Allá abajo, en el escenario, tenía lugar una maravillosa representación  de danza clásica. Arriba, en uno de los palcos, el señor Wolf se  preguntaba por qué se estaba comportando como un humano civilizado en  lugar de liberar su naturaleza salvaje. Se repitió una vez más que lo  hacía por ella, Blanche no merecía ningún escándalo ni nada que pudiera  avergonzarla. Era una humana muy sensible y Wolf percibía su dolor con  facilidad. Sus almas estaban conectadas de alguna manera, estaba seguro  de ello, él era un lobo y ella la luna a la que veneraba todas las  noches. 
Sentía su emoción a un palmo de distancia. Blanche estaba  sentada a su lado observando fascinada el ballet, con los ojos  brillantes y muy abiertos, y por primera vez en toda la noche parecía  animada. Se la veía feliz como una niña. 
Estaba tan cerca que Wolf  podía alargar la mano para acariciar la piel de su pálido brazo desnudo y  comprobar como el tacto de sus dedos provocaba estremecimientos en el  cuerpo femenino. Reprimió el deseo de hacerlo, no sabía si sería capaz  de resistirse a poseerla allí mismo. El teatro entero escucharía los  gritos de Blanche por encima de la música de la orquesta si la llevaba  al orgasmo. 
Solo tenía que esperar dos horas más para tenerla bajo  su completo dominio. Un poco más y ella sería completamente suya. Y no  solo su cuerpo le pertenecería, también su alma, cuando amaneciera la  señorita Moon se habría enamorado de él sin remedio. Wolf estaba  convencido de ello. 
Mientras dejaba pasar el tiempo —jamás había  sido un amante del ballet—, pensó en cómo harían el amor cuando  estuvieran a solas. Pronto, muy pronto, ella estaría desnuda al completo  entre sus brazos y él podría besar cada centímetro de piel sabrosa. La  fiebre habría subido unos grados la temperatura de Blanche, toda su piel  estaría caliente, ruborizada y sensible. Sus pechos eran deliciosos,  calientes y vibrantes, lo del coche había sido un delicioso aperitivo  que anhelaba volver a probar. Deseaba morder sus tiernos pezones hasta  que ella se doblara de placer, besar su vientre y sus muslos, lamer su  sexo para degustar la savia que manaba de ella. Se moría de deseo por  penetrarla de todas las formas posibles, comprobar su resistencia y  averiguar qué cosas la excitaban y cuales la incomodaban. Quería  explorar sus límites, ponerla a prueba, mostrarle las cosas que un  hombre debe hacer para divinizar a una mujer. Además, Wolf no se  conformaría con una sola vez. No, esa noche no se limitaría a poseerla  una única vez, lo haría durante horas. Se zambulliría en ella, en su  sexo, en su boca, dónde fuera, hasta que su esencia masculina se le  quedara grabada en la piel. Derramaría su semilla sobre ella, dentro de  ella, empaparía su entrañas y engendraría a sus cachorros esa misma  noche. La colmaría de gozo y retozarían sin medida, hasta que ella se  ahogara en un placer interminable y el fuego abrasara su cuerpo.
La  miró de reojo y se deleitó con sus pechos. Deseaba desnudarlos y  saborearlos otra vez. Lo haría muchas veces esta noche. Estaba  convencido de que con su sensibilidad sería capaz de lograr llevarla al  orgasmo tan solo besando sus pechos. Entonces recordó que le había  arrancado la ropa interior y que se la había guardado en el bolsillo. Se  removió incómodo preguntándose cómo podía seguir estando tan duro y  mantener la cabeza fría para pensar en todo lo que estaba pensando. La  música lo estaba sacando de quicio y la lentitud en el desarrollo de la  función acabó desesperándolo. Pero tenía que aguantar. No había planeado  lo del ballet, serían las dos horas más largas de su existencia y tenía  que soportarlas aunque a él le parecieran dos horas desperdiciadas que  podría estar aprovechando en el sexo. Ella necesitaba aquello. Y Wolf  necesitaba a Blanche en todos los aspectos.
«Primero, te desnudaré»  pensó mirándola fijamente, lanzando sus pensamientos como si estuviese  hablando con ella. Suerte que no podía leerle la mente porque se  escandalizaría. «Después, comprobaré cómo de mojada estás acariciándote  el sexo. Luego te abriré, estimularé tu clítoris y por último te  penetraré con dos dedos». Recordaba perfectamente su olor, tan dulce y  potente que estuvo a punto de perder la cabeza. «Quiero escuchar como  gimes mi nombre mientras te penetro».
Blanche tembló y dejó de  observar el ballet para mirarle a él. Sus ojos grises se habían  oscurecido como una noche de tormenta. Wolf se sintió descubierto pero  no se avergonzó de sus pensamientos obscenos, le sostuvo la mirada y  siguió enlazando fantasías. 
«Sacaré mis dedos empapados y los chuparé, te probaré. Luego haré que te arrodilles delante de mí para que… ». 
No pudo seguir pensando, Blanche se había puesto roja y respiraba con dificultad. 
—Deje de mirarme así, por favor —susurró con la voz quebrada—. Hace que me sienta incómoda. 
Wolf  se agarró a los brazos de la silla para no saltar hacia ella. Había  vuelto a las formalidades y eso lo volvió loco de deseo. 
—No puedo no hacerlo, querida Blanche —respondió con dificultad—. Estás muy hermosa. Y muy excitada. 
Se ruborizó aún más cuando lo dijo. Se cogió las dos manos y observó la función. 
—¿Y usted no? —preguntó ella sin mirarle. 
—Me muero por ti, Blanche. Ya te lo he dicho.
—Entonces, ¿qué estamos haciendo aquí? —preguntó señalando el escenario con la barbilla—. Estamos perdiendo un tiempo precioso.
Wolf sonrió de medio lado. Dudaba mucho que Blanche estuviera impaciente por comenzar un idilio con él. 
—Estamos aquí para relajarnos un poco. 
—No estoy relajada. Y usted tampoco. 
—No me iré de aquí hasta que no acabe la función. ¿Estás impaciente por marcharte conmigo? —provocó con una media sonrisa. 
—Lo cierto es que cuanto antes empecemos, antes podremos ponerle fin. 
—Querida, en cuanto estemos a solas, la noche no habrá hecho más que comenzar. Lo nuestro nunca tendrá fin. 
Blanche  apoyó las manos sobre el palco y se centró en el ballet, alejándose del  señor Wolf. Él no pudo seguir aguantando aquella tortura y alargó la  mano para tocarle el brazo. Ella lanzó un suspiro caliente. 
—Yo  hacía antes eso —comentó ella señalando a la bailarina que en ese  momento se equilibraba sobre la punta de un pie—. Tenía ese dominio  sobre mi cuerpo. Ahora soy demasiado torpe. 
Wolf la ignoró y subió  la mano por el interior de su brazo, trazando una caricia ardiente.  Blanche cerró los ojos un momento. Cuando los abrió se centró en el  baile y no en Wolf. 
—Usted me hace arder —siguió hablando—. Me gusta  que me toque los pechos. Desearía que me tomara aquí mismo, en este  palco, delante de toda esta gente. 
—¿Querrías eso de verdad? —preguntó Wolf. 
Abandonó  la picante caricia de su brazo y deslizó los dedos por el costado de su  vestido hasta encontrar la cremallera lateral. La deslizó hacia abajo  con lentitud, luego metió la mano en el interior y le cubrió un pecho  por encima del encaje del sujetador. Ella se quedó sin respiración pero  no abandonó su atención al ballet. 
—¿Quererlo de verdad? —preguntó, como para si misma—. Sí, lo quiero. ¿Sería sensato? En absoluto. Sería un escándalo. 
Le  atrapó el pezón con los dedos y apretó. Ella gimió. Wolf la miraba  esperando a que ella volviese el rostro para mirarle a él pero estaba  demasiado pendiente de la función. La música creció entonces, Wolf  deslizó el encaje hacia abajo para tocar la piel de su seno turgente y  erizado. Acarició su pezón entre los dedos notando lo caliente y duro  que estaba. Lo pellizcó. Ella permanecía impasible como si no sucediera  nada, a pesar de los temblores que la recorrían. 
—Es la primera vez que me muerden los pechos —confesó con voz trémula. 
—¿Y te ha gustado?
—Sí. Me ha gustado. ¿Y a usted? 
—¿Si me ha gustado tener tus pezones en la boca? Estoy deseando hacerlo otra vez. 
Apretó su pezón con demasiada fuerza, hasta hacerle daño. 
—Ay —gimió Blanche. 
Su  quejido sonó por encima de la música para Wolf, estaba tan pendiente de  las reacciones de la mujer que no veía nada más allá de su cabello  rubio y la piel rosada de sus mejillas. 
—¿Alguna vez has tomado a  un hombre con la boca? —le preguntó aflojando la presión en su pezón  para luego volver a apretarlo. Lo retorció con suavidad mientras ella  pensaba la respuestaba
—Lo cierto es que no. 
—¿Te gustaría
—Sí. 
—¿Y qué más cosas te gustaría hacer, Blanche? 
—Me  gustaría correrme sobre ti —dijo en voz baja. Wolf inspiró hondo y se  agarró a su pecho como si ella fuese a caer y no tuviera otro lugar del  que agarrarla. Notó que su bestia reaccionaba ante las declaraciones de  Blanche y su cuerpo creció hasta que se le clavaron todas las costuras  del traje. La corbata le apretó y en el interior de sus pantalones, su  miembro palpitó. Blanche se estremeció pero en lugar arredrarse, lanzó  una confesión tras otra de manera indiscriminada—. También me gustaría  sentir tu semen sobre mi piel. ¿Es caliente? ¿Es verdad que puede  quemar? Porque deseo averiguarlo. Quisiera conocer el sabor de un  hombre. Tocarlo. Excitarlo. Besarlo… ¿Puede usted enseñarme todas esas  cosas, señor Wolf?
Se volvió para mirarle. Él se quedó paralizado, su  bestia rugía en el interior de su cuerpo, agitada y excitada, y por un  segundo pensó que ella lo habría visto. Pero Blanche no pareció  asustada, sus ojos plateados eran de un gris oscuro como unas nubes de  tormenta y la tempestad de sus anhelos estuvo a punto de arrasarlo.  Retiró la mano de su pecho y volvió a subir la cremallera de su vestido  en la demostración de autocontrol más increíble de su vida. No quería  enseñarle esas cosas aquí, quería hacerlo en un lugar especial. 
—Lo haré, Blanche. En cuanto termine la función. 
Ella  pareció decepcionada. Se volvió hacia el escenario y pasó la siguiente  hora observando la función. Wolf clavó las uñas en los brazos de la  silla y miró hacia el techo del palco, hacia las pinturas allí  dibujadas, mientras trataba de dominar a la bestia interior que clamaba  salir para aparearse con Blanche. No quería ser un salvaje con ella,  quería ser un hombre.
Cuando los aplausos inundaron el teatro, Wolf  aflojó los dedos uno a uno hasta liberar los brazos de la silla. El  final de la función acababa de llegar y era hora de cumplir con su  palabra. Blanche se levantó para aplaudir con mucho entusiasmo y Wolf se  puso en pie casi de un salto para agarrarla de la cintura. 
—Es hora de marcharse —murmuró con una voz tan grave que erizó los brazos de Blanche. 
Wolf  no lo pudo aguantar más, abrió de nuevo la cremallera de su vestido y  la arrastró al interior del palco escondiéndose entre las pesadas  cortinas. Metió la mano por el hueco del traje, en lugar de tocar sus  pechos deslizó la palma caliente por su vientre hasta desaparecer entre  sus piernas. Blanche se tragó la lengua cuando él acarició su sexo con  los dedos. Estaba empapada. Hundió la cara en su cuello para no volverse  loco, el tacto cremoso de sus pliegues hizo rugir a su bestia, el fuego  de su deseo creció hasta convertirse en un incendio. 
—¿Señor Wolf…? —murmuró ella, avergonzada y rendida a partes iguales. 
Incapaz  de contestar a su pregunta, trazó una intensa caricia entre sus  pliegues, presionó su clítoris con la palma de la mano y la penetró con  fuerza. Blanche ahogó un grito de sorpresa y de su sexo brotó una cálida  humedad que empapó la mano del señor Wolf. Apretó los muslos asustada  por la violenta actitud del hombre pero cuando el placer arreció separó  las piernas y él pudo penetrarla con un segundo dedo. 
—Blanche —gruñó Wolf apretándola contra su cuerpo—. Quiero que te corras sobre mi mano ahora mismo. 
Ella  se llevó una mano a la boca y se vino a abajo. Un tenso orgasmo la  recorrió de pies a cabeza. Wolf absorbió sus temblores, cerró los ojos y  se empapó con las sensaciones que brotaron de ella. Notó la palpitación  de su sexo en los dedos, apretaba con tanto anhelo que Wolf pensó que  le arrancaría la mano por la forma con la que cerraba las piernas y se  estremecía con el placer que le acababa de proporcionar. Cuando cesaron  sus temblores, sacó la mano y se llevó los dedos a la boca. Una  explosión de sabores inundó su paladar, gimió ante la insólita dulzura  de su néctar y la abrazó con fuerza mientras ella jadeaba exhausta tras  el estallido del orgasmo. 
Pasaron unos minutos antes de que alguno  de los dos pudiera asimilar lo que había pasado. Blanche se subió la  cremallera del vestido y dio un paso para que Wolf la liberase. Se puso  el abrigo, cogió el bolso y salió al pasillo. Wolf se llevó las manos a  la cara, todavía aturdido, todavía duro como una piedra, con el sabor de  Blanche abrasándole la garganta. Tras unos angustiosos minutos, se  recompuso y salió al pasillo. Pero ella ya no estaba. 
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Que INTENSO!!!!! buenísimo!!!, ahora quede peor más cortada que el capítulo anterior, waaaa quedo en lo más interesante TwT, ese final que pasaría?!, como nos haces sufrir pero del buen sentido xD, quiero el siguiente capítulo pero toca esperar xP, muchas gracias por traernos un capítulo más ^^, me encantan tus relatos, es un placer y gusto leerte, un saludo!.
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