Renacimiento (II)

Valeria se negó a quitarse el vestido en mitad del salón. No tenía ningún sentido que su esposo le pidiese aquello; no era lógico, ni racional y estaba fuera de lugar. Una cosa era hacerlo en privado, someterse a sus deseos en la intimidad del hogar, ya era difícil para Valeria asumir que la mitad de los miembros del servicio de la mansión de lord Kirbridge había escuchado sus anhelantes súplicas y sus ahogados suspiros el día que él la sometió por primera vez, como para ahora desnudarse delante de todas aquellas personas conocidas y desconocidas que la juzgarían y la mirarían y dirían de ella todas aquellas cosas que decían de Crawford. Por curioso que pudiera parecer, de lord Kirbridge ella no había oído semejantes rumores ni por casualidad, pero era su marido y nadie en su sano juicio le diría a lady Kirbridge cosas malas de su esposo ni sería tan indiscreto como para preguntarle por su vida íntima.

- Piensas demasiado, amor mío - dijo lord Kirbridge con suavidad, pero lanzándole una de sus miradas penetrantes. - No lo hagas, no le busques la lógica o te volverás loca, simplemente, haz lo que digo.

- Pero...

Lord Kirbridge arrugó el entrecejo en una clara expresión de furia y Valeria se sintió mal por haberle hecho enfadar. Comprendió, de manera un vaga y difusa, que desobedecer su orden directa cuando Crawford estaba con ellos, podía herirle en el orgullo. ¡Pero le estaba pidiendo una locura!

- Quizá - intervino entre susurros lord Crawford, - la disciplina siga siendo una de sus tareas pendientes.

Eso no ayudaba en absoluto, lady Kirbridge se estremeció sintiendo la quemazón de todos los azotes que Crawford había marcado en su espalda, en sus muslos y en su trasero; esos que estaban ocultos bajo una capa de maquillaje. Tragó saliva, sintiéndose acorralada por su propia inseguridad, temiendo tener que desnudarse en casa de lady Hadwick ante todos los invitados o recibir en privado y bajo la atenta mirada de su marido otra aplicada disciplina de lord Crawford, una disciplina que los dos se encargarían de que no pudiera olvidar con facilidad; la presionarían hasta el límite, hasta arrancar de sus suplicantes labios el anhelo de una redención.

- Creo, más bien, que lady Kirbridge sigue sin confiar en mí - comentó su esposo en tono de claro disgusto, emitiendo un hondo suspiro. - No la culpo, no la culpo, después de todo, no fui sincero desde el primer momento.

Valeria sintió un vuelco en el corazón ante la decepción en la voz de lord Kirbridge. En realidad llevaba razón, su esposo no había sido sincero, no había revelado su verdadera naturaleza a lady Kirbridge, quizá por miedo, quizá por precaución, quizá por otros motivos. Y ella había buscado consuelo en brazos de lord Crawford para acabar enredada entre sus sábanas, sus cadenas y sus oscuros juegos mentales, descubriendo que todo había sucedido porque lord Kirbridge lo había permitido. Era todo tan complicado.

Furiosa por toda esta situación y, en una clara muestra de desafío, Valeria levantó la barbilla con altanería, mientras se llevaba las manos a los hombros y deslizaba los finos tirantes por la curva plateada de sus brazos. El vestido, de exquisita seda roja, onduló sobre la sinuosa curvatura de su cuerpo y se deslizó por sus pechos, su cintura, sus caderas y sus muslos hasta quedar arrugado a sus pies. Escuchó un quedo jadeo a su espalda, lord Crawford conteniendo el aire, observando además la mirada de exultante aprobación de lord Kirbridge, que no dudó en estudiar de arriba abajo la desnudez de su esposa. En ese preciso instante, en el momento en que Valeria sentía los ojos de lord Conrad Kirbridge justo sobre su desnudo monte de Venus, pues a petición suya había ido sin ningún tipo de ropa íntima, todas las luces se apagaron.

- Muy conveniente - siseó lord Kirbridge.

- ¿Qué ocurre? - murmuró lady Kirbridge con un hilo de voz.

Tan pronto abrió la boca, unas manos se aferraron a sus caderas desnudas y sintió la cercanía de un cuerpo a su espalda, la suave tela de la chaqueta y la corbata de Crawford mientras sus dedos se apretaban a la cintura femenina. Sintió su respiración en la oreja y un hondo gruñido surgido desde lo más hondo de su pecho.

- Corazón, no puedo esperar a tocarte - susurró Crawford. Lady Kirbridge se quedó paralizada ante la rapidez con la que el hombre se había aproximado a ella, apenas era capaz de pensar siendo consciente de su cercanía.

- Oh - se tragó el suspiro para evitar llamar la atención, la poderosa mano de Crawford se había deslizado por su vientre descendiendo hasta la unión de sus muslos, metiéndose entre ellos para tocar la suave humedad que cubría la piel. El leve roce de sus dedos fue como una llamarada que se extendió furiosa por todo su cuerpo, se mordió el labio para evitar un gemido.

- Me encanta cuando te mojas, corazón.

Lady Kirbridge se arqueó reprimiendo un suspiro y cerró los ojos con fuerza. Todo iba demasiado deprisa, los expertos dedos de Crawford encontraron lo que buscaban y con delicadeza, pero con determinación, bordearon la pequeña semilla de su sexo, atrapándola y apretándola. Por enésima vez, Valeria se atragantó con su propia respiración.

- Oh, no…

- Oh, sí, corazón… 


En ese momento, cuando Crawford comenzó a retorcer lentamente su carne entre los dedos, cuando Valeria solo vio estrellitas ante sus ojos, una mano cubrió su pecho y rozó su sensible cima hasta llevarla a lo más alto. Lady Kirbridge soltó una bocanada de aire, más parecida a un sollozo que a un gemido y los labios de su esposo recogieron el sonido, cubriéndole la boca con un beso arrollador. Removiéndose con inquietud, Valeria se vio atrapada entre los dos hombres sin poder hacer absolutamente nada. Agarró el brazo de Crawford, clavándole las uñas a su impecable traje a medida color negro, en un intento de que suavizara las caricias prodigadas a su inflamado clítoris. Al mismo tiempo, empujaba con la otra mano el pecho de lord Kirbridge, suplicándole que le diera espacio para poder respirar, pero él solo la castigaba apretándole uno de los sensibles pezones, jugando igual que jugaba Crawford con el tierno nudo de nervios de su sexo, uniendo esas dos zonas de su cuerpo con una tensa y afilada cuerda

- Basta - murmuró ella girando el rostro para alejarse de los besos de lord Kirbridge. Él emitió un gruñido furioso y enredó los dedos en su cabello, estropeando el caro peinado que se había hecho para ir a la fiesta, tironeando para obligarla a tener la boca accesible. Crawford le rodeó la cintura con un brazo y se apretó a su espalda, insinuándole lo excitado que estaba, liberando su botón solo para deslizar los dedos por entre las carnes mojadas y frotar con intensidad. Lord Kirbridge mordió los labios de su esposa y, satisfecho con los pellizcos de su pezón, se dirigió al otro para realizar la misma tarea hasta que los dos estuvieron duros y hormigueantes. Entonces, deslizó la boca por su cuello, su hombro, el contorno de su pecho para finalmente coronar la cima con los dientes. El mordisco arrancó un grito a lady Kirbridge, desbordada por las sensaciones trataba de apartarlos a ambos, pero ellos estimulaban cada parte sensible de su atormentado cuerpo empujándola contra el abismo de un ardoroso orgasmo.

Los besos de lord Kirbridge se concentraron en la sensible punta de su pecho, mordía, apretaba entre los dedos, saboreaba y degustaba, coloreándola con el rojo de la sangre caliente. Valeria imploró, pero lord Crawford le cubrió la boca con los dedos de la otra mano sin dejar de tocarla de forma indecente, y lord Kirbridge, satisfecho con el oscuro color de su pezón, dedicó la misma atención al otro hasta dejarlo igual de rojo; pero entonces el primero ya había palidecido, por lo que empezó de nuevo la tarea. Toda la piel de lady Kirbridge ardió, ardió de excitación, miedo y ansiedad y su mente se inflamó de deseo. Quería más, pero no lo quería de este modo, tan repentino, tan inesperado que era incapaz de asimilarlo.

- Corazón, estás tan suave y tan mojada… - murmuró Crawford con la voz ronca, hundiendo el rostro en el cuello de lady Kirbridge, cubriendo de besos la curva que se unía con su hombro. Luego regresó y atrapó su oreja con los labios, dándole un leve mordisco. Ella gimió sobre la mano de Crawford, moviendo la cadera en un intento por aliviar las caricias que él prodigaba a su empapado sexo, pero esto solo sirvió para que chocara contra el regazo de lord Kirbridge; recibió un mordisco de advertencia en el pecho y chilló de frustración, llena de impaciencia.

Todo ocurrió demasiado deprisa, Crawford cesó sus caricias y la agarró de las muñecas inmovilizándole los brazos detrás de la espalda. Lady Kirbridge notó en el dorso de las manos la presión en los pantalones del hombre, lord Kirbridge deslizó la boca por su vientre y la obligó a centrar su atención en otro lugar de su cuerpo.

- Separa las piernas – gruñó, golpeándola entre las piernas con su aliento. Ante su vacilación, Crawford metió una pierna entre las de ella para separarle los muslos; con el camino despejado, lord Kirbridge deslizó la lengua por todo el sexo femenino, arrancando un grito desgarrador a su esposa, provocando la risa cavernosa de Crawford, que se metió bajo la piel de lady Kirbridge.

- Por favor… - suplicó jadeante, estremeciéndose de pies a cabeza.

- ¿Por favor qué, mi amor? – preguntó Kirbridge, interrumpiendo un segundo sus húmedas caricias.

- No sigas… no, aquí no… por favor… - masculló sin aliento, en un intento por hacer entrar en razón a esos dos locos, tratando de imponerles sentido común. Puede que todas aquellas personas de la fiesta no les vieran, pero escucharían los húmedos sonidos, los jadeos, los gemidos y las súplicas.

- No eres tú quién manda, cariño…

Lord Kibridge regresó de nuevo a la tarea aplicándose con energía, separándole los pétalos con los pulgares. Ella gimió más fuerte, olvidando ya el decoro y la decencia; aquella lengua trazaba sinuosos círculos en torno a su inflamado botón, abrasándole el sentido común. Forcejeó con lord Crawford para liberarse de su agarre, de pronto se vio desbordada y el placer se incrementó, elevándola vertiginosamente hacia cimas demasiado altas. El borde del precipicio estaba ahí, ahí mismo, pronto no tendría fuerzas para reprimir el violento orgasmo.

Crawford acalló sus gritos con un beso profundo, de aquella forma sus gemidos se amortiguaban en los labios del hombre, y las sensaciones desbordantes de sentir dos lenguas húmedas y poderosas complaciéndola más allá de la cordura humana la arrollaron sin piedad. Se convulsionó, la sujeción de los dos hombres era firme y comprendió que lo único que podía hacer era limitarse a sentir y suplicar en silencio que no se detuvieran, pero deseando que el alivio llegara pronto antes de que fuese más insoportable.

- Mm… eso es, así, entrégate a Mi, pequeña. Aún hay demasiadas cosas que quiero hacer contigo y no encuentro el momento… ahora, sólo quiero saborearte.

Lady Kibridge sintió un dedo invadiendo su cavidad y se tensó violentamente, Crawford la agarró de la mandíbula para que no apartase la boca, cortándole la respiración. Otro dedo acompañó al primero y entonces, un movimiento lento y firme transformó a la mujer en una masa suplicante. Penetrándola con suavidad, lord Kibridge cubrió su sexo con la boca y su lengua degustó ávida la savia de su esposa. La lengua de Crawford apretó la suya, absorbiendo con gusto sus gemidos. Protestó, luchó, pero Crawford le tenía sujetos los brazos y Kirbridge las piernas y el final estaba ahí, tan claro, tan violento, que se le llenaron los ojos de lágrimas, atenazada por el terror.

- Eso es, eso es… - murmuró lord Kibridge, tocando, de repente, un lugar en su interior que la impulsó hacia arriba y la inundó de gozo. No podía contenerse más tiempo. Y él no daba su consentimiento. La certeza de ser consciente de estar reprimiendo lo que tanto anhelaba la estaba matando. - Ahora, mi amor. Ahora…

Crawford bebió su grito, sosteniéndola con su cuerpo cuando ella se arqueó con un violento espasmo. Lord Kibridge siguió acariciándola, prolongando la agonía unos instantes más, unos minutos eternos, sintiendo en sus dedos y en su lengua las dulces palpitaciones de lady Kibridge, el calor abrasador que inundó todo su cuerpo y la explosión de placer que la sacudió.

Apenas se había recuperado de la impresión cuando regresó la luz.

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Escrito durante el Día #1 del maratón de escritura (15-22 diciembre 2011)

10 intimidades:

  1. OMG!, vaya par de hombres!, la pobre Lady Kirbridge a padecedido lo suyo... y en un luegar público!.

    Querida Paty, no sabes las ganas que tenía de leerte, estaba ansiosa por saber que iba a pasar con este trío!, espero k la próxima vez no tardes tanto en publicar, vale?, o me moriré de desesperación!, jejeje.

    Por cierto, espero que te vaya bien con la maratón de escritura!, saludos y bs!

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  2. Siiiiiiiiiiiii volvieron mis personajes favoritos. Como me gusta de verdad, debo reconocerlo, es mi serie favorita con diferencia.
    Y este capítulo es espectacular, Lady Kirbidge entre esos dos hombres, bufffffffffffffffff, magnífico.

    Como me alegro de leerte, se que estás ocupadilla, pero gracias por seguir escribiendo.

    Un besazo Paty.

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  3. Anónimo0:18

    Si así fue el primer día del maratón, me temo que habrás terminado agotada, chiquilla... tanto como Lady K. o más.

    Felicitaciones, tan refinado y excitante como siempre.

    Un beso desde La Luz.

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  4. Ahhh... (suspiro interminable) Quiero unos hombres como esos para mí U_U

    Estaba deseando volver a tener noticias de Lord C, Lord K y Lady K, y creo que no soy la única.

    Ay... Pobre Valeria. Pero en el fondo es una mujer afortunada jaja XD

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  5. Hola Dulce! Pues sí, he estado muy liada, he tenido problemas técnicos y un montón de bajones, pero hice bien en dejar la continuación de esta historia para el maratón, y este es el resultado. La verdad es que no llevo bien el maratón, tengo muchas paginas pendientes y se me han juntado los problemas de conexión con los fallos de "mi ordenador no encience, mi portátil tampoco, no tengo ordenadores para escribir!!" En fin, parece que se va solucionando. Un beso!

    Hola Princesa ^_^ Sé que esta es vuestra historia favorita, no hay más que ver vuestro entusiasmo, si no fuera por tus comentarios este cuento habría caído en el olvido xD Un saludo!

    Bienvenido, Señor de la Mansión ;) Este fue el primer día de maratón y tuve que cortar al cumplir el límite de paginas diarias. La verdad es que terminé un poco agotada, sí :D Pero espero no haberme puesto el listón muy alto, porque tengo que superarme!

    Hola Sheishi, estos hombres perfectos están hechos para ser deseados por lady K y por todas nosotras xD

    Un saludo!

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  6. Pues por mi no va a caer en el olvido, ni hablar, es más pienso dar a conocer esta historia en un grupito de FB al que me uní precisamente por unos relatos de dominación y que ahora que tengo poder en él, jejejejeje, les voy a ordenar que lean...ea.

    Un besazo Paty.

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  7. Uf! Me encanta esta historia, me la he leido de tirón y me he quedado sin aliento....simplemente genial!
    Voy a seguir leyendo, me gusta tu blog!
    Besitos!

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  8. UFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

    Los segundos previos al orgasmo han sido tortuosos :S:S:S:S:S:S:S

    Quiero más!
    Está bien si hago una pataleta????
    Es que quiero maaaaaaaaaaaaaaaásssssssssss!!!!!!

    C
    U
    E
    N
    T
    A
    M
    E

    M
    Á
    S
    !

    Vale.
    Ya me relajé (mentira :S).

    Estar entre esos dos debe ser...
    ...mmm... mejor me callo, sea que pase Mart por aquí XDDDDD!!!!

    Besos y... cuéntame más!!!!

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  9. MAdre mía, como me gusta esta historia Paty. Eres realmente buena, nena, ¿lo sabes? Impresionante la forma que tienes de mantener la tensión, y como trasmites... Me encanta. Muchos besos

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  10. Y se hizo la luz...ahhh!!!... Madre mía!!!... Vaya manera de escribir y de transmitir!!!

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