que me contestes, zorra. ¿Tenías ganas de verme?
- No... yo sólo...
- Lo entiendo, lo entiendo - susurró moviendo la mano con fruición, mientras sus otros dedos se colaban bajo la blusa para acariciar uno de sus hinchados pechos. - Te gusta negar lo evidente para sentirte más excitada...
- ¡No, no es eso! - gritó. Luego se mordió la lengua. - Hay una pareja en el pasillo, nos van a oir...
- ¿Quieres que te oigan? Porque puedo hacerte gritar de mil maneras diferentes, a cada cual más escandalosa - su dedo invadió el interior de Eva, arrancándole un ahogado lamento. Ella clavó las uñas en la puerta y apoyó la frente en la madera.
- No, no quiero - gimió.
Pablo la arrastró al interior de la habitación separándola de la puerta y la lanzó contra la cama. Eva cayó de espaldas rebotando en el colchón y cuando intentó incorporarse, Pablo estaba de pie frente a ella en el borde de la cama. Ella le miró, entre asustada, indignada y excitada; él la miró a ella desafiante, arrogante y con una sonrisa confianda en el rostro. Eva se estremeció de pies a cabeza.
- Levantate la falda. Quiero ver lo que tu novio vio anoche... - demandó.
- No hice lo que me dijiste... - mintió con los labios apretados.
- Lo hiciste. Dejaste que él te diera placer y saboreara tus mieles. De lo contrario no estarías aquí, excitada como una perra en celo y tan húmeda que tienes los muslos resbaladizos. Practicamente estás goteando hasta las rodillas. Levantante la falda y abre bien las piernas, quiero ver cómo de roja tienes la entrepierna... - mientras hablaba, desabrochó la hebilla del cinturón, sin dejar de mirarla. Eva se tumbó, temblando de excitación, sintiendose humillada y vencida. Con manos temblorosas, se levantó la falda hasta dejar su sexo al descubierto. Escuchó el zumbido del cinturón deslizarse por las trabillas y tragó saliva.
- ¿Qué haces? - se atrevió a preguntar.
- Nada que deba preocuparte... - gruñó Pablo y descargó un cinturonazo contra su pubis. Eva se levantó como un resorte sintiendo un calor abrasador estallar entre sus piernas.
- ¿Pero qué haces pedazo de cabrón? - le gritó.
Él la empujó otra vez contra la cama y se puso entre sus rodillas, apretando la bragueta contra la húmeda abertura y aplastándola bajo su peso. Cerró la mano alrededor del cuello de Eva y su boca cubrió la de ella en un beso duro y lleno de rabia, mordiendole la legua y los labios melosos. Eva sintió cómo el hormigueo en su pubis no desaparecía, sino que se intensificaba subiendo hasta su vientre y su humedad empapaba la gruesa tela del vaquero. Eva se aferró a sus brazos y le clavó las uñas, tenía los bíceps tan duros que era imposible hacerle nada y se removió intentando quitárselo de encima. El pulgar de Pablo apretó la garganta de Eva y ella hiperventiló hasta que el exceso de oxigeno aturdió sus sentidos. Sentía a Pablo frotarse a ella con furia controlada y su respiración agitada le golpeaba en la oreja. Su peso la asfixiaba tanto como su mano alrededor del cuello.
- ¿Cómo tienes que llamarme, puta? ¿Acaso no quedó claro ayer? ¿Quieres que te lo recuerde? - le dio un cintarazo en el muslo, enviando otra oleada de calor que estalló entre sus piernas. Ella gimió agudamente.
- No, señor, no - gritó para que él lo escuchase bien, esperando que así la soltara.
La liberó a medias. Pablo se alzó sobre ella, poniéndose de rodillas entre sus piernas, dejando un palmo de distancia entre sus cuerpos. Eva gimió, no podía cerrar las piernas y él todavía la tenía agarrada del cuello. Dejó de forcejear.
- Buena chica - resopló él, mirándola intensamente. - Sueltame los brazos - exigió. Eva aflojó las manos con los dedos doloridos. - Ahora, puta, quiero que te acaricies para mi, sin prisas. Quiero ver como gozas, como te corres y luego, si me satisface lo que veo, suavizaré el castigo tengo preparado - mientras hablaba, le soltó el cuello, deslizando la mano por su pecho. De un tirón rompió la blusa, haciendo saltar los botones por los aires y acarició sus pechos erizados con firmeza. Eva tragó saliva respirando con más violencia, haciendo que su pecho subiera y bajara al compás de sus jadeos. Pablo la miraba con deseo contenido, con lujuria posesiva. En la derecha todavía tenía el cinturón cuando bajó de la cama y se quedó frente a ella, resoplando por la nariz con la mandíbula tensa. - No me hagas tener que repetirlo - amenazó enrrollando el cinturón en la mano para hacerlo más corto.
Eva no pudo evitar fijarse en la dolorosa excitación de Pablo, contenida a duras penas dentro del vaquero. Se mordió el labio inferior, tiñendolo de un rojo más intenso y se relajó sobre la cama. Dejó las piernas abiertas para que él la viera. En cierto modo, eso le gustaba, que la mirase; al mismo tiempo, todo lo que estaba pasando le daba miedo, pero no dejaba de pensar en el dolor de su entrepierna, que cada vez ansiaba alivio con más intensidad. Despacio, deslizó las manos por sus pechos y empezó a acariciarlos, apretando sus cimas para ponerlas más rojas. Estaban tan doloridas que cada apretón era un latigazo de placer que la obligaba a retorcerse. Él había dicho sin prisa, pero ella era una impaciente, así que abandonó la mano derecha a su libre albedrío y se tocó la entrepierna. Se sorprendió de su propia humedad. Miró a Pablo, quién no perdía detalle de cada movimiento de su cuerpo. No miraba su sexo empapado, la miraba a ella y eso lo hacía todo más profundo, más intenso. Se sintió enardecida por aquellos ojos escrutadores y penetrantes y sus dedos se perdieron entre los pétalos de su sexo. Su mano quedó empapada al instante y empezó a retozar sobre la cama buscando una forma de llegar al orgasmo. Pero este no llegaba, amenazaba con tomarse su tiempo en aparecer y eso la frustró. Recibió un cintarazo contra la mano que movía y gimió.
- No cierres las piernas. Usa las dos manos - exigió Pablo. Eva metió ambas manos entre los muslos y separó las rodillas todo lo que pudo. Puso los pies sobre la cama, dificil maniobra debido a los tacones de las rígidas botas de cuero y levantó la cadera para que sus dedos tuviese acceso. Había perdido la noción de la realidad y no se daba cuenta de los ahogados suspiros que surgían de sus labios. Pablo seguía mirándola a ella, no a su sexo brillante y sonrojado y eso le provocaba más excitación. Pero no conseguía dejarse llevar, faltaba algo, el placer se incrementaba cada vez más y no podía soportarlo, quería parar, pero también quería seguir. - Oh, sí, zorra, estás deliciosamente húmeda. Date la vuelta y ponte de rodillas... Sí, ahora, no dejes de tocarte, ¡venga! Quiero ver cómo te corres...
Eva se tragó un lamento y giró sobre la cama, sin sacar las manos de entre los muslos. Si antes estaba expuesta, ahora lo estaba más. Se forzó por encogerse lo suficiente para acariciar su sexo resbaladizo, sintiendo como su humedad se deslizaba por sus muñecas. Sufrió una convulsión cuando Pablo puso la mano caliente en una de sus nalgas y aceleró sus caricias, deseosa de llegar al final. Sin previo aviso, Pablo descargó un manotazo contra su trasero y un calor abrasador inundó su bajo vientre. Gritó con una mezcla de sorpresa, placer, frustración, vergüenza y dolor a partes iguales, pero eso no detuvo sus caricias profundas. Notaba su interior ardiente y prieto, y se tocaba allí dónde sabía que todo era más intenso. Pablo volvió a golpearla, en el otro lado y ella gritó otra vez. Hundió la cara en el colchón y lo mordió con rabia, quería llegar ya al orgasmo, quería terminar, le dolían los brazos; pero no podía parar. Otro azote contra su trasero, otro más, tan fuertes que la desequilibraban. Oh, sí, deseaba más cómo aquello.
Con un preciso golpe a su nalga, Eva estalló. Se encogió de placer sintiendo en su mano las violentas contracciones de su cavidad y jadeó desacompasadamente sin dejar de temblar. Pablo actuó con rapidez invadiendo su sexo con la mano y trasladó todas las mieles que brotaban de él hacia arriba, entre sus nalgas, para meter un dedo en su estrecha cavidad. Eva gimió mareada ante la invasión, pero no tenía voluntad para negarse y todavía en éxtasis, chilló cuando Pablo penetró su trasero. Sintió las gotas de sudor bajarle por la espalda cuando retiró los restos de la blusa para tener su espalda a la vista. Alargó la mano para rodearle la cintura y aferrar uno de sus pechos con fuerza, sin dejar de empujar contra ella. La aplastó contra la cama, brazos de Eva quedaron debajo de ambos cuerpos y las manos entre las piernas. Con los dientes apretados, Eva no tenía voz para seguir gritando. Sentía el cuerpo de Pablo sobre ella, sudoroso, caliente y poderoso, cubriéndola de todas las maneras posibles. Se ahogaba, pero no le importaba, porque lo único que quería en ese momento era sentirle clavado, atravesándola, partiéndola, haciéndola sangrar de placer si era necesario.
- Oh, puta, tienes un culo maravilloso - gruñó Pablo. Ella apretó el trasero contra él para sentirle más dentro, para fundirse más a su cuerpo, para ser penetrada con más ferocidad; para ser utilizada cómo Él deseara. Pablo gimió y mordió sus hombros, imprimiendo su marca en ella, jadeando contra su nuca, clavándole los dedos en las caderas, estrujando dolorosamente su pecho bajo los dos cuerpos. - Oh, sí, sí... Oh, Eva... - apenas dos embestidas más y Eva volvió a sucumbir al placer. Sintió al hombre estallar dentro de ella, derramando la ardiente semilla en su cavidad y sus convulsiones se prolongaron durante unos instantes tan largos que parecieron horas hasta que él se derrumbó encima de ella.
En la habitación sus jadeos era lo único que se escuchaba. Pablo no tardó en levantarse y salir de ella, dejando un rastro de calor tras su marcha. Eva gimió y se quedó dónde estaba, desmadejada sobre la cama revuelta, con una repentina punzada de miedo en el corazón.
- Levantate y quitate toda la ropa... - ordenó Él con la voz ronca. - Tengo que... hum, castigarte...
Eva se movió costosamente y se giró hacia él con el rostro encendido de alegría. Sintió cómo su líquido caliente le resbalaba entre las nalgas y los muslos y se estremeció de deseo.
- Sí, Señor...
Un océano de niebla de Elizabeth Bowman - Narrado por Arancha Del Toro
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Sinopsis:
El mundo se ha terminado para Gillian ahora que él la ha abandonado. Es
cierto que una niña ha nacido de los dos. Pese a eso, ella no puede co...
Hace 1 día
He tirado la casa por la ventana, no estaba para nada inspirada hoy >.<
ResponderEliminar¡OMG!, ¿al final me has nominado?, yo a ti te matooooooo!!!. Ya me había hecho a la idea de que no participaría por segunda vez en este juego... k sorpresa me he dado!, y encima me has dejado el listón muy alto. Ahora digo yo... ¿k castigo tengo k imponerle a nuestra dulce Eva?. Tendré k pensarlo... uf, no sé si daré la talla, pero cuando pueda prometo intentarlo.
ResponderEliminarUn saludo mi reina y k sepas k has estado espectacular. Muak!!!
En dos palabras, que diría el necio: IM-PRESIONANTE.
ResponderEliminarY yo que pensaba que mi primera parte era buena, jejejeje.
Entre la princesa{Celta} y vos, me habéis hundido en la miseria :-)
Pero lo acepto con agrado y con altas dosis de excitación.
Ciertamente, Dulce Cautiva, vas a tener que imaginar un final apoteósico… pero seguro que eres capaz de eso y de mucho más.
Yo, por mi parte, me conformo con que me aviséis, si hacéis el favor, cuando salga esa cuarta entrega.
Estoy ansioso de saber cómo acaba la pobre Eva :-)
Un beso y gracias por este buen rato/relato.
Sayiid
Pues bonita para no estar inspirada que imaginación más portentosa, jajaja.
ResponderEliminarEsta genial Paty, eras una crack, nada se te resiste!!!
Señor Sayiid, no se quite mérito, que por su culpa esta la pobrecita donde está, en la gloria!!!jeje.
A ver como continua...estaré al tanto.
Un besazo guapa.
Hola preciosa!, al fin he escrito algo, no sé si es lo que se espera y si he dado la talla o no, pero es lo ke me ha salido... espero k t guste:
ResponderEliminarhttp://cautivadaporunvampiro.blogspot.com/2011/07/ultima-pista.html
P.D.: Siento que sea tan corto...
Un disparate, que te voy a decir. Y dices que no estabas inspirada, madre mía si es buenísimo lo que has escrito. Un beso!!
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