Almendra y chocolate

El hombre que abrió la puerta llevaba la camisa desabrochada y el pelo despeinado. Tenía el rostro bonito, de expresión madura, pero conservando uno toque de pícara juventud. Un asomo de barba cubría sus mejillas, muy corta pero bien cuidada. Echó un vistazo a la visitante con una sonrisa encantadora.

- Buenas noches, soy la señorita Almendra.


- Pasa, querida, te estabamos esperando... - saludó con elegancia.

Cuando el anfitrión se hizo a un lado, Almendra pudo ver al otro hombre, un moreno de ojos color ámbar recostado en el sofá, bebiendo una copa de licor. Él no llevaba su pecho al descubierto como el otro, pero se había enrrollado las mangas por encima de los codos y la corbata reposaba sobre el brazo del sofá. Se levantó para recibirla dándole dos besos. Desprendía un aroma a jabón muy agradable.

La casa era un amplio loft en el ático de un edificio de fachada antigua, cuyas ventanas tenían unas amplias vistas hacia la ciudad. Cientos de luces se veían desde el ventanal, cuyas cortinas estaban descorridas. Era un sitio acogedor, no era de esos ambientes modernos con muebles rectos y colores planos; el mobiliario era de un estilo muy clásico, repleto de curvas y relieves sin llegar al exceso. Era un lugar muy elegante.

- ¿Dónde puedo dejar mis cosas?

El chico de pelo castaño señaló una silla y Almendra dejó su bolso. Comenzó a desabrochar los botones de su gabardina, pero antes de quitársela, miró a los anfitriones.

- ¿Y dónde tenéis pensado acomodaros vosotros?

- Si te parece bien, este es un buen lugar... - dijo el moreno refiriéndose a la exquisita mesa rectángular de té que había frente al sofá. No levantaba más de medio metro del suelo, estaba tallada en madera de nogal y bajo las patas había una alfombra de lana de color granate.

- Sí, creo que está bien - resolvió.

Almendra deslizó la gabardina por sus brazos, aquella noche no hacía excesivo calor y tan solo vestía un conjunto de lencería de color naranja. Escuchó como uno de ellos carraspeaba ligeramente y el otro llenaba una nueva copa de licor. Dobló el abrigo cuidadosamente y lo depositó sobre el respaldo de la silla. Se volvió hacia sus anfitriones y se quitó los tacones, caminando descalza hacia la mullida alfombra y se sentó en el borde de la mesa de té. Cruzó las piernas con elegancia y miró al hombre rubio.

- Supongo que conocéis las normas, ¿no? - preguntó, como siempre hacía.

- - respondió el moreno bebiéndo de un trago el contenido del vaso.

- Bien, en ese caso, ¿qué hay de postre?

Los dos hombres se miraron el uno al otro. El moreno dejó el vaso en la esquina de la mesa de té y observó a Almendra, esbozando una sonrisa divertida.

- ¿Te gusta el chocolate y la miel?

Ella ladeó la cabeza pensándolo bien.

- Resulta una mezcla excesivamente dulce, ¿no te parece?


- ¿Y el merengue?


- Más dulce si cabe...


- ¿Y las tres cosas juntas?

Almendra sonrió animada y se recostó sobre la mesa sin responder a la pregunta. Desde su posición en las alturas, el hombre moreno contempló el cuerpo de la mujer mientras bordeaba el mueble, desabrochando lentamente su impecable camisa blanca. Ella se acomodó encima de la tabla y miró al moreno a través de sus largas pestañas. Almendra se estiró cuan larga era, levantando los brazos por encima de la cabeza. El rubio entonces apareció en su campo de visión con un cuenco entre las manos y se arrodillo a un lado. El moreno se detuvo en el extremo dónde estaban sus piernas.

- Si está demasiado caliente, dímelo - susurró el rubio volcando el contenido del cuenco. Un hilo de chocolate se derramó sobre el vientre de Almendra, que se estremeció. - ¿Te he quemado?


- No, solo ha sido la impresión...

Cuidadosamente, el hombre rubio cubrió la piel descubierta de la mujer con el chocolate tibio, subiendo por su vientre para finalmente derramarlo sobre sus pechos. Vertió las últimas gotas en su garganta y dejó el cuenco en el suelo. El moreno depositó las manos sobre la cintura de Almendra y las deslizó por sus caderas, manchándolas con el chocolate y pintando sus torneados muslos. El rubio llevó el chocolate del pecho hacia los hombros y cuello arriba, hasta sus mejillas. Almendra sintió los labios y su lengua del hombre moreno deslizarse por su pierna derecha, saboreando el chocolate; el hombre rubio se inclinó para lamer el chocolate de su cuello.

Almendra dejó la mente en blanco.


3 intimidades:

  1. Feliz Navidad a todos :)

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  2. ¡Qué pringe más delicioso! Hahaha xD Feliz Navidad a ti también, encanto :D

    Besos ardientes

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  3. Es una maravilla leerte, Paty. Describes las situaciones justo en su medida, con un ritmo perfecto. Me tienes enganchada a tus relatos.
    Te deseo una Feliz Navidad y que Papá Noel te traiga mucho chocolate y muchas ocasiones para disfrutarlo ;)
    Un beso desde mi Jardín.

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