Renacimiento (V)

La oscura habitación se inundó con la presencia del hombre. Su sombra se proyectó sobre la moqueta roja, larga y poderosa hasta rozar las puntas de los pies desnudos de lady Kirbridge; su figura imponente en contraluz desde la puerta transmitía su dominación de una forma tan física que las piernas de la mujer temblaron a medio camino entre la excitación más intensa, el miedo más profundo y el respeto más incondicional. Inundada por la preocupación, Valeria retrocedió un paso cuando lord Kirbridge penetró en la lujosa habitación matrimonial con zancadas cortas y firmes, disciplinadas, regias.

Tragó costosamente el nudo que le oprimía la garganta. Algo intimidada, se cubrió el pecho con los brazos y ese gesto hizo que lord Kirbridge se detuviera de inmediato a pocos metros de ella. En la penumbra del cuarto, lady Kirbridge buscó la mirada de su esposo tratando de encontrar un indicio de lo que estaba ocurriendo allí. Tenía los pies clavados al suelo, los brazos alrededor de su pecho en un gesto que indicaba recelo, le temblaban los labios y los muslos, estaba desnuda e indefensa y él parecía determinado a hacer cualquier cosa. Semejantes arrebatos de pasión la aturdían, su marido siempre había sido un hombre muy medido en sus acciones, casi indiferente a todo; pero la forma en que la miraba, la forma en que le exigía, la forma en que le prestaba su entera atención y la empujaba contra un placer descarnado, violento, desmedido y, porqué no expresarlo de aquel modo, descarado, depravado e indecente, lo necesitaba tanto como respirar. ¿En qué momento había sucedido eso? ¿En qué momento había necesitado ella sentir esas miradas, esas caricias? ¿En qué momento había sucumbido al deseo de sentir la mano de lord Kirbridge azotando su cuerpo? Era una locura, pero una locura tan deliciosa que no podía reprimirla.

Tras un largo y tenso silencio, en el que lord Conrad Kirbridge no hizo más que mirarla desde cinco metros de distancia, Valeria decidió actuar y se arrodilló lentamente, apoyó las palmas de las manos sobre la moqueta y se inclinó hasta tocar el suelo con la frente. Se estremeció, sintiendo un angustioso dolor en las entrañas que no lograba atribuir a ninguna sensación conocida. Eso hizo que su respiración se volviera pesada y exhaló un jadeo controlado mientras su corazón golpeaba contra su pecho con tanta fuerza que parecía querer salirse. Cerró los ojos.

No esperó mucho, aunque a ella le pareció una eternidad. Lord Kirbridge se abalanzó sobre ella y tiró de su pelo para levantarle la cabeza, consiguiendo acceso a sus labios inflamados. Cubrió su boca con un beso furioso y exigente, apretándola contra sus labios, tironeando de su pelo para que no tuviera forma de escapar. Lady Kirbridge se quedó sin respiración, pero lord Kirbridge no le cedió espacio y la agarró por el mentón para tenerla firmemente sujeta mientras devoraba sus labios, dejándole claro que no pararía hasta haberse saciado por completo. Ella le correspondió entonces, devolviendo el beso con la misma vehemencia, saboreando cada matiz de sus gloriosos labios, cada célula de su firme lengua. Esa misma lengua que había tenido metida entre las piernas apenas unas pocas horas antes. Ahora se moría de ganas por sentir la misma dureza, la misma rugosidad, la misma humedad paladeando su dolorido sexo. Y deseaba también que sus dientes se clavaran en su carne, en sus pechos, en sus muslos. El maldito lord Kirbridge pareció haberle leído el pensamiento cuando le mordió el labio inferior enviando un latigazo de placer directo a su entrepierna y ella se derritió entregándole un profundo suspiro.


Con un gruñido ronco, el hombre tiró de ella y la lanzó de bruces contra la cama, sobre un mullido edredón blanco. Lady Kirbridge solo tuvo tiempo de inhalar una bocanada de aire antes de que su boca fuese cubierta por una mordaza. Con una rapidez asombrosa, lord Kirbridge hizo un nudo detrás de su cabeza apretandolo con fuerza. La textura de la tela apretada entre sus dientes le dijo a Valeria que se trataba de la corbata de seda que había llevado aquella noche en la fiesta. Saberlo, por alguna razón, elevó su excitación.

Pero su esposo no iba a limitarse a taparle la boca, seguramente, para que no volviera a suplicar. Le dobló los brazos detrás de la espalda y ató sus muñecas. Ella se quejó, protestó y se revolvió, gruñendo palabras sin sentido deformadas por la mordaza; pero por dentro, su cuerpo bullía de placer, su piel crepitaba de deseo y su mente solo podía volar imaginando las mil y una cosas que deseaba que él le hiciera. Lord Kirbridge la había convertido en algo distinto a lo que ella que era y cuanto más lo pensaba, más miedo le daba y al mismo tiempo, más deseaba ser eso en lo que Él quería convertirla. Sumida en sus pensamientos, estuvo a punto de ahogarse cuando el sólido cinturón de lord Kirbridge se cerró alrededor de su cuello, apretándose contra su garganta.

- Magnífica - susurró. Ella se estremeció al sentir el deseo contenido en su voz y sintió como la humedad se formaba entre sus muslos expuestos, como lava a punto de desbordarse por la cima de un volcán.- Ese bastardo de Crawford tenía razón al decir que no sabía por dónde empezar contigo - declaró con una risa cavernosa.

El cuerpo de la mujer descansaba sobre la cama, su cintura se doblaba en el extremo del colchón y sus piernas estaban abiertas, los pies apoyados en el suelo. Sintió la mano de su marido rodearle uno de los tobillos para separarle más las piernas; acto seguido escuchó un frufrú y ya no pudo mover la pierna. Su otro pie siguió el mismo destino. Su sexo, su cuerpo, estaba a merced de los deseos de lord Kirbridge.

Escuchó sus pasos amortiguados por la moqueta y, cuando se detuvo, la luz de la lámpara inundó la habitación. Algo en ese gesto puso los nervios de lady Kirbridge de punta y se encogió sobre sí misma, deslizándose por el borde de la cama, tratando de esconderse. Pero lord Kirbridge llegó antes de que pudiera hacerlo y puso una mano entre sus omóplatos, aplastándola contra la cama. 

- No te muevas - reafirmó su orden tirando también del cinturón. - Estoy a punto de perder la cabeza viéndote así, pero todavía te estoy castigando por lo que ha ocurrido en la escalera.

Aquello disparó todas las alarmas de Valeria, que se quedó rígida sobre la cama, tratando de respirar por la nariz para calmar su ansiedad. La mano de lord Kirbridge se deslizó por su espalda, bajando con lentitud, demasiada lentitud, hasta deslizarse por el nacimiento que separaba sus dos nalgas. Se detuvo a poca distancia de ese lugar estrecho que a ella la incomodaba por el simple hecho de desear ser penetrada por allí. Era tan perturbador ese lugar, tan misterioso.

- Sé que no entiendes lo que ha pasado - prosiguió él, trazando líneas arriba y abajo por su espalda. - Y sé que ahora mismo estás fantaseando con las caricias que te estoy dando. Y yo me estoy muriendo por complacerte.

Lady Kirbridge emitió un sonoro gemido cuando su sexo fue invadido sin piedad, dos dedos que penetraron sin resistencia. El calor le estalló en el vientre y se hundió en el colchón, tensándose como una cuerda de piano. Con demasiada rapidez, su placer se elevó a cimas inimaginables hasta el punto de saltarle las lágrimas. El alivio quedó en suspenso, por enésima vez.

- Piensas demasiado y deseas todo a la vez, eso es lo que pasa - mururó el lord, refrenando las caricias. Ella negó, movió la cadera, exigiendo más. - Yo sé lo que necesitas. Sé lo que deseas. Sé cómo lo deseas. Sé cuando lo deseas. Y ahora deseas alivio, ¿verdad?

Ella cabeceó asintiendo desesperadamente. Para su horror, él apartó los dedos sin darle lo que suplicaba. ¡¿Por qué?! Con un movimiento ascendete, la caricia de lord Kirbridge llevó parte de la cremosa humedad al lugar con el que estaba fantaseando segundos antes y la invasión dejó a lady Kirbridge sin aliento. El placer se fue abriendo paso por todas sus terminaciones nerviosas, apretó los dedos de los pies y mordió la corbata hasta hacerse daño en los dientes. Él retiró los dedos y volvió a entrar, un poco más que antes. Ella se tensó, levantando el trasero y estirando las piernas. Con suavidad, lord Kirbridge dejó los dedos en el interior de su cavidad y cubrió la curva de sus nalgas con miles de besos, deslizando la lengua por todas las cicatrices de su piel. Después, se puso detrás de ella y retiró los dedos. Ella sollozó. Con las dos manos, con los pulgares, abrió sus pétalos y hundió la lengua entre sus dulces plisados. Lady Kirbridge se estremeció de pánico al saber que el final del tormento estaba ahí mismo, casi podía rozarlo con los dedos, pero no podría alcanzarlo nunca, pues Él se encargaría de postergarlo hasta el momento que considerase oportuno.

- ¿Sientes las cuerdas en los tobillos? - murmuró entonces él, golpeándola con su aliento. Su lengua presionó contra el nacimiento de su sexo y lamió con gusto. Ella perdió la cabeza, la razón, la capacidad de respirar. - Significa que estás bajo mi dominio, que yo tengo el control y eso, mi amor, es algo que te encanta. No necesito que me lo digas, tu sexo habla por tí. Te humedeces más cuando te hablo, cuando te digo lo que te gusta. Eres tan dulce y tan suave...

Lady Kirbridge lloró al escuchar aquella declaración y se juró a si misma que cuando todo aquello terminara, cuando lord Kirbridge la rescatara de su tormento, se enfadaría con él por ser tan cruel. Pero ahora no podía sentirse enfadada, ahora sólo podía desearlo con cada fibra de su ser. Unos últimos toques con su lengua bastaron para que ella gritara y volviera a removerse para tratar de liberarse. Él sujetó sus caderas y deslizó la lengua por toda la línea de su espalda hasta morderle la nuca. Valeria sintió que él estaba desnudo, que su fuerte pecho le rozaba la espalda y sus caderas se apretaban a sus nalgas. Y se murió de ansiedad cuando lord Kirbridge presionó el extremo curvado, ardiente y firme de su erección justo en su cavidad trasera. Ella negó mentalmente desear aquello, pero en el fondo, lo llevaba ansiando mucho tiempo, tanto como los oscuros deseos de ser sometida.

Lento, pero determinado, su Amo fue abriéndose paso en su interior, como un cuchillo hundiéndose en tierna mantequilla.

14 intimidades:

  1. Adelante, acepnto todas vuestras protestas xD

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  2. Chezzzzzzzzz!!!!!!
    Hate youuuuuuuuuuuuuu!!!!
    ¿
    ¿
    P
    o
    r

    q
    u
    é

    h
    a
    c
    e
    s

    e
    s
    t
    o
    ?
    ?

    :S
    Conseguiré al abogado que te dije te denunciaría por daños y perjuicios a mi salud mental XD!!!

    Te pareces a Daddy cuando le digo: QUIERO MÁS!!!! y dibuja esa mueca-sonrisa de lado... grrrrr!!!

    Te espero...

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  3. Ah... y...
    MUAKSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS!!!!!!!

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  4. Anónimo20:04

    "Ahora se moría de ganas por sentir la misma dureza, la misma rugosidad, la misma humedad paladeando su dolorido sexo."

    Fantástico. Me recuerda a Henry Miller.
    Un beso!

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  5. Yo me lo imagino, ahí parado, mirándome, sin decir ni mu, sin verle la cara, la expresión, los ojos...me tiemblan las patillas de pensarlo...

    Que decirte ya hija, que no te haya dicho, tan genial como siempre, siguiendo con la intriga un capítulo más. Cada día me sorprende más como sin ser de este "mundo", lo cuentas y los describes como si lo fueses. Y hasta me atrevo a decir que mucho mejor que algun@s que lo son.

    Un beso guapa.

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  6. Sabía que te pondrías así, Sweet :D Lo hago para captar vuestra atención y porque escribir una entrada demasiado larga no es muy cómodo ;) Además, si te ha gustado, ¿importa? Sabes que el próximo día tendrás más :)

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  7. Eso son palabras mayores, elías, pero gracias por la comparación ;)

    Un saludo!

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  8. Princesa, cuido mucho lo que escribo y antes de lanzarme paso por un proceso de documentación laborioso y extenso. Y bueno, la verdad es que este "mundo" me parece cada vez más curioso ;D

    Un beso!

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  9. No hace falta k t diga kerida Paty que este capítulo ha sido lo más, verdad?. Sabes k adoro tu manera d escribir y k ésta torrente historia me fascina!. Ya estoy deseando leer la parte en la k Lady K es sometida por la parte trasera, jejeje.

    Saludos guapa y gracias x regalarnos este pedazo d trocito d tu fabulosa imaginación!, muak!

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  10. Claro que importa, Patyyyyyyyy!!!!!
    Ya te pareces a Daddy.... grrrrrrrrrr!!!!!

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  11. La madre del cordero viviente! Lo acabo de leer y es brillante, pero... que ansiedad en dos partes, una imaginando la espera de ella y la paciencia y tranquilidad de él, y la segunda al final, menos mal que llegué cuando la siguiente parte ya está jejeje.
    Eres genial escribiendo y creando una historia como esta. Te felicito.
    Un beso enorme

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  12. Ay Paty, Paty, eso de ser tan buena debería estar penado... Como me gusta!!!! El momentazo en el que él la mira, y ella espera, es alucinante!! Y como se impone ante ella, es muy bueno. Como escribes, nena. Un besazo

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  13. Anónimo16:04

    ayyyy, que les parecería si les cuento que tengo 24 años y aun soy virgen físicamente....

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  14. Y lo dejas ahí...tienes valor!!!... Como lo expresas todo!!!

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