A lady Valeria le causaba cierta irritación las muestras de arrogancia decorativa de la condesa de Hadwick cuando celebraba una de sus habituales veladas en la bella mansión de Eaton Place. Los brillos dorados resultaban tan esplendorosos como molestos para la vista, el exceso de oro, plata y carmesí daba dolor de cabeza, por no mencionar que verse reflejada en más de una docena de espejos era una autentica locura.
A su lado se encontraba lady Victoria Harland, la cual había estado transmitiéndole en los últimos minutos los más intimos detalles de su vida matrimonial para lograr que su esposo aceptase sus condiciones. Lady Kirbridge sabía de primera mano que los Harland eran ambiciosos, tendían a desafiarse el uno al otro por conseguir lo que querían imponiendo su voluntad de manera belicosa. Victoria recurría a la abstinencia sexual para forzar a su esposo a cumplir sus promesas y este acababa cediendo, a cambio de proporcionarle a su esposa noches interminables de placer. Lady Kirbridge bebió ligero sorbo de fresco champagne cuando lady Harland profundizó su relato; el frío que bajó por su garganta contrastó con el calor que sintió en las entrañas al escuchar de boca de su amiga la forma en que el señor Harland la había complacido y cómo de minucioso había sido.
- ... al final, no tuvo más remedio que aceptar, como te puedes imaginar - comentó la señora Harland con la sonrisa de quién se sabe vencedor. - ¿Has visto? Lady Hadwick ha invitado al infame de Crawford... - dijo de pronto cambiando de tema. Tan pronto como el nombre fue pronunciado, toda su piel se erizó. Lady Kirbridge se quedó paralizada, sin atreverse a levantar la mirada de la punta de sus zapatos, sintiendo un dulce escalofrío bajarle por el espinazo. - Detesto a ese hombre - reconoció su amiga haciendo una mueca. El odio irracional que sentía por aquel apuesto noble no se debía a asuntos personales, sino a los negocios que mantenía con el señor Harland y que tantos dolores de cabeza provocaban a su esposa. - No debería haberlo invitado - prosiguió Victoria cuando el señor Crawford se perdió entre la gente. - ¿Sabes lo que dicen de él? Por dios, lo que hace no es... cristiano.
- No... - susurró lady Kirbridge con un nudo en la garganta. De pronto se sentía mareada. Sabía exactamente cuales eran los rumores que escandalizaban a su amiga. Incluso a ella le escandalizaban. Incluso ahora. Un hormigueo se extendió por su espalda, recordando todos y cada uno de los varazos recibidos.
- No sé si los rumores son fundados, pero si fuese cierto, lo lleva con tanta naturalidad que me pone enferma - murmuró Victoria entre dientes.
- Puede que solo sean eso, rumores... - defendió diplomáticamente lady Kirbridge, pero evitó encontrarse con la mirada de lady Harland. Se le habían enrojecido las mejillas y un remolino en el vientre amenazaba con bajar hacia sus piernas. - Y si esos rumores son ciertos, ¿qué tienen de malo?
- ¿No lo estarás diciendo en serio, Valeria? Espera,¡viene hacia aquí, maldita sea!... Oh, buenas noches, lord Crawford - el cambio en el timbre de la voz de lady Harland hubiese resultado cómico en otra situación. De pronto, lady Kirbridge dejó de respirar cuando la cercanía de lord Crawford invadió su espacio vital, como si su presencia tuviese un radio de acción de varios metros.
- Buenas noches, Victoria. Es un placer verla tan radiante. Y usted también está espléndida, lady Valeria - la voz potente y profunda penetró en el cerebro de lady Kibridge, haciéndola temblar. Cerró un momento los ojos antes de enfrentarse a él.
- Buenas noches, lord Crawford... - al levantar la mirada hacia el noble, oscuros recuerdos asaltaron la mente de la joven dama. Suspiros, palabras prohibidas, aroma a madera, a lluvia, a cuero, caricias sobre piel húmeda, fuerza despiadada... Una rendición absoluta, un plan siniestro tramado por mentes rertorcidas, una férrea disciplina y una dominación implacable. Inspiró hondamente para desterrar aquellas cosas de su cabeza, su amiga no debía sospechar nada y ante todo, la discreción era primordial. Pero nada podía disimular frente a Crawford, que la devoraba con la mirada, recordándole exactamente todo lo que habían hecho juntos. Ahora, visto en público, a lady Kirbridge le parecía un hombre lejano y se le hacía extraño hablar así, con tanta naturalidad como había puntualizado su amiga, después de haber tenido a ese hombre metido entre sus piernas de todas las formas posibles.
- ¿Y a qué se debe su presencia aquí, señor Crawford? - atacó rápidamente lady Harland, sin ocultar su evidente desprecio por él. Lady Kirbridge suspiró de alivio cuando el hombre desvió su atención a la otra mujer y sonrió como de forma irresistible. La situación lo divertía enormemente, pero no así a lady Kirbridge, que deseaba alejarse de su lado antes de sufrir un ataque de ansiedad.
- Es evidente que lady Hadwick profesa simpatía hacia a mí y por eso me ha invitado. ¿Por qué la ha invitado a usted, lady Harland? - devolvió la estocada.
- Somos amigas. Creo saber qué tipo de simpatía profesa por usted la señora Hadwick - la voz de Victoria estaba llena de veneno, pero Crawford mantuvo la compostura con elegancia.
- Lady Hadwick es una dama hermosa, sin duda; pero no es el tipo de mujer que a mi me agrada.
- Le gustan más jóvenes - sentenció lady Harland con cinismo.
- No - contestó lord Crawford, sonriendo de forma desafiante y lanzando su mirada profunda. Esa mirada que provocó que lady Kirbridge sufriera un vuelco en el corazón y un hormigueo entre las piernas. - Me gustan casadas - admitió con total franqueza. Lady Harland sufrió un ataque de ofensa al verse estudiada por los penetrantes ojos de Crawford y apretó los labios, buscando algo que soltarle al noble.
- Disculpadme - zanjó de pronto lady Kirbridge. Lo último que deseaba era oir la voz de Crawford imponiéndose sobre la de Harland. Dejó su copa sobre una bandeja y trató de marcharse.
- Espera, ¿a dónde vas? - quiso saber Victoria. Valeria no quiso responderle, ni siquiera se volvió a mirarla por temor a encontrarse con los ojos de Crawford. Era obvio que quería escapar, la mirada que lord Crawford le dirigió la hizo saber que, fuese a dónde fuese, la encontraría en cualquier parte de la enorme mansión de lady Hadwick.
- A buscar a lord Kirbridge, es obvio - respondió entonces él con una sonrisa retorcida.
Levantó la copa a modo de saludo y bebió un poco de vino. Valeria se tragó el orgullo y se marchó rápidamente del salón. Sintió la mirada de lord Crawford sobre el corte de su vestido, que dejaba toda su espalda al descubierto... una espalda que él había marcado con firmeza. Lady Kirbridge había empleado una escandalosa cantidad de maquillaje para evitar que las cicatrices fueran visibles. Apenas dos noches antes estaba siendo sometida por lord Crawford, para después caer bajo la imposición de su marido y todavía no se había recuperado de la impresión ni de las secuelas. Lord Kirbridge le había asegurado que hablarían, pero todavía no lo habían hecho y Valeria empezaba a impacientarse. Por eso, asistir a esta fiesta, le había parecido la cosa más absurda de entre todas las cosas que Lord Kirbridge podía haber hecho.
Allí estaba él, sólo, contemplando una de las pinturas de la colección privada de lady Hadwick. Elegante, dominante, imponente. Al lado de lord Conrad Kirbridge, Crawford palidecía. No solo porque su esposo avanzaba en edad al joven Crawford, sino porque su mirada era la de un hombre mucho más experimentado y ni siquiera le hacían falta palabras para dejar paralizada a lady Kirbridge.
- Conrad - susurró ella. Él se giró para contemplarla, analizándola con aquellos penetrantes ojos grises y la mirada de quién sabe tenerlo todo controlado. En seguida, Kirbridge se hizo cargo del ligero rubor que teñía sus mejillas y de la respiración algo agitada de su esposa. Cuando sonrió, a lady Kirbridge le temblaron las rodillas y a punto estuvo de tirarse al suelo y besarle los pies. Pero consideró que eso era demasiado frívolo y estaba fuera de lugar, porque estaba en público. Quizá, en privado, lo hiciera.
- ¿Lo estás pasando bien? - preguntó su esposo, rodeándole la cintura con una mano. El roce de sus dedos en su espalda desnuda provocó una oleada de deseo en lady Kirbridge, que todavía no conseguía relajarse después de haber tenido tan cerca a Crawford. Todavía no se había recuperado de lo de aquella noche.
- Sí... - musitó Valeria, estremeciéndose. Kirbridge no dijo nada, pero endureció la mirada, instándola a hablar. - Crawford - murmuró con un nudo en la garganta.
- ¿Te ha incomodado de alguna manera? - insinuó Kirbridge alzando una ceja.
- ¿Qué? Oh, no... no es eso... es... - le costaba hablar y respirar al mismo tiempo y miró a su marido buscando ayuda.
- Comprendo - sentenció él con una sonrisa. Lady Kirbridge supo que la entendía y no dijo nada más, se acomodó al lado de su marido, relajándose bajo su contacto. Pero no podía callarse. - Conrad, yo...
- No, mi amor. Ahora no es el momento. No, nada de peros. Relájate y disfruta de la velada. Confía en que sabré cual es el momento exacto en el que estarás preparada para comprender todo lo que tengo que explicarte.
- ¿Y qué tienes que explicarme que no hayas hecho ya? - protestó ella. Que pospusiera aquella conversación cuando le había entregado hasta el alma le parecía algo tremendamente decepcionante. La mirada de Kirbridge fue tan oscura y penetrante que le calló la boca al instante y su orgullo luchó contra su frustración por ganar la batalla. Valeria contuvo la lengua, a punto de marcharse dolida por aquella impertinencia de su marido.
- Todavía tienes mucho que aprender, corazón.
Lady Kirbridge sintió un escalofrío en la nuca al escuchar de pronto la voz de Crawford tras ellos. Kirbridge se giró hacia el otro hombre, totalmente relajado, como si aquello fuese una simple formalidad. Al instante, Valeria Kirbridge sintió el poder de esos dos hombres envolviéndola. Eran como dos muros, uno delante y otro detrás, estrechándose entre sí con tanta fuerza que le impedía respirar. La presión fue tal que se sintió asfixiada en cuestión de segundos y solo quiso escapar de allí. Al mismo tiempo que su anhelo pasaba por huír de aquellos dos hombres debido al irrespirable exceso de ego, soberbia y testosterona, una oscura fantasía le nubló la mente y tuvo que descartarla antes de que comenzase a tomar fuerza.
- Brian - saludó Kirbridge con seriedad.
- Conrad - respondió Crawford muy solemne.
- No he tenido la oportunidad de felicitarte por tu última victoria - alabó Kirbridge. Crawford se puso ligeramente tenso y Valeria sintió que la presión crecía.
- No me dejó más opciones, señor fiscal.
- Lo sé - y sonrió mezquinamente satisfecho. - Enhorabuena por su caso, letrado - volvió a felicitar Kirbridge alzando su copa. Imperceptiblemente, Crawford tragó saliva y levantó la barbilla.
- Gracias. Ahora, si me permite el atrevimiento, lord Kirbridge - y miró a Valeria, que hasta ese momento no se había dado cuenta de que estaba conteniendo el aire. Crawford la estudió muy lentamente, sin mostrar ninguna de esas sonrisas arrogantes, con una mirada de mortal seriedad. - Considero que lady Kirbridge merecería una explicación. Pero antes, ¿no cree usted, Señor, que ese vestido que viste su esposa, no está a la altura de su belleza y que debería mostrarse tal cual es ante estos vulgares invitados?
A Valeria se le entumecieron las piernas, los brazos y los oídos al escuchar eso. Una llamarada de deseo le revolvió las entrañas y se sintió entre ofendida y excitada, pero no supo cual de esos dos sentimientos fue más fuerte. Kirbridge, en lugar de defenderla, como hubiera sido lo lógico, se limitó a reir con un timbre tan profundo que reverberó por todo el cuerpo de lady Kirbridge.
- ¿Incapaz de conciliar el sueño, Crawford? - apostó lord Conrad Kirbridge. Luego dejó de reir y el silencio que se produjo a continuación fue tenso, muy tenso. - Valeria, quítate el vestido.
El impacto de sus palabras se hizo notar de una manera física, pues fue como si una gigantésca ola se hubiese estrellado contra unas rocas. ¡Lo estaba diciendo en serio! Lord Kirbridge deseaba que se desnudara allí mismo, en mitad de la fiesta. La mirada de su esposo fue devastadora y la de Crawford, abrasadora. Se sintió golpeada por los dos flancos de tal manera que se quedó momentáneamente aturdida. Kirbridge retrocedió un paso alejándose de su esposa y su mirada se volvió dura como la piedra. El deseo burbujeó bajo la piel de lady Kirbridge.
- Hazlo. Ahora.
Un océano de niebla de Elizabeth Bowman - Narrado por Arancha Del Toro
-
Sinopsis:
El mundo se ha terminado para Gillian ahora que él la ha abandonado. Es
cierto que una niña ha nacido de los dos. Pese a eso, ella no puede co...
Hace 2 horas
Ahh pobre Lady K. La echaba de menos, a ella y a esos dos hombres despiadados pero irresistibles que la acompañan...
ResponderEliminarNo sé por qué, al leer las lineas, se me viene a la cabeza la obra "la historia de O". Lord K y Lord C bien podrían ser René y Sir Stephen. Lady K es O, por supuesto.
Vaya!, k final más... explosivo creo que es la palabra adecuada...
ResponderEliminarQue ganas de leer más de esta historia!, he de reconocer que echaba de menos a estos personajes... sobre todo a Lord C, k por alguna extraña razón, me pone a cien, ajjaja
Saludos!
Hola Sheishi, soy consciente de que todos (casi todos) estabáis esperando con impaciencia la continuación de esta serie con estos personajes que tan buenos ratos nos han hecho pasar.
ResponderEliminarNo he leído "Historia de O" en su totalidad (tampoco he visto entera la película ni he leído entera la novela gráfica de Crepax (¿esto es prueba suficiente de que conozco la obra? xD )), pero sí conozco a los personajes que mencionas. En todo caso, resulta interesante que esta historia te recuerde a ellos :P
Hola Dulce! Sé que teniais ganas de leerlo, ¡ya lo sé! Yo también tenía ganas y al final me he animado a continuar. Sé que a todas os vuelve locas el señor Crawford, pero, ¿tanto o más que el señor Kirbridge? Estoy por hacer una encuesta, jajaja.
Un beso! ^_^
Wow, genial. Como me gusta el giro que le has dado a la historia. La cosa se pone super interesante, ¿qué le tienen que explicar a Lady K? Y sobre todo ¿qué va a pasar ahora?? Y me gustan las fiestas de sociedad que describes. Besitos guapa!
ResponderEliminarTe adoroooooooooooooooooooooooooooooooooo te adoro te adoro te adoro te adoro te adoro te adoro...
ResponderEliminarLo siento, pero no se me ocurre nada más original para expresar lo contenta que estoy de reencontrarme con Lady Valeria and company y de que manera!!!!! dios, eres increible, escribes increible, me encanta esta historia.
Graciasssssssssssssssssssssss, jajaja.
Bueno, ya...
Un besazooooooooooooo (ojala no tarde mucho el siguiente, porfi porfi).
Tuve que volver por aquí para recordar los detalles... sigo sigo sigo!!!!
ResponderEliminarA estas alturas elegir es dificil,así que los dos... Y que dos!!!.... El vestido,pre-cio-so!!!
ResponderEliminar