Domina - [#intimidaddelosviernes]

#intimidaddelosviernes

La calle estaba desierta a esas horas de la mañana, pero Jorek estaba demasiado absorto en sus propias reflexiones como para estar pendiente del paisaje. No podía dormir, lo único que podía hacer era pensar en Erika, en los minutos que faltaban para volver a verla y en que tenía que controlar su deseo por ella. Por el momento era capaz de mantener a raya su erección bajo los vaqueros, pero si se ponía a fantasear con ella acabaría tan nervioso por la anticipación que ella se enfadaría. Y lo último que Jorek quería era disgustar a la preciosa Erika.

El timbre de su puerta rompió el apacible silencio. Miró el reloj, que marcaba las cinco de la mañana y se frotó la cara, confundido. ¿Erika? ¿A estas horas? No se verían hasta dentro de, por lo menos, cuatro horas. Llamaron otra vez, tres golpes y supo entonces que que se trataba de ella. ¿Qué hacía allí tan pronto? Su concentración se rompió y sintió un nudo de deseo bajarle por el vientre, despertándolo de su letargo.

–Hola –saludó ella cuando Jorek abrió la puerta. La miró de arriba abajo, no parecía sentirse afectada por la falta de sueño, iba completamente despejada y con la mirada fresca.

–Has madrugado –dijo él haciéndose a un lado para dejarla entrar.

–¿Estabas durmiendo?

–No. Te estaba esperando.

–Entonces has sido tú el que ha madrugado, querido –se rió la muchacha con las mejillas sonrosadas y su precioso pelo rubio corto acariciándole los pómulos y la frente.

Jorek se mordió el labio inferior al verla pasar por su lado. La joven Erika Darlington, la niña bonita del Upper East Side, iba envuelta en una gabardina de Prada de color beige que le llegaba por las rodillas. Podía ver sus medias enrejadas y sus zapatos de tacón y Jorek tuvo que sacudir la cabeza para evitar imaginar lo que llevaba debajo. Pero no la ansiedad lo traicionó y su miembro empezó a presionar contra la bragueta de los pantalones. Cerró la puerta y apretó la mandíbula para no ponerse todavía más nervioso.
Erika entró hasta el salón y se quitó los guantes, depositándolos cuidadosamente sobre su mesa de segunda mano, descolorida. El contraste entre su humilde apartamento y la elegancia infinita de ella podría haber preocupado a cualquier hombre, pero no a él. Jorek sabía lo que Erika había ido a buscar allí y también sabía que nadie salvo él podía darle lo que ella quería. Erika no era exigente, pero no podía encontrar nada en su barrio pijo que la hiciera sentirse especial. Sin embargo, allí, con él era dónde realmente florecía y sacaba a la luz su verdadera naturaleza. Jorek estaba orgulloso de ser el responsable de su felicidad.

–¿Qué haces aquí tan temprano? –quiso saber, colocándose bien la costura del vaquero para que no le apretase tanto.

–Me he ido de casa –dijo como si nada–. He dejado una nota, he sacado el dinero que tenía ahorrado y he venido aquí. Para fugarme contigo.

Jorek asimiló la información con naturalidad. Llevaban tiempo hablando de ello y le gustó saber que por fin su niña pija había abandonado aquel nido de cuervos dónde todo el mundo la juzgaba por ser la hija del senador.

–¿Y los guardaespaldas? –insistió Jorek. Si la habían seguido, su aventura no duraría más de un día.

–No saben dónde estoy. Igual que mi padre tiene sus métodos para seguirme, yo tengo los míos para despistar su vigilancia. ¿Qué pasa? No pareces muy contento de verme… –. Durante un momento, la dulce Erika mostró debilidad. Esa nota vulnerable puso a Jorek más duro que una piedra y se le secó la boca–. Ah, ya entiendo –ronroneó bajando la mirada por el cuerpo masculino hasta detenerse en su regazo. Se pasó la lengua por los labios con los ojos llenos de pasión y Jorek se puso más tenso–. Sí que te alegras de verme. Jorek, ahora no quiero hablar de nada, ¿vale? Solo quiero estar contigo, nada más.

Erika llevó las manos al cuello de su abrigo y empezó a desabrocharlo. Jorek cerró los puños cuando ella descubrió en su garganta un collar de cuero y mientras la ristra de botones se iban liberando, Erika iba mostrando más y más piel. Las mangas del abrigo se deslizaron por sus brazos y la cara pieza aterrizó a sus pies. Jorek se sintió mareado al ver que Erika había escapado de casa vestida únicamente con unas medias y unos tacones.

–Estás desnuda –dijo con un hilo de voz.

–No necesito nada más para estar contigo –respondió cubriéndose los pechos con las manos. Él deseó ser esas manos, deseó llenarse la boca con sus pezones, arañarse la lengua con ellos–. Ponte de rodillas.

Jorek cayó de rodillas sintiendo como la azucarada voz de mando de Erika entraba en su cerebro y se escurría por su cuerpo hasta explotar en su entrepierna. Erika se aproximó a él con lentitud exponiendo su precioso cuerpo, pero se detuvo y su mirada se endureció. Jorek vaciló, pero comprendió lo que ella quería. Bajó la mirada al suelo, se sentó sobre los talones y colocó las manos en sus muslos con las palmas hacia arriba.

–Buen chico –canturreó ella. Sintió un escalofrío en la espalda desnuda y su pene volvió a pulsar dentro de los pantalones. Una gota de sudor le bajó por la frente y tragó saliva, pero tenía la boca demasiado seca.
Los pies de Erika entraron en su campo de visión, preciosos, elegantes, adictivos–. Quítamelos –pidió levantando uno de los tacones.

Rodeó jubiloso el esbelto tobillo de la chica con sus grandes manos y acarició la curva de su talón, retirando el zapato de su pie izquierdo. Le acarició el empeine y los dedos antes de repetir la operación con el otro pie. Como recompensa, ella enterró los dedos entre sus cabellos y Jorek reprimió un gemido de gusto. Sabía que a ella no le gustaba que hiciera ningún ruido a menos que se lo pidiera. Los dedos de Erika le acariciaron la frente, los pómulos y las mejillas. Con las dos manos le rodeó el rostro y lo impulsó hacia arriba para que levantara la cabeza. Jorek la miró perdiéndose en su infinita belleza, en el aura de diosa que la rodeaba y en la humedad de sus labios.

–Te quiero –le dijo ella–. ¿Y tú, pequeño, me quieres? No me digas lo que quiero oír, solo dime lo que sientes.

–Te amo, mi Dama.

Ella se ruborizó y emitió una risa con regocijo.

–Ay, Jorek, eres tan tierno –murmuró apretándolo a su cuerpo. Jorek hundió el rostro en su vientre y se abrazó a sus piernas, temblando de emoción. Erika le acarició los hombros y la espalda, Jorek aspiró el aroma a melocotón de su piel mezclado con el propio aroma femenino que emanaba de ella y que lo estaba volviendo loco–. Jorek, ¿estás excitado? –preguntó ella al rato, con la suavidad de una pluma. Él no pudo ocultar su rubor.

–Sí, mi Dama.

–Por favor, quítate los pantalones y enséñame lo mucho que te excito. Despacio, por favor. Y dame el cinturón.

Jorek se puso lentamente en pie, como una bestia desperezándose. Era un palmo más alto que Erika, con el cuerpo grande y robusto como el de una montaña. Este contraste lo inflamaba de deseo, pero lo que más anhelo causaba en sus entrañas era aparente fragilidad de porcelana de Erika. Desabrochó la hebilla poniendo especial cuidado en no rozarse más con la tela del vaquero, porque cada fricción lo impulsaba a las estrellas. Se quitó el cinturón y se lo tendió. Ella lo dobló en dos y se lo quedó en la mano. Sacó el botón del pantalón y luego, igual de despacio, fue bajando la cremallera, sintiendo alivio a medida que su pene iba quedando en libertad. Agachó la mirada en cuanto observó las pupilas femeninas dilatarse por la excitación, a ella no le gustaba que la mirase a la cara a menos que lo ordenara. Tiró la prenda a un lado y esperó, cogiéndose las manos detrás de la espalda para exponerse frente a ella. Erika sonrió y alargó la mano hacia su erección, que rodeó con los dedos. Jorek sintió que se le doblaban las rodillas cuando apretó con sus delicados pero firmes dedos, pero estaba acostumbrado a soportarlo. Lo que no soportaba era saber que ella casi no podía abarcarle el miembro de lo grande que era. La muchacha se pegó a él presionando sus pechos erizados contra el pecho desnudo de Jorek y le besó en el hueco de la garganta. Lamió su cuello y luego le mordió la oreja y el pene se endureció hasta un nivel que empezaba a ser muy molesto. Tal y como a ella le gustaba.

–Tengo ganas de meterte en mi boca, Jorek –le susurró al oído. Él contuvo un gemido–. ¿Quieres que lo haga?

Era una pregunta con trampa.

–Vivo para complacerte, mi Dama.

Erika suspiró y le besó la oreja con los labios calientes al tiempo que empezaba a mover la mano sobre su miembro. Después, muy lentamente, se deslizó hacia abajo, frotando su desnudez contra la erección que sostenía con una mano. Pocas eran las ocasiones en las que Erika se arrodillaba frente a Jorek. Habitualmente era él quien acostumbraba a estar siempre de rodillas a expensas de la domina.

–Te quiero, Jorek –gimió, derramando su cálido aliento sobre la piel sensible de su pene.

–Y yo a ti, Erika –masculló él, casi sin voz. Se golpeó mentalmente por haberla llamado Erika y titubeó con una convulsión temeroso de que ella pudiera haberse enfadado por aquel lapsus. Pero la boca sedosa cubrió su corona y succionó ta fuerte que le arrancó un agudo gemido y fue incapaz de seguir pensando.

–Eres tan sabroso. Como te echaba de menos... –silabeó Erika, lamiendo las dulces gotas que había extraído. En cuestión de segundos, el enorme Jorek estaba temblando como una hoja bajo la deliciosa atención de Erika–. Tócame –pidió con un susurro, llenándose después la boca con toda la grandeza masculina que le cabía–. Tócame como a mi me gusta.

Jorek se inclinó para acariciarle la espalda, agachándose hasta alcanzar sus tersas nalgas y metió las manos entre ellas para tocar la humedad que había entre sus muslos. Erika se aferró a él con tanta pasión que estuvo a punto de ahogarse. Estaban tan absortos en su placer que no se dieron cuenta de que en la calle habitualmente desierta, un coche negro con los cristales tintados había aparcado frente a la casa.

6 intimidades:

  1. Anónimo18:54

    Excelente

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  2. Ohhhhhhh continuará???

    Que sensibilidad...

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    Respuestas
    1. Es un relato que encontré perdido en un rincón. No creo que continue, pero sabes que nunca descarto nada ;)

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  3. Pues acabo de encontrar tu blog, y estoy muy impresionada, me encantó este relato, y me tendrás por aquí muy seguido ;)

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  4. ¡Hola! Un gusto pasarme por aquí. Participo en el sorteo del Club de las escritoras. Intenté seguirte en "Participar en este sitio" de tu blog y por ahora no me deja supongo que será un problema con gooble pero volvere más tarde. Un beso grande.

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